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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

martes, 23 de agosto de 2016

Fín del programa político y de la memoria colectiva, realidad "fluída" y paz social

Por Arash

Como si nos encontrásemos flotando en una enorme corriente de agua en mitad del Océano Pacífico de la lucha de clases que nos desplaza a cientos de kilómetros por hora sin apenas percatarnos, todo aquello que antaño hubieran localizado muchos en la margen diestra de la ideología, es hoy identificado sin mucho detenimiento en el otro extremo, como si tuviésemos que conformarnos con lo que menos arcadas produce, con lo que menos daño hace a una clase trabajadora golpeada por unos y otros servideros de los de siempre.

El año que viene habrán pasado ya cien desde la Revolución rusa, y costaría numerar una por una todas y cada una de las renuncias a las que sirvieron de telonero la resaca propia de la fase involutiva de una revolución, la primera revolución moderna con unos objetivos a la altura del ser humano.

La lucha de miles de mujeres comprometidas con el cambio social y de revolucionarias tales como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo o Alexandra Kollontái, derivaron, como consecuencia de su persistencia ejemplar en la batalla contra el sistema capitalista, en las conquistas del derecho al sufragio y a la participación en la dirección política oficial de unas sociedades cuyos Estados opresores habían hecho de la exclusión de la clase trabajadora de sus derechos políticos el pilar de sustento de la dominación de clase.

El gobierno en el que participó Kollontái (el Sóviet de Comisarios del Pueblo electo justo después de la insurrección comunista y el reconocimiento del poder obrero), que tuvo el detalle de ser el primer gobierno en una nación -Rusia- en incorporar a una mujer entre sus miembros (se le fue concedida la Orden Bandera Roja del Trabajo, una condecoración civil por su trabajo al servicio del socialismo y también de los derechos de la mujer), aprobó los permisos y remuneraciones por maternidad, estableció el matrimonio civil frente al de la Iglesia Ortodoxa, implantó el divorcio, aprobó el aborto (en esto el gobierno soviético también fue pionero mundial) y descargó el trabajo que hasta entonces practicaban las mujeres en el ámbito privado del hogar en la Rusia autocrática y monárquica, en la totalidad de la sociedad, sentando las bases para una economía doméstica socializada, requisito para abrir las puertas, como diría Lenin, a la emancipación completa y efectiva de la mujer y a su liberación de una esclavitud casera impuesta a la mitad del género humano que está doblemente oprimida, a pesar de que tanto se le debe por su implicación en la transformación del mundo, entre otros muchos avances históricos en la materia.

Sabido que el capitalismo es un pozo de lodo en el trayecto de la humanidad por este mundo, y que de su cuestionamiento se derivan las conquistas históricas del presente, las luchas feministas parecen haber quedado atrás, como ha de lamentarse en tantos otros ámbitos, frente al surgimiento de nuevos feminismos de orientación burguesa que se asentaron sobre una ocultación de la existente desigualdad de clase, cuya alusión incomoda a sus teóricas y teóricos más prominentes, y que hicieron de aquella su columna vertebral.

Con esta mención no se trata de poner en duda los avances y adelantos de las luchas de las mujeres, sino de recordar que esta lucha aparece actualmente, en general, absolutamente desconexionada de la realidad de clase existente, y ello viene aparejado a un problema de importancia capital.

Si los que buscamos comprometernos con el cambio social deseamos una salida solidaria a la actual situación de injusticia que ejerce y sufre el ser humano, no estaría de más recordar, en lo relativo a la desigualdad de oportunidades y opresión que sufre el colectivo femenino, que si una mujer burguesa víctima de una opresión machista que, entre otras muchas cosas, pudiera recluirla y condenarla al trabajo en el hogar, dispone de sus recursos de clase para avanzar en la liberación de la misma, no es por otra razón que porque puede contratar de criada a una mujer trabajadora, de la clase oprimida y explotada. Esto es lo que sucede con tantas mujeres proletarias procedentes de América Latina o Europa del este, muchas de las cuales abandonan a sus hijos para cuidar a los de las mujeres burguesas de este país.

La liberación de un colectivo no puede tener como fín el sometimiento de otro, porque eso significa reproducir la misma lacra y vomitiva lógica del capitalismo. Buscar o facilitar una "salida" egoísta e insolidaria a la presente situación social del ser humano dice muy poco de la auténtica izquierda; convierte la izquierda en una derecha aborrecible y despreciable, se disfrace de feminista o de cualquier otra cosa. Ignorar la realidad de clase de la desigualdad, en este caso de la mujer, hace un gran favor a esta conversión de la izquierda en derecha.

No es el único ejemplo de cómo se utilizan los históricos hitos progresistas, tales como las conquistas democráticas y socialistas de las mujeres, como tapaderas; como mecanismos para evitar el cambio social y el avance hacia la conquista de una sociedad justa.

Es muy habitual hablar de la "tercera vía" para referirse, en especial, a la deriva hacia la derecha de los Partidos Socialdemócratas, Partidos Socialistas y Partidos Laboristas (proceso que guarda relación con la diferenciación entre su autoproclamada condición ideológica y su condición real) en relación con su postura con respecto al bloque de países surgido de la Revolución de Octubre y de la victoria de los Aliados en la IIGM tras la derrota de la Alemania nazi frente a la URSS, pero mucho menos el hacerlo para referirse a la postura similar adoptada por parte importante de lo que tan convencidamente afirmaba de sí misma que estaba a su izquierda, y que contaminó también  a los Partidos Comunistas contra lo más comprometido de sus militancias, que terminarían desastrosamente dispersadas algo después en diferentes organizaciones, dentro y fuera de estos.

Los cañones de la "nueva izquierda", emplazados no sólo en el interior de los PP.SS. sino también parcialmente en los PP.CC., y de lleno en los desclasados entornos del altermundialismo, anti/alter globalización, así como también en el variado "anticapitalismo" de palabrería barata y no de teoría y práxis (que terminología tan esquiva, tan cobarde, cualquier cosa con tal de no llamar a las cosas por su nombre), escudaban supuestamente la autodeterminación de los pueblos y la paz, haciéndose eco de la lucha contra la opresión del tercer mundo, pero terminaron por apuntar hacia el "polo socialista" y por descargar en él la responsabilidad de una política internacional de la guerra y la locura que emana desde la Casa Blanca de Washington y que a día de hoy, más de veinte años después del arriado de la bandera del socialismo y de la izada de la bandera zarista sobre Moscú, no encuentra nada más que nuevos beligerantes y apenas ninguna barrera para la próxima conflagración mundial, cuando fue la extinta Unión Soviética el factor global que desequilibró los conflictos del pasado siglo en el mundo subdesarrollado en sentido progresista, y permitió el triunfo de los procesos de emancipación victoriosos con respecto a la esclavitud del colonialismo, la xenofobia institucional de coartada racista y supremacista, y otras formas clásicas de marginación sistemática que siempre practicaron las oligarquías de un capitalismo en fase imperialista que, a día de hoy, poco a poco se va afeitando su barba de burgués liberal y que, sin nadie que se le enfrente, terminará adoptando con el tiempo el bigote propio de un canijo enrrabietado y frustrado, y la aterradora y fascista expresión cruda de la dictadura terrorista de la burguesía.

Uno de los elementos principales de la genuina lucha antiimperialista fue el reconocimiento de la ciudadanía de las masas laboriosas y de las minorías étnicas, y junto con ella los derechos que por ello le corresponde al pueblo. Los habitantes de Rusia no conocieron la soberanía ni fueron ciudadanos hasta febrero de 1917, fecha antes de la cual eran meros súbditos del zar, y no habrían podido conocerla sin la actividad de los comunistas -y otros socialistas con respecto a los que debían de haber consolidado su distancia ideológica y programática, materializada meses después- en aras del reconocimiento de los derechos que habían de conquistar los rusos en el transcurso de la revolución democrático-burguesa, preludio de su transformación en una de carácter obrero y socialista que llegaría en octubre y terminaría por asentar en la legalidad los derechos incompatibles con la existencia del Estado burgués.

Los residentes de la Indochina francesa, del Angola portugués, de Cuba durante la dirigencia del país por el dictador filo-yankee Batista, y de otros países que han sido históricamente los "patios traseros" del imperialismo, han estado agredidos por un mar de protectorados, dictaduras militares y regímenes que intentaban maquillarse de democráticos con unos derechos ciudadanos de los que eran excluídas sistemáticamente las masas laboriosas y la clase obrera en especial -en los poco países a los que les fueron permitidos el desarrollo de una rudimentaria industria básica siendo colonias-, como tantas democracias de sufragio censitario demostraron.

Los inmediatamente anteriores procesos fueron comandados por los Frentes de Liberación Nacional a lo largo y ancho de todo el planeta, en los cinco continentes, y sus únicos e imprescindibles apoyos provinieron de la URSS y de sus aliados del llamado "campo socialista", unos aliados de los que los herederos carecieron desde su implosión en los 80-90 y que, desde entonces, dejaron a tales gobiernos más o menos a la deriva, a merced de los intereses del capital internacional.

En la actualidad, este movimiento por los derechos civiles, que trató de ser llevado a cabo por las clases trabajadoras de los países más salvajemente sometidos al imperialismo, los de la "periferia", junto con los estratos populares que tenían en cierto momento una vocación democrática, y que hemos de considerar tanto por sus objetivos como por aquellos a quienes les debiera competer movilizarse para conquistarlos, como un movimiento ciudadano, ha sido prácticamente eliminado, y sustituido y reemplazado en su totalidad por un mantra que convierte la alienación de los explotados en una especie de hecho deseable, y trata de hacer pasar el desclasamiento de los golpeados por el capital por una especie de virtud presentada como más "democrática" sólo porque alude a la "inclusividad" de todos -los corruptores de las instituciones públicas, los partícipes de la explotación laboral y los empresarios junto con ella; esa estupidez del 99% contra el 1%- y a la "transversalidad" ideológica y/o social, límite al que llegan las tristes y pobres argumentaciones en su defensa.

Imagen de la pasada campaña electoral
Esto y no otra cosa es lo que ha venido a demostrar la oleada de "indignación" ciudadana europea que empezó a recorrer Islandia, España o Italia a partir de hace ahora ocho años, impulsada aquella por los pequeños y medianos propietarios, a la cabeza de las clases medias, cuando los bancos privados decidieron paralizar la emisión de crédito y la crisis capitalista llegó hasta el sistema financiero, así como la irrupción de los partidos emergentes en una democracia burguesa que se han dedicado a catapultar hacia la más repulsiva farsa, excluyendo e invisibilizando ante el público a la clase trabajadora, intentando desclasarla con discursos patrióticos, y siempre apoyados por lo más sospechoso de la clase dominante.

Las luchas de la ciudadanía, y junto con ello lo más valioso de su movilización -la reivindicación popular de las libertades democráticas, su conquista o su defensa frente a los liberticidas, necesarias para el transcurso y progreso de la lucha de los trabajadores-, ha sido interpretada y dirigida desde un propósito conservador, incluyendo indiscriminadamente en la palabra como parte de un proyecto traicionero a todos ellos, explotadores y explotados, es decir excluyendo de la movilización consciente a los últimos, los trabajadores, a través del bloqueo y pacificación de la lucha de clases, impidiendo que aquellos expresasen sus luchas como clase organizada, y únicamente permitiéndolas en clave burguesa.

Una realidad reaccionaria que en cierta medida adelanta, en términos hipotéticos y todavía modificables, un futuro en el que los sectores populares y la clase trabajadora pierdan de facto tales libertades, hoy recogidas en el marco de la posesión de una ciudadanía.

En este sentido, la ciudad ha recuperado en España y en todos los países víctimas de esta ingeniería social, su significado original, aquel que tenía cuando el que no disponía de más propiedad que su fuerza de trabajo, no tenía derecho político alguno. Por esta razón, esta es la tendencia de futuro actual señalada por las movilizaciones ciudadanas, hoy sólo la reacción de una burguesía asustada que teme una salida revolucionaria a la crisis capitalista, la única salida posible.

Las luchas que lideraron los anteriores dos colectivos ha intentando poner en contraste qué son las reformas frente a toda la morralla por la que los populistas emergentes y unos reformistas que han terminado convergiendo con ellos intentan sustituirlas: conquistas que alcanza la clase trabajadora durante la evolución y el transcurso de su lucha.

El que de la oleada de revoluciones socialistas en el continente alrededor de 1917 se desprendieran la mayoría de derechos y conquistas para los trabajadores y trabajadoras y otros sectores populares, así como los derechos de las minorías, no es en absoluto una paradoja. Las reformas en el capitalismo sólo son posibles cuando los trabajadores se organizan y atacan el poder real, el del capital; cuando cuestionan el régimen de propiedad burgués y erosionan el beneficio.

Las 10 horas primero y las 8 después, así como el establecimiento de una legislación en defensa de los asalariados -el Derecho del Trabajo- son sólo dos ejemplos de conjuntos de reformas por las que combatieron mujeres, inmigrantes y otras minorías que sufrían la explotación laboral, y que fueron cedidas por la clase dominante con motivo del temor que le producía el que aquellas tuvieran una proyección de futuro, más allá de sí mismas, pero que, como tales, en el marco del capitalismo, tienen fecha de caducidad y están comenzando a ser erradicadas.

El hecho de que emergentes de la "nueva política" como los dirigentes del Partido de la Ciudadanía (C'S) -se dicen liberales- intenten maquillar la vocación sistémica y servidera de los ordenantes de los recortes enfeudados en la Comisión Europea de su formación, y traten de invisibilizarla o hacerla pasar por algo secundario con su apertura a la regulación del aborto -cuestión que contó desde mucho antes con el apoyo incondicional de la izquierda, incluso antes de que esta se quedase mirando el dedo que señala la luna-, o que los líderes británicos del Partido Conservador y del Partido Laborista -estos últimos se dicen ¡"socialistas"!, ni siquiera de lejos- se piropeen con el reconocimiento mútuo del matrimonio homosexual -conquista que aquí en España la falsa socialdemocracia análoga del PSOE tardó mucho tiempo en hacer suya- mientras guardan silencio sobre la política de "austeridad" en curso en el Reino Unido, pueden ser interpretados como algo no demasiado distinto o incluso exactamente coincidente con esto de lo que estamos hablando.

La clase dominante lanza trampas y cebos con la intención de desviar un centro de atención fundamental sobre la desigualdad social: los pilares elementales de un sistema productivo hecho a medida de los empresarios. Por el momento, la inexistencia de una clase trabajadora organizada, a la que unos y otros no han dejado de ignorar, marginar o directamente agredir con políticas sistémicas y antisociales, asegura el éxito de la estrategia de distracción.

Los dirigentes que se han tragado el cuento de la "nueva política" y la búsqueda despolitizada de "pasitos en común" para la posterior convergencia, y que han marcado el paso hacia el agujero negro en el que ha caído la izquierda reformista, no tienen capacidad para reconvertir las apropiaciones ideológicas que la derecha hace de la involución del programa de la izquierda en verdaderas reformas.

Han hecho de esa involución y renuncia algo de lo que los indecentes como ellos pueden sentirse orgullosos, porque permite la coalición de unas fuerzas electorales que apuntalan el capitalismo y sus consecuencias sobre los más vulnerables, todas ellas que están hundiendo ya en la pobreza extrema a los trabajadores, pensionistas y parados griegos, a los obreros agrícolas y a los jornaleros y que, tras la farsa del pasado 26 de junio y la reordenación institucional, parlamentaria y gubernamental, vamos a ir corroborando de ahora en adelante en el territorio del Reino del Terror, el de este país.



MICRORREFORMISMO, "NUEVA POLÍTICA" Y FRAGMENTACIÓN DEL TODO SOCIAL

"La lucha de los oradores en la tribuna provoca la lucha de los plumíferos en la prensa, el club de debates del parlamento se complementa necesariamente con los clubes de debates de los salones y de las tabernas, los representantes que apelan continuamente a la opinión del pueblo autorizan a la opinión del pueblo para expresar en peticiones su verdadera opinión. El régimen parlamentario lo deja todo a la decisión de las mayorías; ¿cómo, pues, no van a querer decidir las grandes mayorías fuera del parlamento? Si los que están en las cimas del Estado tocan el violín, ¿qué cosa más natural sino que los que están abajo bailen?"

(Carlos Marx, El dieciocho Brumario de Luís Bonaparte, Capítulo IV)

Aparentemente es algo más perceptible el sentimiento de aversión, de parte de las gentes comprometidas de izquierdas (muy pocos), por los gallineros que se preparan en las tertulias de televisión, que el mismo sentimiento, medido en el susodicho tipo de gente, sentido sobre el tipo de diálogo que establecen los "movimientos" y organizaciones emergentes con las masas o con otras organizaciones políticas, parecido al establecido en una tasca llena de borrachos.

Los comunistas son agitadores de la lucha de clases en favor de la trabajadora, por eso ni las fuerzas electorales emergentes ni ahora tampoco las que han convergido con ellas pueden ser organizaciones comunistas y apenas de comunistas. Aclarada esta pequeña cuestión, lanzo la siguiente pregunta: ¿qué pueden tener en común las patéticas discusiones entre la nueva y la vieja derecha sobre el pretendido carácter bolivariano (¿?) y hasta comunista (¡!) con el que el gobierno corrupto de este país pretendió connotar a la coalición apagafuegos de la protesta social, con el modelo de diálogo llevado a cabo en las plazas?

¿En qué se pueden asemejar las desastrosas emergencias y las posteriores convergencias políticas que ha exigido la actual coyuntura y estátus quo para desarticular las luchas de resistencia, y el ninismo político e ideológico puesto en práctica por algunas "izquierdas" en relación de complicidad con las últimas guerras de agresión imperialista?

No se si lo habrán notado pero con las dos preguntas precedentes trato de buscar relación a algunos de los aspectos que, con razón, han molestado a aquellos personas más conscientes y comprometidas, aquellas que nunca se conforman con la miseria y degradación intelectual e ideológica que padecemos.

No es una respuesta fácil, como verán, ni soy yo el más capacitado para intentar formularla, pero lo que parecen tener en común dichos fenómenos es un mismo paradigma de referencia, cuyo cometido consiste en impedir el desarrollo de un discurso teórico, con pretensiones racionales que vayan más allá de lo respetado por la ideología dominante, mediante su rotura en porciones infinitésimas, y enfrentando todo discurso con potencialidad transgresora con los anticuerpos archirrepetidos de la manipulada opinión pública.

La mayor o menor legitimidad de este nuevo discurso descansa en el número de veces que se repita cada uno de esos infinitésimos. El virus (o fantasma, que dijo Marx) es el comunismo, la revolución social, la reapropiación de los medios de trabajo para los trabajadores, la toma y el ejercicio de poder por su parte. Los anticuerpos son la reacción de un ser social alienado, contra el virus.

Una mirada sobre las "redes sociales" sirve para deducir que este paradigma está presente en ellas, las cuales encajan a la perfección con la matriz necesaria para impedir tal discurso de emancipación -al margen del uso que se pueda hacer de ellas, mayoritariamente perjudicial hoy en día- al igual que sucede en el bar en pleno éxtasis etílico, en los griteríos de los platós de televisión, o en la tradición iniciada en la Plaza de Sol durante mayo de 2008, hoy sólo nostalgia para los envenenados de asambleitis: espacios cortos de expresión que impiden -en el marco de expresión en la "red social" en particular- un constructo teórico de mayores proporciones, lo suficientemente complejo como para poseer capacidad de explicación satisfactoria de una realidad también compleja; constante "brainstorming" de ocurrencias que con frecuencia sólo son tonterías, cargadas de una vocación provocativa que oscurece el objetivo de lograr acercarnos a la explicación íntegra de la realidad, en aras del florecimiento del instinto animal y el bajo vientre del otro; y una dosis importante de tópicos que rapidamente encubren mentiras precedentes.

No es ejemplo absoluto ni total de ello, aunque en tanto que se enmarca en un contexto en el que las redes sociales se están utilizando como herramienta fundamental de hacer política (así que a cualquier cosa la llaman política y militancia) no está de más recordar ahora la utilización vejatoria de las redes sociales para difamar contra los abstenidos, entre los que se encontraban los comunistas que se abstuvieron de votar para las Cortes Generales a la nueva farsa legitimadora de los recortes de Bruselas -los socios europarlamentarios griegos de la farsa ibérica se están cubriendo de gloria-, muchos de los cuales eran veteranos del movimiento comunista en este país, algo que por cierto parece que les mantuvo alejados de la inexperiencia de la nueva oleada de oportunistas que dirigen las principales organizaciones obreras.


Los inquisidores online nos ha hecho a algunos recuperar de nuestra memoria el odio visceral que localizamos hace no demasiado en muchos ciudadanos justo después de la manifestación, en 2008, de una crisis capitalista que ya se estaba cociendo desde hacía años, temiendo una reedición de mecanismos sistémicos más "fuertes", más autoritarios, que continúen con la servidumbre de la sociedad española a los poderes fácticos, esta vez con otra cabeza de turco más.

Calificativos indiscriminados como "fachas", "comunistas", o "putos viejos"; insultos y culpabilizaciones a los abstenidos, de la victoria electoral de las organizaciones que aplicarán las "recetas", y demás lindezas por el estilo inundaron las redes sociales tras la primera frustración de la ilusión de cambio. No se de qué se extrañan tanto. Han mareado tanto la perdiz con sus etiquetas ideológicas, hoy esto mañana lo otro, que afortunadamente un sector de la clase trabajadora que no es demasiado numeroso pero que entró en razón acerca del oportunismo de la candidatura emergente/convergente, se ha hecho notar con su abstención consciente.

Algunos inquisidores de las redes todavía justifican sus palabras intentando matizar el colectivo al que se le debería -a su juicio- arrebatar el derecho al voto, o excluir del beneficio de los fondos de una Seguridad Social que no parece que vayan a tardar demasiados años en agotarse. Poca confianza dan los desilusionados con alma de linchadores en lo respectivo a la defensa del concepto democrático y a los restos de una redistribución que ni siendo generosos podíamos llamar justa, pero que los que somos y deseamos ser comunistas debemos defender por la integridad física y moral de quienes han de dar fuego a la miseria que viven y han de decir algún día "nunca más".

Continuando con la exposición de lo que son los espacios que impiden en su estado actual el desarrollo de una teoría emancipadora, es necesario aclarar que las horas y horas que duraban una sola de las asambleas indignadas no es algo que contradiga su relación cortoplacista con la taberna, el plató, o las "redes sociales". Ahí sólo se hacían con la palabra los espabilados gracias al agotamiento de los demás de su iniciativa frustrada de participar, en unas discusiones en las que lo importante era el número de intervenciones, casi nada lo que dijesen los intervinientes.

¿Cómo creen que fue posible esto
que denunció en 2012 el blog Gasteiz Antifaxista?
Los "activistas" de la Asociación DRY
provinieron de DRY
He ahí que la razón por la que el largo período de tiempo de discusión fuese empleado en ellas para hacer un mix del que el ejemplo inequívoco es el propio conjunto de comunicados difundidos entonces por las asambleas -unos eran de izquierdas, dice, otros, de derechas; unos apoyaron las huelgas, otros llamaron al esquirolaje; unos hicieron el papel de "poli bueno" y fingieron ser defensores de los obreros de la minería, otros muy ecologistas pero también muy sinvergüenzas descargaron en ellos su odio... ¡farsantes!-, tan disparatadamente heterogéneos como los historiales ideológicos de quienes podían formar parte y formaban parte de hecho de las mismas, muchos de ellos pura basura reaccionaria y hasta fascista.

En todos estos espacios -"redes sociales", discusiones del corazón político, "activismo" de estilo campista, un bar del casco viejo a las cuatro de la madrugada el sábado por la noche- se pone en marcha una interrupción de cualquier discurso, ya sea con la apariencia de un locutor que para hacer lograr valer su palabra se la arrebata contínuamente elevando la voz sobre los demás en un debate amañado, ya sea con la intención de hacer pasar por virtuosa una dinámica de diálogo completamente estéril para emancipación alguna que no sea la de las personalidades emergidas de las plazas, que ahora viven de las instituciones burguesas, o ya sea con el aspecto de un cuadrito en la pantalla del ordenador en el que cada carácter de abecedario que se teclea va restando una unidad de un total de ciento cuarenta.

En cualquiera de sus formas, vienen a ser síntoma de lo mismo. Son expresiones manifiestas de la sustitución del conocimiento por la opinión, que adquiere la forma de una fragmentación saboteadora de las argumentaciones lógicas que requieren de tiempo para ser expuestas y, sobre todo, formuladas.

En general, de lo que se trata con este paradigma de referencia aludido es de "tomar" toda teoría con el objeto de erosionarla por dentro como hace la lluvia con una roca, con la intención de darle la vuelta negando por separado todas y cada una de las premisas que, sin las conclusiones finales, sin sus inicios ni sus eslabones intermedios, sin el todo, no son ni significan nada, o mejor dicho, significan cualquier cosa. No es un procedimiento científico ni racional, ni construye ninguna alternativa, por mucho que pudieran decir los "alternativos", pero cala igualmente, poco a poco, en "la gente" y en sus organizaciones. Es el dogmatismo de siempre apropiándose despacio pero sin parar durante decenios, de las organizaciones que hasta hace no mucho estaban entre lo respetable, aunque lo llamen "nuevo". Es la tradición y el intento de legitimar lo que se dice sólo repitiéndolo una y otra vez.

Twitter es un buen ejemplo de todo ello. Tiene una tendencia inherente de atontar al personal usuario (millones de personas en la sociedad actual) y les pone en bandeja a quienes lo utilizan el creerse que están en posesión de grandes descubrimientos o sino, de mentes prodigiosas capaces supuestamente de expresar, criticar o superar en ciento cuarenta caracteres aquel conocimiento que otros han necesitado de toda una vida y montañas de tinta y folios para obtenerlo. Las redes sociales, en general, consiguen servir a los propósitos de propagar tópicos, informaciones falsas y manipuladas, y en general todo aquello que pueda dañar el trabajo de las pocas personas fieles en su profesión y comprometidas con la búsqueda de la verdad.

Nuestra experiencia sobre el surgimiento y los propósitos generales de la utilización de Twitter es sólo un síntoma de la microdinámica de sabotaje puesta en marcha para desarticular el trabajo teórico y reflexivo en defensa de los agredidos y violados del capitalismo; microdinámica que guarda mucha más relación de lo que pudiera parecer en un principio con el constante griterío que se produce en los platós, en los que las interrupciones entre tertulianos y locutores son constantes y de los que emana, por desgracia, la opinión del público (cosa que saben los cabezas de lista emergentes y demás aspirantes) , así como con la dinámica movimientista puesta en marcha por los aquejados de asambleitis, que creen ser originales cuando repiten la infinidad de tópicos que sólo son capaces de extraer de lo que oyen y leen, y que intentan encontrar en el consenso, a modo de charcuteros frustrados de su "militancia" (eso que llaman activismo y, también, cyberactivismo) en busca del equilibrio en la balanza de peso, una forma de "acción política" que, en sobradas ocasiones, ha demostrado que sólo puede terminar obedeciendo a los dictámenes del poder capitalista y acabar negando el motivo de ser de la acción política, cambiar sustancialmente el mundo.

De la mano del análisis, la explicación y la acción fragmentada de y sobre la realidad contemporánea, una sensación de caos parece haberse apoderado de las mentes pensantes, provocada por la insatisfacción de no haber alcanzado un conocimiento suficiente sobre aquella y por un orden socioeconómico prácticamente incuestionado entre cuyas tareas está la de impedir el desarrollo de una conciencia crítica, y convertirnos a todos en seres lobotomizados.

El método dialéctico, la resolución científica de los conflictos, ha sido sustituída en la acción política por el consenso entre una multitud de tésis y antítesis que pueden ser absolutamente contradictorias y convivir sorprendentemente en el mismo espacio y tiempo. No es tanto un problema estratégico, sino la nueva máxima de la acción política: sólo existe un tipo de variable, que es la que mide la diversidad de la naturaleza ideológica de cada una de las premisas que justifican una determinada acción, y cuanto más alto sea su valor, mejor, dicen los politólogos de "lo nuevo" y sus aprendices.

La acción política fundamentada en el consenso como método de progreso teórico y práctico es, como mucho, indolora para el capital, porque no es posible el equilibrio entre las fuerzas prosistémicas y antisistémicas para cuestionar su orden, y es nuestro deber averiguar el modo de sentar las bases para ponerle fecha de caducidad, despojándonos de todo lastre de vocación conservadora, algo que aterra a los nostálgicos de la indignación y a los pseudorradicales y falsos revolucionarios porque significaría no ser inclusivo.

El consenso, junto con el cortoplacismo y el "diálogo" corto de miras son parte de un mismo fenómeno paralelo a la involución en el programa político. Las organizaciones emergentes y las convergencias con ellas han sido la prueba de la fidelidad que se le guarda a este paradigma en los círculos intelectuales y en la política (hoy espacios alejados el uno del otro) y de la respetabilidad que presenta en los círculos del poder. Seguimos hablando de la fragmentación en el análisis, la explicación y la acción de y sobre la realidad.

Cementerio de La Barranca, Lardero (La Rioja)
A veces se hace cuesta arriba siquiera el imaginar cómo los pueblos de este territorio pueden mantener la memoria histórica. Si no fuera por quienes trabajan a diario por el reconocimiento de las víctimas de los leales al gobierno democrático y popular de 1936 por parte de un Estado que adopta la forma de un Reino al servicio de las corruptas clases de los burgueses y los terratenientes, o de los que no se olvidan ni un sólo año de honrar en los cementerios y en las fosas comunes a los familiares, amigos, compañeros y camaradas que cayeron defendiendo a la República de 1931, las consecuencias de la desastrosa y contínua penetración de esta cosmovisión en la izquierda, traerían consigo el magnífico logro de haber creado otro ámbito más de lucha, que podría haber sido llamado "movimiento por la recuperación de la memoria a corto plazo".

Buen ejemplo de lo que significa o puede significar la pérdida de la memoria histórica, incluida la memoria a corto plazo, y especialmente el fín de los programas políticos, es la desunión del sujeto colectivo que lucha contra una opresión determinada.

Cuando el FBI y otros cuerpos policiales federales y estatales desarticularon (mediante asesinatos oficiales y extraoficiales, introducción de drogas en barrios combativos, etc) la potente organización afroamericana que, si no era la más consciente de su situación en los Estados Unidos, estaba entre las más avanzadas -el Partido Pantera Negra, resultado de una evolución política tras el asesinato de Malcolm X-, el movimiento de los negros se rompió en una multitud de organizaciones separadas de afroamericanos o, si se quiere, el centro de gravitación de su movilización se desplazó desde una organización con intenciones de emancipación colectiva, hasta unas coordenadas en las que había una multitud de organizaciones dispersas y que representaban intereses grupales, que se podían lograr sólo a través del enfrentamiento con otros subgrupos más débiles de la comunidad negra explotada.

En los municipios y barrios periféricos de Los Angeles, la comunidad negra se (re)organizó en cientos de bandas (gangs) que, habitualmente, enfrentaban a unos afroamericanos contra otros, hasta el punto de convertir el centro-sur de la ciudad en un verdadero campo de batalla entre contrincantes que debieron haber combatido en la misma trinchera contra la burguesía blanca estadounidense.

Después de la desorganización de los negros en la que se tradujo una represión xenófoba y clasista, hoy todavía muy presente, de las instituciones estadounidenses contra las minorías étnicas, sólo en los disturbios de Los Angeles de 1992 se alcanzó puntual y efímeramente un grado notable de colaboración entre los negros, materializado en la autodefensa contra las agresiones policiales, y ese logro aún sin haber estado exentos aquellos disturbios, de los conflictos armados entre las propias bandas afroamericanas y entre estas y otras formadas por diversas minorías étnicas asentadas en la ciudad.

Angela Davis con Erich Honecker
La clave de esta desorganización de la comunidad negra en EEUU, de la que hemos de extraer una valiosa lección, radica en la reducción y final desaparición del programa de sociedad en la que deseaban vivir, una en la que la discriminación étnica estuviese erradicada. Muchos afroamericanos llegaron a hablar del socialismo y abrazaron el proyecto comunista durante la actividad política de los panteras negras. La vinculación de la militante del Partido Comunista de los Estados Unidos de América (CPUSA), Angela Davis, con el movimiento por los derechos civiles de los negros y con los panteras negras, es una buena prueba de ello.


La progresiva desaparición del programa, sin embargo, hizo que el horizonte de sociedad que deseaba la comunidad afroamericana se acercase hacia la respetabilidad que presentan las clases dominantes a quienes defienden un presente de injusticia y desigualdad, el presente del que se benefician: la comunidad negra miraba cada vez más hacia el suelo, y menos hacia adelante.

Un proyecto solidario se convirtió, poco a poco, en un proyecto con tantas analogías a cualquier otro que con toda probabilidad y facilidad podamos encontrarnos a día de hoy: uno que, en el mejor de los casos, ya no libera a toda una comunidad víctima de una opresión particular y determinada, sino a una parte de ella. Esto es lo que significa la inclusión de una minoría de la comunidad negra en los estratos de medios (de salario relativamente elevado) del sistema productivo en Estados Unidos, mientras el resto se hunde en la pobreza víctima de unas condiciones de trabajo pésimas y hasta de la completa exclusión de dicho sistema.

Se dice que algunos miembros de las "maras" (término que adquirió sus connotaciones negativas cuando los inmigrantes centroamericanos asentados en la costa oeste de los Estados Unidos se organizaron en bandas, al igual que los negros) de orígen salvadoreño, procedían del antiguo Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).

Desconozco por completo este hipotético pasado de los integrantes de las "maras" cuando todavía vivían en su país de origen. Sólo en caso de ser cierto, estaríamos, junto con el caso cierto de la comunidad negra en EEUU, ante otro ejemplo más de cómo una organización comprometida con la determinación de un colectivo víctima de una opresión, en este caso el pueblo de El Salvador (auxiliado económica y militarmente por el bloque progresista, del que menciono como ejemplos a Cuba, la URSS, y entonces a Bulgaria, Checoslovaquia o Vietnam) oprimido por el imperialismo yankee, fue seguida del exilio masivo y de la huída de las consecuencias de una guerra provocada por el gendarme mundial del capitalismo, y seguida del reemplazamiento por un proyecto de emancipación parcial, que excluye a los más débiles, que no es solidario, que sólo libera a los más fuertes competidores y excluye a los demás de la posibilidad de hacerlo.

Hablamos en este caso y en aquel, del mundo que hay fuera de la ley pero dentro de la misma lógica capitalista, del que las primeras víctimas, en el caso de la clase trabajadora y del lumpenproletariado, son las propias personas que la transgreden, sobre las que caen brutales penas de prisión e incluso asesinatos con firma y sello oficial, en el caso de los Estados norteamericanos federados con la pena de muerte vigente.

Algo similar le sucede a la clase trabajadora, de cualquier color de piel y procedencia étnica, en su lucha por resistir la presión de las cadenas del trabajo asalariado y de la propiedad privada. Esto es lo que significa la reducción del programa político y su conversión en electoral: perpetuar la injusticia con la que algunos todavía queremos terminar, que ha dejado de estar cuestionada por el degenerado programa. No es que la clase trabajadora, a merced de los sinvergüenzas que se han dedicado a renunciar una por una a cada una de las balizas rojas de la izquierda, hayan perdido su conciencia revolucionaria, es que queda realmente muy poca conciencia en sí. La clase trabajadora se encuentra noqueada, desnortada.

La opresión capitalista sigue ahí y nos lo continúa demostrando en Europa con cada explosión de lucha obrera en Grecia, o con las últimas movilizaciones y la huelga en Francia, pero los trabajadores, con la mención de excepción que merecen tales movilizaciones y otras no mencionadas, no terminan de lograr el nivel de organización necesario para prolongar sus luchas en un ambiente podrido de servidumbre, cobardía y renuncias bestiales de los que dicen ser sus dirigentes y representantes.

Para entender este cortoplacismo que aqueja a los programas, y que aleja a la clase trabajadora del reto de crearse una organización lo suficientemente avanzada y estructurada como para que le permita dar pasos continuados hacia el derrocamiento del régimen burgués, para comprender una cosmovisión popular líquida en su manera de percibir una realidad interrelacionada y de la que ignora su sólido carácter de clase en casi todos sus ámbitos, que impide la consolidación y el establecimiento de una hoja de ruta de emancipación socialista y que intenta atrapar a los trabajadores y a sus nuevas generaciones en un bucle interminable de discusiones estériles, hay que indagar en la teoría las involuciones en la práxis de las que hemos sido testigos y víctimas durante todos estos años.


LA TEORÍA HA DE SERVIR PARA ALUMBRAR EL CAMINO, NO PARA DESLUMBRAR A QUIENES PRETENDEN DESBROZARLO

La monopolización de la escena académica por el postmodernismo significó la expulsión (temporal), en el campo de batalla ideológica, de la izquierda intelectual marxista y su sustitución por una "izquierda alternativa", que también suele ser referida como "izquierda radical".

La "izquierda alternativa" comenzaba a dar sus primeros pasos hacia el abandono del programa político de la izquierda, fundamentado en la redistribución equitativa de la propiedad-riqueza (una vez que la evolución del pensamiento socialista puso al descubierto la relación entre ambas), por el paradigma culturalista e identitario, imperante por el momento, y que destila abiertamente la idea de que incluso el raciocinio humano en sí mismo ha de relativizarse, equipararse y hasta confundirse con aquello que nos asemeja irremediablemente a los animales, o directamente negarse.

La época de mayor popularidad de esta "izquierda alternativa" coincide con la explosión de los "movimientos sociales" y del movimientismo de los años 60, una misma forma de entender la realidad de manera "fluída" o "flexible", que sobre la base de la identificación de diferentes constructos de sujetos colectivos resultantes de las operaciones de la cultura en nuestras mentes, concibe la realidad como una finca parcelada cuyos sectores han de ser labrados aisladamente por cada uno de aquellos.

Sólo como consecuencia de esta desastrosa forma de entender la realidad sumamente ligada a la división de quienes sufren una injusticia con raíces similares, así como de la manera de concebir la vía para transformar dicha realidad, las voces de la "izquierda alternativa" postulan la necesidad de converger en las luchas, después de haberse dedicado a fragmentarlas durante años en diferentes "campos" de actuación, asociados con distintas identidades sociales, dando lugar a una especie de macedonia de verduras que algunos dieron en el clavo en su día en llamar plataformismo, y en el que es difícil distinguir qué es qué.

El legado de conquistas que nos dejaron los tiempos de movilización generalizada de la clase trabajadora en todo el mundo terminó por tener sus reflejos en versión movimientista en las luchas feministas contra la opresión de la mujer, o en las luchas antiimperialistas por la soberanía popular o nacional y por los derechos ciudadanos, entre otros ejemplos.

Pero hoy la gruesa mayoría de los supuestos organizados (no para acabar con el capitalismo, desde luego) pelea en esos espacios de lucha por extraditar ideológicamente todo rastro de conciencia de clase, como si lo relativo a la explotación de la mujer no formase parte del "lugar" correspondiente para hablar de las mujeres pertenecientes a las clases sociales burguesas y a las trabajadores, o el hacerlo debiera estar limitado; como si los marxistas tuviesen que irse a predicar en un museo porque son parte de "lo viejo" y necesitasen escuchar de algún sabelotodo dónde tienen que irse a hacer trabajo militante primero, dónde después.

Hoy ya no se conquistan los derechos elementales suscritos por cualquier régimen político que diga ser democrático, sino que están en el punto de mira e incluso se comienzan a perder. La inclusión de las clases burguesas y opresoras en los diferentes ámbitos de lucha ha ido haciendo dichos espacios, poco a poco, parte de lo respetable y tolerable por el régimen capitalista, de la mano de un interminable y aborrecible acomodamiento del proyecto a los estándares que dichas clases poseedoras defienden; la difuminación del liderazgo de la clase trabajadora en diferentes identidades sociales ha ido progresivamente desactivando las luchas y despojándolas de su función y capacidad emancipadora.

Ahora que la crisis capitalista aprieta y el fascismo se asoma, la respetabilidad y la tolerancia que ya presentaba el capital ante los espacios de lucha que desclasó el "movimientismo" (derechos de las mujeres, de los pueblos y de las minorías étnicas, etc), se extienden hasta el propio ámbito de la clase trabajadora y el movimiento obrero, como sugiere el corporativismo característico de la "nueva política" y de las organizaciones, partidos o movimientos emergentes, especialmente de uno que todavía tiene bajo su manga el recurso de hacer de la democracia un nuevo sistema de representación orgánico bajo su tutela y supervisión (ese monstruo fracasado, pero peligroso por su ejemplo, de los sectarios círculos de Podemos), por encima de la que se realiza desde el propio Estado, que aún está dentro de los márgenes interpretativos liberales de la democracia. Los "hombres de Estado" y demás personalidades están marcando el paso de la evolución del Estado, de acuerdo a las necesidades de la clase que tiene el poder.

Las identidades sociales sólo son, sin prejuicio de la importancia que ha de atribuírseles y de la enorme influencia que tienen sobre las masas, artificios culturales. La clase trabajadora, lejos de ser solamente una "identidad" -lo único que ven los postmodernos- es, a juicio de alguien que intenta buscar la comprensión de la realidad social a través de sus cimientos más estables, aquellos que garantizan la dominación de clase que padece la trabajadora, una conciencia acerca de la función sostenedora del modo de vida de diferentes minorías que utilizan el trabajo ajeno para su enrriquecimiento, y que buscan su emancipación egoísta reproduciendo la injusta relación trabajo-capital del actual modo productivo, mientras aquella, la clase trabajadora, sólo se queda las migajas, cuando las hay.

Fdo: el neomarxista Manuel
Perez Ledesma. Me parece
un ejemplo del daño
causado por la postmodernidad


No podemos reducir el colectivo formado por los que venden su fuerza de trabajo a una identidad social: la clase trabajadora es una realidad accesible, sino a través de la propia experiencia del trabajo asalariado, a través de la economía política en el caso de quienes tienen el privilegio de tener algo de tiempo para dedicarse a ello; a través del estudio científico del funcionamiento de la economía de acumulación capitalista. Por mucho que los postmodernos sean capaces de hacer pasar a la clase trabajadora por un "nacionalismo de obreros".

Las identidades sociales son cambiantes. Mientras la propiedad de los medios de producción esté restringida, la cultura siempre ideará diferentes colectivos con los que los trabajadores, los explotados, puedan identificarse -patrias, naciones, ciudadanías de uno u otro país, etc-, oportunamente diseñados para determinadas coyunturas y debidamente adaptados para confundir y desactivar las auténticas luchas lideradas por quienes viven día a día las consecuencias más obvias de la explotación, pero esta explotación de clase tenderá a permanecer como realidad incuestionada como resultado de la mencionada reordenación identitaria que divide a los trabajadores entre sí, y a la vez los incluye junto con sus explotadores, y no ser consciente de tal condición sólo retrasa la emancipación socialista y alarga innecesariamente el sufrimiento de millones de personas.

El postmodernismo, las reorientaciones de las luchas de las minorías desde las finalidades emancipadoras hacia la más que sospechosa respetabilidad que actualmente presentan, pueden visualizarse como la expresión de esta victoria en la tarea que tiene como finalidad confundir a la clase trabajadora.

Si no del mismo surgimiento, los años 60 fueron la época de mayor impulso de lo que se ha venido llamando en numerosas ocasiones la "nueva izquierda", una involución ideológica y política que conserva una gran inercia en el presente, que hizo pasar lo que hasta entonces había sido un resultado efectivo de la lucha de la auténtica izquierda revolucionaria contra el poder y la renta del capital -única lucha con pretensiones duraderas-, el reconocimiento legal de los derechos que lograron las minorías identitarias de diverso tipo, por el objetivo máximo socialista y por todo aquello a lo que la sociedad puede y sólo debe aspirar; para hacerlo pasar por la raíz de la injusticia, una que nace de una sociedad dividida en clases como lo está toda aquella que se asiente sobre la propiedad privada y el trabajo asalariado. La "nueva izquierda" se niega a sí misma al renegar de la supresión del capitalismo y su base material, y de la toma de partido por la clase trabajadora.

Del rechazo a la Razón ilustrada y de la negación del potencial carácter de aplicación universal de los ideales de la Modernidad -la igualdad, la justicia o la fraternidad-, se explica la tendencia de desaparición de los frenos a todo tipo de arbitrariedades humanas y a los personalismos, de lo que no es otro ejemplo la erradicación del programa político.

Los líderes emergentes y convergentes de la nueva derecha pretenden que una sociedad que antes se hacía la indignada por el incumplimiento de las promesas que estaban escritas en el documento de una candidatura, se fíen ahora solamente de su falsa palabra "republicana" o "antiimperialista".

¡Canallas! Sois la reacción contra la clase trabajadora
y los sectores populares. Por eso levantáis
el puño con vergüenza
Más vergonzoso y lamentable todavía es el estar obligado a reconocer que lo consiguen, y obtienen como premio sus apoyos electorales -estimen ustedes qué proporción de votos, de los alrededor de 4 millones que obtuvieron las candidaturas emergentes, proceden de las antiguas candidaturas republicanas y de izquierdas-, en los casos en los que todavía esta nueva derecha no les haya logrado reprogramar mentalmente (reideologizar, repolitizar; procesos que vienen después de la desideologización y la despolitización de las luchas; ¿les suena?) en la abierta apatía por tales conquistas inconquistadas en este país, todas aquellas a las que han venido renunciando.

La "izquierda alternativa" ha tenido diferentes cristalizaciones. Dentro de lo más amorfo, se hace posible identificar, no sin dificultad, el plataformismo de movimientos sociales, la anti/alter globalización, rodeado/a en ciertas ocasiones de un cierto mal sabor de boca a insurreccionalismo descontextualizado, en otros casos de un perroflautismo ofensivo y provocador.

Del segundo "aroma" sólo se me ocurre decir que una vez ví como en una manifestación obrera del sur de Madrid, un tipo que se había tomado en serio su papel de bufón (tanto, que iba vestido de payaso) se colocó en la cabecera, mirando hacia los trabajadores, con una enorme bandera de la Unión Europea a la espalda, mientras saltaba y lanzaba pompas de jabón. Menudo anormal. Aquella mascota se había escapado de sus habituales batucadas y "flashmobs".


Pero en el primer caso, hablamos de un insurreccionalismo que tiene un problema con las instituciones de la democracia representativa, pero sospechosamente no lo tiene casi nunca con su carácter de clase burguesa, y que está cargado del exagerado afán de muchos de los insurreccionalistas por aparecer en las portadas de los periódicos sensacionalistas de los medios de comunicación del capital, y en muchos de los "alternativos".

Muchos de quienes podrían ser enmarcados en mayor o menor medida en este ámbito del radicalismo pequeñoburgués, afirman que es posible separar la decidida apuesta de los propietarios de los medios de comunicación por defender los intereses privados propios de toda su clase, de su papel de ensombrecer y o tergiversar el contenido de las luchas de los trabajadores -como si una cosa no fuese con la otra-, dando cabida a la insinuación incierta de que la revolución social podría contar algún día con algún favor de los propietarios o de los indecentes de los directores y presidentes que nombran a dedo, individuos de la talla de empresarios y marqueses de antecesores fascistas como el difunto José Manuel Lara Bosch, expresidente del Grupo Planeta (una de las corporaciones que se han dedicado a hacer propaganda de la "progresía"; con esto se entiende mejor la génesis del populismo violeta), y están convencidos de que una violencia que parecen contemplar como gratuíta (tanto como la del final de la primera manifestación por la dignidad del 22 de marzo, violencia que iniciaron los provocadores fascistas; es decir nada gratuita, cuando la policía tuvo vía libre para la represión) o cuyas consecuencias ignora, empodera de alguna manera a las clases oprimidas.

Entre lo amorfo que más guarda las apariencias, el engendro de una "izquierda anticapitalista" que opera en las instituciones con las mismas variables ideológicas que las del resto del "alternativismo", y que resulta redundante en su alusión al anticapitalismo, pareciendo ocultar algún tipo de vergüenza en decir cómo se llama la alternativa al capitalismo y en qué consiste, y como si les diera miedo afirmar que esa auténtica alternativa que no pronuncian es indudablemente superior en niveles de justicia, moralidad e igualdad, como ya señalase algún teórico y analista marxista hace muchos años en cierto artículo. No es de extrañar, pues, que el populismo emergente haya contado también con el impulso de la "izquierda anticapitalista", con el que tantos rasgos guardan en común.

El comportamiento de la pseudoizquierda que, mientras la auténtica se dedicaba a concienciar sobre el peligro y los posibles, probables, y finalmente efectivos devenires de la "primavera árabe", sonreía ante la impresión de pegatinas con los colores de la bandera de la monarquía colonial siria servidera del Imperio y agitaba entusiasmada en las calles españolas los colores del sultanato del Rey Idris de Libia y la media luna islámica, es una vergonzosa muestra de las catástrofes humanitarias que muchos "intelectuales" pueden llegar a adelantar en la teoría con sus apuestas por la indiferencia -que diría el marxista italiano Antonio Gramsci, a quien tanto prostituyen-, es decir, sus apuestas por la defensa del orden capitalista.

Una indiferencia que surge de la equiparación indiscriminada de los principales componentes de los beligerantes de la contienda: por un lado, una mixtura opositora de mercenarios, asesores y militares occidentales, y extremistas del Corán que imponen la religión en la normativa social y oficial de los países chantajeando a los pueblos árabes y maghrebíes con el genocidio, con el fin fundamental de arrebatar los recursos energéticos de las manos nacionales y ponerlos en circulación en el mercado capitalista para beneficio principal de los Estados Unidos; por otro, regímenes laicos que intentan hacer valer sus legalidades, en pleno acuerdo con una normativa internacional que les reconoce su existencia, y que son los principales garantes de la soberanía de los pueblos y las principales barreras frente al yihadismo y al terrorismo islamista.

Durante decenas de años, estos gobiernos combatieron efectivamente a los grupos religiosos y aunque a estos últimos, desde occidente, se les ha proporcionado armas y recursos económicos, el ejército sirio ha logrado ser el centro sobre el que se articula en Oriente Medio la lucha contra Daesh y Jahbat Al-Nusra, entre otros grupos terroristas.

Los pseudoizquierdistas trataron de embellecer su postura con las bonitas palabras del "ni OTAN, ni Gadaffi", a pesar de que fortaleciendo una legitimidad e impostura por parte de la sociedad sobre el derrocamiento del gobierno de Gadaffi que contrasta negativamente con la pasada y multitudinaria oposición a la invasión norteamericana de Irak, permitieron la fragmentación étnica del país y el saqueo del petróleo cuya redistribución explicó, como en ciertos países con yacimientos de recursos naturales y energéticos, buena parte de los beneficios de los que disfrutaron los sectores populares y las minorías étnicas cuando sus gobiernos reinvirtieron en el país los beneficios que proporcionaban, antes de que la crisis capitalista emergiera desde las profundidades del sistema productivo.

Algo no demasiado distinto sucedió con el ninismo ideológico, un desagradable síntoma de la potencial deriva fascista de la sociedad española, cuya solidificación social sería la demanda abierta y explícita de un régimen político que impidiera por la fuerza bruta la crítica, para cuyo éxito pasado en este país -lo que significó el triunfo del franquismo- necesitaron sus ideólogos precursores hacer propaganda, a principios del siglo XX, del agotamiento de las ideologías, y que tuvo sus reminiscencias en una sociedad depauperada por las políticas "anticrisis" con el ciudadanismo de las plazas de hace unos años, que se hacía gala de la inclusión indiferente de las ideologías en el "movimiento", hoy heredado por unos partidos emergentes que quien sabe si podrían volver a recurrir como entonces a los bajos instintos de las masas, en un intento de recuperar el "todos son iguales" y el "que se vayan todos", ese cuento chino de que todos los políticos son "casta" -mentira, los burguesitos patriotas y ciudadanos les votan en cada convocatoria electoral, junto con los sectores desclasados de la clase trabajadora- menos ellos, los "ciudadanos politizados". Hasta que se instalan en las instituciones burguesas, momento en el que los populistas les descastizan.

Lo que consigue el negacionismo ideológico antes, el inclusivismo y la transversalidad ideológicas ahora, es fundamentalmente lo mismo: evitar la confrontación ideológica y, con ello, evitar la discusión de todo proyecto político. Toda pretensión autoritaria prepara antes el terreno en las conciencias, para suavizar la asunción de la nueva versión extrema de la dictadura del capital frente a la que nos encontramos.



LA POSICIÓN CONSCIENTE ADOPTADA POR LOS COMUNISTAS DEL ESPACIO DE ENCUENTRO COMUNISTA

Hace ya casi un año, un grupo de comunistas procedentes de sus propias y variadas trayectorias militantes decidieron, conscientes de que las discusiones entre comunistas no son nuevas pero también de que estas han sido utilizadas durante demasiado tiempo como herramienta de autoflagelación, que había llegado la hora de romper la división irracional y el aislamiento inadmisible de la reivindicación de la lucha por la sociedad comunista, en un ambiente de respeto entre camaradas, y de plena compatibilidad con todas las luchas y formaciones con las que el conjunto de comunistas del Estado están ya vinculados con independencia de la convocatoria de tal evento.

Si los comunistas son aquellos que en un futuro deben constituirse en vanguardia del proletariado y han de estar un paso por delante para adelantar y acelerar los acontecimientos, para hacer menos sufridero el derrumbe de una organización (anti)social que lleva en sus genes su propio final, entonces es imprescindible la comprensión racional previa de la realidad social que se pretende cambiar; la realidad capitalista.

La división de los revolucionarios y la falta de acuerdo sólo significa, en el contexto temporal en el que nos movemos, que los comunistas han estado fracasando durante decenas de años en dicha tarea, y aquellos pensaron que ya es hora de ponerle coto.

Por esa misma razón es necesario, inevitable y muy deseable que estos compartan experiencias y conocimientos con el objeto de avanzar en el análisis y la comprensión del capitalismo actual, reto que los comunistas presentes en el encuentro, sabeedores de toda la magnitud de aquella expresión de Rosa Luxemburgo, socialismo o barbarie, aceptaron magníficamente.

Desde entonces, el encuentro ha ido creciendo, muy modestamente, a su ritmo, en fuerza e implantación. En Madrid, La Villa de Vallecas y los distritos de Arganzuela, Carabanchel, La Latina, Usera, Villaverde y Vallecas ya cuentan con espacios de base de la iniciativa. En Córdoba también cuentan con uno, y en Castilla y León la propuesta se dio a conocer el pasado mes de julio.

Los comunistas que se reunieron integralmente por última vez en el mes de marzo como parte de un Espacio de Encuentro Comunista (EEC) tomaron efectivamente la determinación, desde el día 26 de septiembre del año pasado, de que, como todos aquellos dispuestos a controlar el principio del derrumbe del capitalismo y a dirigir la nave en llamas hacia la superación del enorme abismo que puede suponer su colisión sin unos pilotos con la voluntad de ayudar a sus tripulantes (los que hacen que hasta ahora haya podido mantener el vuelo), habrán de permanecer por el momento períodos difíciles de incomprensión y trabajar en la oscuridad, lejos de las cámaras de los propagandistas y demás voceros del sistema que tratarán de silenciarlos y marginarlos.

Pero precisamente por haber tomado esa decisión, iniciaron también un trayecto ineludible de todo comunista, en especial cuando la pequeña burguesía y las aburguesadas clases medias que la acompañan, lejos de mirar hacia un futuro de socialismo, lo hacen hacia un pasado de bienestar que ya está olvidado por la oligarquía que les dirige, publicita y da soporte, como ocurre siempre que estas se encuentran con la crisis. Hoy, como en 1945, los comunistas jugarán el papel fundamental en la derrota del fascismo mientras enarbolan la bandera roja.

Este trayecto no puede ser otro que el de asentar las bases de acuerdo entre comunistas para posibilitar, en un futuro que todavía está (y lo seguirá estando, por el momento) por ser determinado por multitud de circunstancias, la formación de una verdadera organización de vanguardia del proletariado, plural no en el sentido "radical" que le otorgan los representantes de la pequeña burguesía (inclusividad, transversalidad y demás tonterías engendradas en los círculos universitarios), sino en el sentido al que se refrió el viejo revolucionario alemán cuando escribía sobre el fetichismo: plural en la capacidad de admitir la colaboración de todos aquellos que comparten el objetivo de alcanzar la justicia social -el socialismo- y la convicción de discurrir científicamente para lograrlo.


"El carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos, y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores

(Carlos Marx, Manuscritos de 1844)

Se ha dicho en ocasiones, que el marxismo se olvida de todo aquello que no tiene que ver con los aspectos materiales de la realidad. Sin embargo, siempre se ha hecho posible y hasta necesario el tratamiento de cuestiones que se refieren a lo que la filosofía y la sociología marxista acuñó en su día, mucho antes de que los postmodernos lo monopolizaran e impusieran su perspectiva culturalista, con el término de superestructura.

Los hombres y mujeres no son sólo productores en el sentido físico, material. También producen otras cosas. Del mismo modo que las estructuras sociales del capitalismo niegan su expresividad y su potencialidad en la producción material, estas estructuras sociales también son un impedimento para que la mente humana, en contra de lo que pudieran afirmar los liberales y los schumpeterianos, se desarrolle intelectualmente y pueda operar sin las ataduras y lastres a los que la sociedad la encadena actualmente.

En lo que respecta a la potencialidad de lo material, de la infraestructura, de las máquinas, de la tecnología, los incuestionables avances tecnológicos tenidos lugar en los últimos tiempos hace mucho que están prioritariamente destinados a la intensificación de la explotación de los trabajadores, como siempre lo han estado desde que la burguesía es clase dominante. También a la censura de la disidencia, hoy encubierta bajo formas contemporáneas (redes sociales, sobreinformación o atiborramiento de consumidor/espectador, manipulación periodística, vigilancia y control intensivo, etc). Y también particularmente, en la inestable fase monopolista del capitalismo, a la autodestrucción de nosotros mismos como especie en una guerra mundial.

Una de las cosas que el revolucionario alemán estaba queriendo decir en sus manuscritos, es que el fetichismo de la mercancía propio del modo de producción capitalista, expresa las relaciones sociales humanas a través de aquellas, las mercancías (sus productos), de forma que los hombres y las mujeres son víctimas de sus propias creaciones.

Los seres humanos, creadores por naturaleza de todo tipo de obras y que pueden ser tan originales como individualidades conforman cada uno de los que pisan y trabajan este planeta, son sin embargo enajenados de sí mismos, expropiados de su personalidad y reducidos a máquinas de simple supervivencia (reducidos a su capacidad de perpetuarse en el tiempo), en todos los sentidos. Son convertidos así en corresponsables de la reproducción de las relaciones sociales capitalistas.

En lo que data sobre la potencialidad del pensamiento e inteligencia humanas, sirviéndome de mi breve experiencia sobre los hombres y mujeres que dicen ser de izquierda y que están o parecen estar políticamente involucrados (porque están comprometidos de verdad con la igualdad o la justicia; porque sólo quieren vivir del cuento y tales ideales se la traen al pairo, que los hay a montones; porque tienen el privilegio de disponer de tiempo para hacerlo, etc), puedo afirmar que no parece que tengan ellos muchos que decir y ofrecer como alternativa a un capitalismo en derrumbe. Y no es por otra cosa por lo que se puede decir que, con las excepciones correspondientes, el pensamiento único ha triunfado en diferentes ámbitos, empezando por la economía, y siguiendo por la política, la academia, etc.

Este pensamiento único es, pues, expresión de una izquierda que ha dejado de serlo para transformarse en derecha, síntoma de una izquierda que ha renunciado a su razón de ser para poder aceptar un presente para cuya transformación surgió.

Como parte de esta degeneración bestial de las luchas, los comunistas llevan permaneciendo durante muchos años en un bucle interminable entre reformismo sistémico y marginación, percibiéndose el carácter reformista que adquirieron las gruesas y nutridas organizaciones en las que actuaban, como excusa y justificación de la desconexión de la realidad de otras de ellas, insuficiente y escasamente implantadas o absolutamente inoperantes en la lucha de clases, y abstraídas en unas doctrinas particulares que hace mucho que dejaron caer el testigo del Octubre más grande que se recuerda y que les enfrenta estúpidamente entre sí.

Hemos hablado en apartados anteriores de la fragmentación del todo social, de la fragmentación del modo de entender la realidad e inferir sobre ella, y de cómo esta cosmovisión inminentemente postmoderna ha terminado por afectar negativamente a la organización de la clase trabajadora, a la que se le ha arrebatado la conciencia sobre sus intereses, a la que se le ha intentado reducir en su condición a la de simples ciudadanos-consumidores y a la que, finalmente, se le ha hecho caer en el cortoplacismo y el espontaneísmo más estériles para su lucha.

Eso se demuestra con los hechos.
El que un sector importante de los que se decían comunistas no haya participado activamente en la oposición al proceso de finiquitación de la izquierda tal y como la conocíamos en este país, sólo puede ser explicado con la aceptación de este paradigma de lo aislado y lo fragmentado. Esto ha explicado la convergencia con una organización emergente nacida de ese paradigma de sabotaje de las luchas de izquierda, en las tripas del 15-M, de Contrapoder, de las de la "izquierda anticapitalista" y, en general, de la iz-mierda que renegó de la redistribución (socialización) de los medios de producción (o antepuso a ella el más penoso relativismo), imprescindible para lograr una meta que no creen posible lograr para el conjunto humano, la justicia.

Si no han formado parte directa del mismo proceso de erradicación de la izquierda de la mayoría de este país y de su disolución en el oportunismo electoralista y populista emergente, parte importante de tal "identidad" comunista ha permanecido indiferente ante el mismo, algo que es igualmente impropio de los comunistas y que sólo es posible de entender desde el punto de vista de quien piensa que lo que le pasa a su alrededor no le afecta en absoluto. El paradigma de la realidad fragmentada encaja aquí, más de lo que a muchos les gustaría reconocer, con este dogmatismo del que estamos hablando, el que se ha apoderado de la ex-izquierda, incluso de la que dice ser más radical, y esto afecta sin duda y por desgracia a una simpatía comunista en general desorientada.


SÓLO UNA NOTA MÁS

Lenin, en los capítulos II y III de su obra contra la ultraizquierda y la enfermedad infantil del izquierdismo ("Una de las condiciones fundamentales del éxito de los bolcheviques", y "Las etapas principales de la historia del bolchevismo"), dijo refiriéndose a la lucha de clases rusa:

"En ningún país estuvo concentrada en tan breve período de tiempo semejante variedad de formas, matices, de métodos de lucha de todas las clases de la sociedad contemporánea [...]

Todas las concepciones programáticas y tácticas son contrastadas por la acción de las masas. Lucha huelguística sin precedente en el mundo por su amplitud y dureza. Transformación de la huelga económica en política y de la huelga política en insurrección [...]. Nacimiento, en el desarrollo espontáneo de la lucha, de la forma soviética de organización"

(Capítulos II y III de "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo", Vladimir Illich Lenin)

Ni con las diferentes marcas y rastros que los brillantes pensadores marxistas han dejado, ni con todas las formas que ha adoptado y adoptará la lucha de clases, hemos de tener la actitud de un monarca que las observa desde su trono, sino que todas ellas han de ser discutidas, criticadas, y objeto de nuestro análisis, uno que sea capaz de extraer lo favorable y lo desfavorable para el propósito del establecimiento de un poder obrero, un poder de la clase trabajadora, y que sea consciente del actual estado de la lucha de clases y de la capacidad de elasticidad de la trabajadora en el momento dado.

Los comunistas deberían ser capaces de conseguir tomar la historia teórica y práctica de la clase trabajadora durante toda la experiencia que precede e incluye a la insurrección de Octubre, desde la constitución de la Comuna de París hasta el asalto del Palacio de Invierno, como una mina de oro rojo para la revolución, desquitándose de la idea de que unas partes de la obra de los marxistas les pertenecen más, por derecho natural, que al resto de camaradas.

Los consejos obreros que se propagaron en Rusia como una epidemia, la semilla de la sociedad que los comunistas desean construir y que seguramente terminará organizando de nuevo a la clase trabajadora no en los despachos, ni en las Cortes Generales, ni en la Universidad Complutense, ni en Sol sino en sus puestos de trabajo, no pudieron surgir sin el profundo trabajo de concienciación que realizaron los bolcheviques, que extendieron ante los obreros y los campesinos, como nunca antes lo había hecho nadie, la alfombra roja del comunismo desde la dura realidad de sus vidas hasta el mismísimo asalto a la "Bastilla rusa", a los puentes, a los cuarteles, y a toda institución que se negó a aceptar su voluntad.
Respuesta de trabajadores soviéticos
contra el golpe de Estado de Boris Yeltsin
(Moscú, 1993)



NOTAS:

El Espacio de Encuentro Comunista (EEC) ha estado trabajando durante el último año (y continúa haciéndolo) en una tarea analítica cuya necesidad corrobora y da sentido la misma diáspora comunista. Dicha tarea ha exigido y necesitado de la relación crítica entre comunistas. Aquí tienen ustedes los documentos analíticos que han elaborado.