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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

lunes, 20 de diciembre de 2021

El bucle miedo-esperanza



Cartel de autoría anónima

Por Arash

La esperanza es la gran bandera del progresismo en los continentes de ambas orillas del Océano Atlántico, la gran apuesta de todo progre frente a la crisis económica capitalista mundial. Lo mismo que lo fue para la formación, y lo sigue siendo para la justificación del actual gobierno aún en funciones por parte del presidente Pedro Sánchez o el retirado exvicepresidente segundo Pablo Iglesias, ha sido enarbolada por quien ocupó el lugar de este último junto con una cartera ministerial, Yolanda Díaz, en relación a la candidatura de Gabriel Boric para las elecciones presidenciales chilenas, del mismo modo que también ha sido levantada por el propio y susodicho candidato chileno para la campaña que terminó ayer, o que lo fue en la presentación de Barack Obama a la presidencia de la administración estadounidense cuando se adoptó el eslogan de "podemos" ("yes we can") que sus entusiastas tradujeron posteriormente del inglés en varios países.

A diferencia de Pedro Castillo, un mero populista bonapartista que al igual que todos sus homólogos ya anticipaba en campaña lo que será su mandato, pero cuyo nombramiento como presidente era un imperativo frente al candidato propuesto por los fujimoristas, el recién designado para el cargo de presidente Gabriel Boric no es respaldado por los trabajadores y los sectores populares chilenos como impugnación válida o eficaz del totalitario legado de los dueños y gangsters financieros, algo que ya era previsible en un país en el que el escepticismo de aquellas capas sociales golpeadas hacia el sistema político se mantuvo incluso tras el final del período de Pinochet. La de Boric es otra esperanza pretendida de un antiguo referente universitario en un país que padeció una dictadura personalista hace sólo unas pocas décadas, sólo que allí en Chile aún evitan que se apodere completamente de ellos, mientras que aquí al otro lado del charco había y hay esperanza hasta por un tubo. 

En todos los lados, los referentes y seguidores del progresismo, que suelen tener una urna por cabeza, piensan todo en términos parlamentaristas y en llevar todo lo que acontece por el derrotero electoral, que es derrota anticipada porque las distintas opciones que se perfilan en ese marco, que son distintas por la velocidad a la que plantean la aplicación de sus reformas y por si también aceptan o no la administración de sus tiempos de dosificación, están todas en la chistera de la OCDE y compañía incluso antes de que presenten sus candidaturas. Lo pretenden aquí en España mientras los aventajados fascistas de Vox y Jusapol (policía nacional, cuerpo estatal armado) afianzan lenta pero pacientemente la idea de que un gobierno al que llevan durante años calificando de comunista no tiene por qué ser apartado solamente mediante los procedimientos ordinarios, que por el momento quizás sean incluso legales, y en un futuro puede que no muy lejano, ilegales.

El miedo, pese a la solapada orientación criminal que va adoptando, no aumenta sin parar ni arrastra o integra paulatinamente la esperanza como parte suyo por casualidad, porque no resulta de ningún capricho, como no lo fue la oposición al impuesto ecológico anunciado por Emmanuel Macrón o a la eliminación de los subsidios al carburante planteada por Lenin Moreno, la respuesta de algunos sectores empobrecidos frente al servilismo traidor de Daniel Ortega, la denuncia de la dependencia económica hacia uno u otro poder del sistema multipolar impuesta por el dirigente represor Nicolás Maduro, o la ruptura obrera y sindical motivada por las políticas de Evo Morales.

No aparece porque sí, porque guste. Brota de las entrañas cuando, previa reunión de los dirigentes políticos y empresariales, aumenta exageradamente el precio de la luz y el gas de manera que las inversiones multimillonarias en las viejas fuentes de energía no pueden seguir siendo rentabilizadas como antes por las compañías productoras estratégicas del capitalismo, y se persiguen otras menos contaminantes que casi nadie podrá costear, porque si el bolsillo del consumidor final no da, entonces tampoco aumentan las expectativas de beneficio excepto para determinadas corporaciones concretas.

El miedo y el pánico irrumpen, pues, cuando en una sociedad basada en la explotación de la actividad productiva se tiende a detener o se ralentiza la actividad productiva, que es cuando se van encontrando más dificultades para maximizar la plusvalía, y así es exactamente como se divulgan el miedo y el pánico, desde las distintas fracciones de la oligarquía hacia los estratos intermedios. No es que el capital pierda, es que el ser determina la conciencia y se impone una ideología. Mientras, a las izquierdas les continuará tocando el papel de comparsas y seguirán siendo las que hagan luz de gas con los trabajadores y los que dependemos del salario.

Esperanza es la de mucho tonto y tonta de los cojones de por ahí que está convencido o convencida de que el gobierno de este país, o alguno de sus ministros o ministras, está llevando a cabo una astuta lucha de clases desde las instituciones, de que tiene una meticulosa estrategia entre manos en defensa de los desheredados, y que por eso hablan de amor, concordia, democracia, paz social, sonrisas y corazones para todos.

El mismo que ha mantenido, y que probablemente complementará para el año que viene (si es que para entonces no ha sido depuesto por uno al estilo de "España suma", algo de lo que por supuesto nos culparían) las reformas de Zapatero en 2010 y de Rajoy en 2012, que son aquellas que permitieron un nuevo deterioro de la calidad del empleo y disminución de los salarios, que también es el mismo gobierno que aceptó de los académicos ese planteamiento de la prestación pública "ideal" que tienen algunos (Renta Básica Universal la llamaban) y que pasaría por la regulación de una hipotética cobertura estatal que sería "independiente" del empleo de esa calidad y esos salarios. Nada raro, ¿verdad? Pues vale.

Después, cuando se agota el efecto placebo de ese señuelo, que les vino de perlas a los políticos de la esperanza tanto en las últimas elecciones españolas al parlamento europeo como a las cortes generales, nos dice la ministra de trabajo que la reforma que pretende implementar su gobierno servirá para anular los efectos negativos de las dos reformas anteriores, incluida aquella de las dos que sí prometió eliminar, que fue la de Rajoy pero no la de sus socios parlamentarios de coalición, eso antes de que anunciara y se rebajara nuevamente asegurando que tampoco derogaría la de Rajoy, que bastaba y había que conformarse con suprimir los "aspectos más lesivos" de la misma. Todo bien, ¿no?. Perfecto. Sigamos con la esperanza.

El liderazgo y propuesta inicial que Yolanda Díaz pretendía encasquetar a Pedro Sánchez, dejó paso al liderazgo de Yolanda Díaz. El marrón pa tí, bueno vale pues pa mí. Previamente había asegurado en el congreso confederal de CCOO que sería derogada "a pesar de todas las resistencias", apenas un mes antes de que declarase que eso sería un "fetiche político". Esto para los afiliados, esto para la prensa. Nos va a entrar una buena diarrea con esta bufonada democrática-parlamentaria a la que llaman bien común, el común, els comuns o a cada uno por lo suyo. Pero como la represión de la pasada huelga del metal depende del ministerio de interior, que es del PSOE, todos tan contentos con los otros y su postura de perfil.

Finalmente, los bajones y subidones de la ministra en consideración han dado lugar a lo de la derogación "por fases". Total, ¿acaso se acuerda alguien de la enorme desmovilización laboral y social, mucho más de la que hay ahora, cuando todavía no se había formado el presente gobierno de coalición? Las patronales nacionales y las asociaciones económicas internacionales necesitaban que se formase gobierno cuando aún no lo había, tanto como siguen necesitando ahora que se mantenga la credibilidad y esperanza de alguno porque sus recetas no se legitiman sin el sufragio ciudadano.

Hace nada se les estuvo diciendo a los obreros de la bahía de Cádiz, hostigados de nuevo por los uniformados a base de redadas y amenazas después de haber sido atacados durante las jornadas de conflicto en los piquetes y en sus barrios residenciales, que se dejasen de tanta huelga y tanta barricada, que lo que tenemos que hacer es tener fe, esperanza en esta legislatura, mientras las opciones más vanguardistas del capital, que son las delictivas, aceptan con mucha mayor sinceridad que el consenso o contrato social siempre ha sido una patraña mediante la que imponer unos determinados intereses materiales sobre otros.

Es indiscutible que los forofos declarados o mal disimulados de los progres en este país sois gilipollas integrales, única razón por la que afirmaría con completa seguridad que vivimos en una meritocracia. Cuando queráis os explico que una cosa es el criterio de cálculo y otra nuestros bolsillos, y que si este gobierno o cualquier otro trata de desvincular de la productividad y el salario nuestra protección, deslaboralizando nuestros derechos a la pensión de jubilación, a una prestación del paro o a los distintos tipos de subsidio de desempleo, como ya se hizo en los noventa con la sanidad y los distintos servicios sociales, es porque tienen prisa en pisar el acelerador.

A que lo entendierais no contribuye, desde luego, Eduardo Garzón, el hermano del ministro Alberto Jamón el del libro de recetas de guisantes con garzón, porque tampoco parecía tener ni puta idea de lo que decía cuando afirmaba, hace cinco años, que la protección social y al desempleo es salario indirecto o diferido, dado que cree o insinúa creer que es el resultado de alguna legislación o decreto gubernamental e ignora por qué es parte del concepto global del salario. Al igual que los demás economistas, como los que confunden las cotizaciones sociales con los impuestos, o dicen que aquellas son "impuestos al trabajo" o tratan de convencernos de que vivimos bien y cada vez mejor con las tablas y gráficos que manejan, sólo buscaba justificar toda la mierda con la que ya estamos tragando, que no dudo que es mucha menos de la que podríamos tragar y probablemente tragaremos.

En cuanto al presupuesto para el ministerio de defensa sólo tengo un pequeño comentario que añadir al respecto, y es que se trata de salario como todo gasto público pero no indirecto o diferido como asegura Eduardo Garzón, ni tampoco directo. Yo diría que armar con nuestros ingresos a unas fuerzas militares que participan de la competencia comercial y continúan las agresiones imperialistas por medios y maniobras abiértamente bélicas, es una tergiversación sutil pero sucia o de muy mala leche por su parte, del mismo modo que lo sería denominar como salario indirecto o diferido a la tanqueta blindada o las pelotas de goma que utilizaban las UIPs y las UPRs contra los huelguistas de San Fernando y Puerto Real, o decir que recibir hostias de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado es recibir por nuestras capacidades, por muy materiales que sean ambas posibilidades. Recibir se recibe pero en la forma de caras tuertas, moratones y manos rotas, como consecuencia de la violencia de los mismos malnacidos que se manifestaban estos días "por su seguridad".

Hoy como ayer, el poder público no es sino el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa. El Estado sigue siendo la organización política suprema del poder de los propietarios del capital y demás medios de producción, y el gobierno de turno su correa de transmisión. Hay que tener mucha esperanza, estar rebosante de la misma para creer que los actuales inquilinos de la Moncloa, o alguno de los que vengan después van a ponerse a redistribuir socialmente la riqueza y defender la cobertura social en lugar de neutralizar el conflicto allí donde aparece y mantener el orden mediante los llamados a la desmovilización, que se combinan con la represión policial y mucho marketing electoral.

Sería demasiado suponer que el miedo fuese otro del que es incluso sin la influencia de los progres, porque si hablamos de esperanza no sólo hemos de circunscribirnos a la que se promete incluso estando ya en el palacio presidencial. La mayoría de la izquierda, que es la que la define prácticamente tal y como es por mucho que no les guste a algunos, no es ni mejor ni peor que su minoría, acaudillada por cierto 15memo venido de entre los neofalangistas de Democracia Real Ya, o por tipos que creen que irse al Kurdistán a pegar tiros en defensa de esa farsa de revolución democrática, que por activa o por pasiva trajo los monstruos que decían combatir, y que las autoridades te condenen tras el regreso por colaboración con una banda armada designada como terrorista, te convierte en un peligroso comunista que conspira desde la clandestinidad como Lenin y los bolcheviques en la revolución rusa.

Para que el miedo se tradujera en nuevas conquistas sociales o en la defensa de las aún existentes, en lugar de hacerlo en alguna cacería contra los menas, inmigrantes o integrantes de las colas del hambre, los conflictos laborales y demás estallidos sociales pertinentes nacidos espontaneamente de la contradicción capital-trabajo tendrían que dotarse de una continuidad y de una unicidad que fuera más allá de lo sectorial y regional, también de lo nacional por supuesto. Entonces sí hablaríamos de una solidaridad que abriría las puertas a la lógica de una lucha de clases, pero es difícil que suceda cuando las referencias ideológicas que lo obstaculizan no van más allá de lo personal, incluyendo lo que se cuece en ese basurero de egos del twitter, las redes sociales y el internet en general. 

Esperanza también es lo que rebosa quien es tan patriota como en el fondo lo han sido siempre los podemitas, cuya esperanza es una expresión tan revolucionaria como la de estos. Esperanza también es la de quien cree que esa lógica que permitiría arrancar derechos, que es el planteamiento de una alternativa creíble, es algo "inmanente" o que puede ser revelada. Para que hubiera una que fuera creíble y tenida en cuenta habría de justificarse en base a una realidad, no a una esperanza, y esta última es demasiado poco atractiva también para los pretendidos campeones de la revolución.