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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

sábado, 6 de agosto de 2022

Anticomunismo y fascismo: el compadreo no es cachondeo

Por Arash

El refrán "dime con quien andas y te diré quien eres" no es aplicable para describir mi orientación ideológica, en primer lugar, por lo que respecta a la primera parte de aquel, porque no se puede hablar de ese aspecto de mí en base a unos cerdos fascistas con los que no me codeo ni en pintura, y en segundo porque creo que hay que contestar, aunque fuese tarde y mal, esa bilis anticomunista que escupe la serpiente, con la que están logrando impregnar la conciencia de muchos que se identifican a sí mismos de diferentes maneras.

Reconozco que no he sido justo conmigo a la hora de dar esa respuesta: puede que estar desempleado, un tiempo ya demasiado prolongado, o no haber conocido hasta la fecha una estabilidad laboral, me haya estado predisponiendo a rodearme más de la cuenta, de forma agotadora, con cierto tipo particular de desagradecidos, individuos que desconocen por completo tanto la manera en que fue alcanzada en el pasado la calidad de vida que tienen, esa de la que aún disponen mientras venden lo suyo a plazos cada vez más inciertos, como el marco de libertades que lo hizo posible.

No me engaño, sé que en el sentido socioeconómico somos los mismos pringados de siempre estemos dentro o fuera, que en los centros de trabajo, de distintos sectores y con distintas condiciones laborales, se respira el mismo hedor que en la puerta del bar o la taberna. Pero la realidad de una alternativa hoy inexistente frente al temible horizonte que nos espera se tendría que construir, para que fuera creíble, no tanto "ahí" pero sí "desde ahí", que es donde se da la explotación, y estar lejos obstaculiza el mantener los pies en la tierra tanto como cuando la tienes enfrente de las narices y no quieres verla. Hago lo que puedo, no es fácil cuando el mundo enloquece.

Desde los tiempos de la transición seguramente nunca habíamos vuelto a conocer, hasta la fecha actual, un ambiente tan hostil -tan normalizado y aceptado- hacia todo aquello que se asocia con ese término tan emputecido al que recurren cada vez más para dejar de pensar con la cabeza y empezar a expresarse con el intestino, sean ideas eso que se asocia a dicho término, argumentos, e incluso personas. E importa poco la mayor o menor semejanza o, por el contrario, la total falta de correspondencia de dicha asociación. 

El último hijo de la gran puta al que escuché hablar de cerca era un malnacido que, habiéndose ocupado antes de excepcionar, eso sí, a aquellos de quienes decía que era amigo, como cuando en el franquismo se le perdonaba la vida a algún conocido, encontró el momento para espetar: "a mí lo que me gusta es dar de hostias a los etarras y a los comunistas". Los viejos, como esos miles que contra viento y marea han estado tanto tiempo en las calles reivindicando la defensa de lo nuestro, habrían captado al instante la naturaleza de tal declaración, pero se vé que en las generaciones posteriores consiguen engañar incluso con maneras tan obvias como esta. ¿Por qué se creerá en estas últimas que los fascistas divulgan a los comunistas como los mayores enemigos? Me muero de curiosidad por conocer lo que responderían.

Obviando sólo por un momento, y sin pretender ser selectivo en mi repulsa absoluta al terrorismo o la represión, su fétido desaire hacia aquel último de esos dos grupos tan dispares entre sí, sólo un poco después mencionó a cierto partido de la socialdemocracia vasca en una conversación que le oí mantener, así que enseguida tuve otra corroboración más de que, si había llegado a hacer gala de su execrable condición buscada de matón, seguro no habría sido con ningún miembro de aquella organización armada -cuya práctica siempre repudié, ese es otro tema- y que este homúnculo "confundió" con ese partido que les mencionaba. Junto con otro más que le acompañaba, que parecía estar reproduciendo verbalmente un podcast del Mein Kampf, podría haber sido perféctamente un neonazi miembro de Alianza Nacional, esa otra organización en cuyas sedes se han almacenado armas de fuego.

Por lo tanto, yo mismo podría haber sido uno de esos tipos con los que ese sujeto de mierda hubiera podido pretender disfrutar dándome "de hostias", en sus propias palabras, eso si antes no le consiguiera parar los pies a ese saco de basura humana, claro está.  Pero lo que no puede ser, y es por eso que se me hinchan los narices, es que cuando alguien que se presupone a sí mismo cabal se topa con algo como eso, con seres deseosos de encontrar a quienes convertir en su muñeco del pim pam pum para desahogar sus frustraciones personales, no ponga todo lo que debería estar poniendo de su parte.

Imagina que, con la excusa de que fueses algo, hay quienes seas lo que seas están dispuestos a señalarte como un blanco a abatir, a convertirte en objetivo de una paliza, a meterte en una lista o a darte un paseo, mientras ves que otros se descojonan de risa. Como mínimo resultaría "incómodo", ¿verdad? No es cachondeo el compadreo porque si te tienen que enseñar un brazo tatuado para que te empiece a parecer más obvio eso que antes no te lo parecía, entonces es que te pilló desprevenido. Tu inconsciencia le concedió lo que nadie debería estar concediéndoles.

A lo mejor si, después del comunista, te conviertes tú -ya sé que no lo eres, no hace falta que lo jures- en el próximo objetivo real o potencial de estos alevines aspirantes a delincuente, te comienzas a plantear la parte de la responsabilidad que pudiste tener por dejar que gente peligrosa como esa divulgara lo que te parecían unos "chistosos" mensajes sobre comunistas, los que tildan de tal manera o cualquiera que discrepe del frenesí que se está imponiendo, mientras tú les reías las gracias a sus comentarios. 

Poco importará porque ya será demasiado tarde, si es que no hace mucho que ya atravesamos ese umbral y sus designios son ya inevitables, pero mientras tanto no seré yo quien les haga sentir cómodos. Si han leído estas líneas y el título que escogí para ilustrar su contenido, aquellos a los que me refería ya se habrán dado correctamente por aludidos.