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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

sábado, 5 de marzo de 2016

8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora


Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo
Por Arash

La vida es tan sólo un infinitésimo instante del tiempo que  estaremos muertos. El corto tiempo de la vida, dijeron ellas.

Precísamente por ello sería un error el que la redujéramos a un grito de desesperación y lamento existencial.

No puede haber nada peor para la emancipación de la opresión que una voluntad tan pesimista como la que asume, de una manera que dice tan poco de lo humano, la naturalidad y hasta la cotidianeidad de la condición contra la que se lucha, aviso que no se desentiende con que en algunas ocasiones esta se apodere de nosotros. El tan últimamente citado Antonio Gramsci hablaba de que dejásemos nuestro pesimismo para el análisis de la realidad capitalista, en la que actualmente nos encontramos. Por lo demás, sólo tenemos que tener la determinación y convicción de que la felicidad no será más postergada.

No podría ser ilustración de tal ejercicio de complicidad voluntaria el ejemplo que dieron las mujeres de la clase trabajadora, como aquellas norteamericanas que perdieron a sus hermanas, madres y quizás sobre todo hijas (la más joven de las obreras tenía 14 años de edad) en 1911 en Nueva York, y que se incorporaron inmediatamente a las luchas. Por eso las bañaban los rayos de un sol, por eso caminamos por las calles, con la luz de la mañana. Porque en vez de en su puesto de trabajo a las 8 de la mañana, estaban secundando la huelga.

Como las trabajadoras rusas en 1913, muchas de las cuales no volvieron a ver a sus maridos e hijos, y compañeros engañados y reclutados para la guerra imperialista, y que encabezaron el Día de las Obreras para que regresasen los supervivientes e hicieran junto con ellas la revolución; que fueron dispersadas violentamente por la policía, pero que el 8 de marzo (calendario gregoriano) de 1917, unos cuantos años después, protagonizaron el derrocamiento de la corrupta monarquía rusa. Esta canción es también para los hombres. Porque son nuestros hijos, ellos también caminan con nosotras.

En la memoria de estas mujeres socialistas neoyorquinas había una multitud muda, que caminaba junto a ellas en sus corazones: las obreras industriales de la fábrica textil de la compañía  Triangle Waist, a las que los indecentes (...) de sus patrones encerraron bajo candado, sentenciándolas a una muerte horrible. Si los capitalistas, en donde hay un valor intrínseco –valor de uso, en el caso de las mercancías inertes— sólo ven el valor de cambio con el que obtienen sus ingresos comerciales, en el caso del mercado laboral de las mujeres, cuyo valor reside en su condición humana (aquel trágico día se la negaron completamente), no se quedaron cortos en verlas como fuerzas de trabajo baratas y como una oportunidad de ahorrar costes productivos: "mañana contrataremos a otras", pareciera resonar en nuestros oídos, no sin una cierta aurora de rabia, como justificación criminal de su genocidio contra ellas.

Estas condiciones militares de trabajo, tan conocidas en la época de esplendor del capitalismo liberal europeo y norteamericano de entonces y descritas por Friedrich Engels en "La situación de la clase obrera en Inglaterra", se mantienen fuera de esta "tierra prometida" de bienestar que es (o ha tratado de ser, y no ha llegado a ser en muchas partes de) occidente, para muchos trabajadores. Especialmente para las mujeres. Hoy, los techos de las fábricas textiles de Bangladesh administradas y expropiadas por el capital (muchas veces europeo) siguen asesinando a las mujeres obreras, que resultan aplastadas de la forma más inhumana. Hoy, las trabajadoras siguen teniendo que rezar a sus patrones como si fueran dioses personificados en Tailandia.

Por el momento yo no soy de clase trabajadora. Soy hijo y nieto de clase trabajadora y por consiguiente siempre me han alimentado rentas del trabajo, pero me van a permitir hablar en primera persona del plural, aunque sólo sea porque, además de saber que no tenemos igualdad en esta indeseable sociedad capitalista (y en ella nunca la tendremos), tampoco tenemos libertad, y aunque no tenga ni idea del cual, en particular, se acerca del cómo, en general, voy a tener que comprar el pan. Y también porque me reivindico de las luchas de estas mujeres, a las que no puedo considerar sólo como víctimas  –que lo son, de este sistema productivo—, sino como auténticas heroínas de la clase trabajadora que con su historia de supervivencia deberían de impulsarnos en las luchas del presente, igual que los mártires de Chicago que habremos de rememorar este 1º de Mayo.

La venta de la entonces renombrada Casa de la Juventud (ahora re-renombrada), establecimiento desde el que las mujeres de la II Internacional socialista generalizaron entonces el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y propiedad del ayuntamiento de Copenhague hasta 2007, a una institución tan ligada al patriarcado y el poder como una secta religiosa cristiana, es fiel ejemplo de que lo que se pretende con la tergiversación o supresión de la memoria histórica, es justamente desconexionar la lucha de un colectivo que tan poco ha recibido a cambio pero al que tanto debemos por su participación y liderazgo en los procesos de transformación social, del rumbo histórico de la trayectoria que lo hizo posible; que nos perdamos en el camino y que no podamos mirar atrás porque no sabemos de dónde venimos, para comprobar cual ha sido nuestra senda y en qué hemos de rectificar y en qué persistir.

Dicho esto, me pregunto, ¿cómo va a reducirse la vida a esto? Si hemos de trabajar, una parte para ganar dinero y subsistir, otra parte para hacer ganar dinero a un explotador, y hemos de morar para reproducir nuestra fuerza de trabajo, ¿qué nos queda? ¿Qué coño les queda a las mujeres de la clase trabajadora que dedican, también su tercer tercio de vida, al trabajo? No queremos el trabajo sacrificado de muchos, y que muy pocos disfruten. Poco que perder y mucho que ganar.

Hay una evidente hipocresía machista en nuestra sociedad y en las instituciones. Los servicios domésticos no están reconocidos en España como parte de la producción y la Contabilidad Nacional, y sin embargo ello no significa que efectivamente no existan dichos servicios domésticos y sus beneficiarios. Justo lo contrario a lo que ocurre con respecto a la retribución de la prestación de trabajos y servicios domésticos, tampoco recogidos en la renta y Contabilidad Nacional y que, en este caso, significa que efectivamente no se retribuyen.

A sabiendas de lo anterior, estoy convencido de que no debemos adoptar, tampoco en este campo, un enfoque liberal indiferente e ignorante de la opresión de la burguesía y, en el mejor y más respetable de los casos, afanada solamente (aunque sea necesario, sin duda alguna) en recoger legalmente derechos, sino una verdadera perspectiva socialista como la de aquellas mujeres que exigieron su derecho al sufragio y la mejora de sus condiciones de trabajo, y a ser posible, que evite limitar la existencia de las mujeres trabajadoras a meras fuerzas de trabajo intercambiables entre nuevos patrones de este hipotético futuro sector laboral y que nos impida conformarnos con una necesaria y progresista pero simple asalarización, equitativa a la de los hombres, de su trabajo porque ello, significando un avance histórico en su lucha, tampoco las haría dueñas de sí mismas, del mismo modo que el capitalismo tampoco permite precisamente que los asalariados que antes pagaban a sus señores feudales sean dueños de sí mismos. Cuerpo, pero también alma, ambos tienen sed; queremos el pan, pero también las rosas.


Caminamos por las calles
Con la luz de la mañana
Desde fábricas y cocinas surge una nueva luz
Como los rayos de un sol
Que se derrama sobre nosotras.
Así nos escuchan cantar:
Pan y rosas, pan y rosas.

Caminamos por las calles
Esta canción es también para los hombres,
Porque son nuestros hijos,
Ellos también caminan con nosotras.
En el corto tiempo de la vida
La felicidad no será más postergada.
Cuerpo y alma, ambos tienen sed:
Queremos el pan, pero también las rosas.
 
Caminamos por las calles
Y con nosotras camina una multitud muda
De innumerables mujeres muertas:
Su deseo era pan y felicidad.
Su vida tuvo poco arte y poca belleza,
Sí, es pan lo que exigimos,
Pero además exigimos rosas.

Caminamos por las calles
Y amanece un nuevo día.
Cuando las mujeres se levantan
La humanidad se está forjando un nuevo camino.
No queremos el trabajo sacrificado de muchos
Y que muy pocos disfruten.
Queremos compartir toda la belleza:
Pan y rosas, pan y rosas.
(Canción de las trabajadoras textiles de Lawrence, Massachussets)


¡VIVA EL 8 DE MARZO! ¡VIVA EL DÍA INTERNACIONAL DE LUCHA DE LA MUJER TRABAJADORA!

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