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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

lunes, 26 de junio de 2023

La reducción de la jornada laboral: panacea de Yolanda Díaz, conciliación de clases, y señuelo de activistas


Por Arash

Los poderosos están de suerte con la izquierda de este país. Los cortijos económicos de la clase propietaria, desde luego no las alrededor de 25.000 supuestas empresas que fracasan nada más empezar su intento de constituirse como tal, están bendecidos por todos y cada uno de los chiringuitos políticos existentes en la actualidad.

En particular resulta difícil entender la reorientación de las afinidades hacia las posiciones fundamentalistas y ultras que se sostienen desde la parte favorecida en los últimos comicios electorales, mucho más experta que la izquierda en el discurso demagógico de la libertad, sin hablar de esa ilusión de «otro mundo» que había de acabar por los suelos, justo antes de que hubiera quienes optaran por pegarse un tiro en el pie con tal de castigar a quienes habían estado manipulando porvenires ajenos, bien distintos a los suyos con escaño y cartera.

Una de las cartas que se ha sacado de la manga la señora Yolanda Díaz, en un spot electoral del que quisieron hacerse eco ciertos medios el pasado sábado 24 de junio, es la reducción de la jornada laboral, en lo que parece ser otro intento de contener la fuga de ilusiones por su candidatura. ¿Criticamos la susodicha propuesta? Muchos optarán sin duda por hacerse hacia un lado como individuos pensantes y sumarse al ya disminuido ejército de forofos.

Convendría tener claro en primera instancia el significado históricamente progresivo de la reducción de la jornada de trabajo. La medida fue auténtica, y a ella le debemos en los países centrales la conquista de las ocho horas diarias, el día de descanso semanal o la supresión del trabajo infantil, pero porque su planteamiento se correspondía con unas determinadas condiciones.

En un primer momento del sistema capitalista que se desarrolló desde Europa, hasta bien entrado el siglo diecinueve, el incremento de la cuota de la plusvalía se conseguía mediante el aumento de la jornada laboral absoluta: se trata de la llamada plusvalía absoluta, un tipo de plusvalía obtenida por el capital a través de la prolongación de la jornada laboral.

Sin embargo, mediante sus asociaciones y organizaciones, los trabajadores lograron limitar la explotación poniendo tope a estas jornadas extenuantes, como en los casos anteriormente señalados. Inmediatamente a partir de ese momento, la clase dirigente pondría sobre la mesa otra opción alternativa para seguir incrementando la esfera de las ganancias capitalistas: el aumento de la jornada laboral en relación al salario real, lo que hoy sería un indicativo bastante claro de que "estamos a la defensiva".

A la urgencia de encontrar una manera de neutralizar el movimiento obrero, que entonces era emergente y llegó a suponer un problema para la estabilidad del orden económico y social, ya se le sumaba por aquellas fechas, no obstante, la aparición de la primera sintomatología de crisis estructural. Desde el punto de vista de los intereses de la clase dominante, lo que se debe hacer en todo caso es contrarrestar la tendencia decreciente de su beneficio.

Recuérdese si es de interés la definición fundamental del salario, que denota la determinada relación laboral entre la cantidad de lo que se recibe por desempeñar una actividad de tal tipo, por un lado, y la cantidad de lo que se gasta del alienado que la desempeña o el tiempo durante el que la desempeña, por otro lado. En realidad es lo que se deduce del beneficio o la cuenta de la empresa, una vez se ha efectuado la remuneración del trabajo.

No obstante, en el planteamiento que Yolanda Diaz desarrolla de la reducción de la jornada, no aparece por ninguna parte el concepto de la plusvalía, ni por lo tanto la relación que esta mantiene con lo que reciben los trabajadores. El salario se concibe entonces como un ingreso aislado, al parecer independiente de una determinada organización social basada en la contradicción capital-trabajo. 

Así pues, este otro planteamiento de la reducción de la jornada de trabajo sin reducción del salario constituye la otra posible vía para que, en efecto, termine disminuyendo el salario: en principio, para ello sólo basta con flexibilizar aún más la mano de obra. Obviamente esto no se correspondería con la propuesta histórica ni con una verdadera reducción de la jornada laboral sin reducción salarial.

Pero según el planteamiento en cuestión, la propuesta sería una reducción de la jornada laboral sin reducción salarial porque el salario real, aparéntemente "desconectado" del concepto de la plusvalía o desdibujado de toda confrontación con el mismo, se podría mantener constante y hasta incrementar a condición de que se reproduzca la explotación, esto es, de que se incremente la plusvalía con respecto al ciclo anterior, con lo que al final se intensificaría la contradicción pero más en nuestra contra. 

El lenguaje inclusivo que habitualmente utiliza la ministra de trabajo y vicepresidente segunda del gobierno, como en el acto de presentación del Estudio de fundamentación para la Ley de Usos del tiempo y racionalización horaria el día 16 de junio, es un peñazo que agota a cualquiera, pero es bastante esclarecedor:

"Nuestra legislación sobre tiempo de trabajo debe establecer reglas de funcionamiento rotundas y claras, que impidan las jornadas infinitas. Debe ser una legislación que consolide la flexibilidad ante los imprevistos, o las necesidades puntuales, tanto de las empresas como de las personas trabajadoras" (énfasis añadido).

Tal objetivo declarado es la clave para comprender la falacia que hay en sus palabras cuando en la propuesta de su spot electoral asegura que "el tiempo es lo más valioso para quienes no tenemos grandes propiedades ni apellidos importantes". Por lo tanto, ¿por qué no fomentar el tiempo libre?

Pero resulta que no es eso con lo que se mantiene ningún trabajador, ni tampoco lo que permite en sí mismo conciliación alguna de la vida laboral, personal y familiar. Desde la perspectiva de nuestros intereses de clase, una reducción de la jornada laboral es efectiva si y sólo si redundase en un aumento o, al menos, en la protección de la capacidad adquisitiva históricamente conseguida.

Esto último es lo que en el pasado sintetizó la reivindicación de reducir la jornada laboral sin reducción salarial. Pero Yolanda Díaz, a quien parece ocurrírsele ideas "infinitas" sobre todo cuando tiene unas elecciones por delante, que es casi siempre a lo largo de su vida profesional, conoce la diferencia y por eso dice lo que dice:

"Habrá gente que diga que no se puede reducir la jornada laboral sin reducir el salario, que esto es imposible. Lo cierto es que la jornada laboral ha ido siempre reduciéndose a medida que mejoraba la productividad". Los que nunca hemos conocido un contrato estable nos podemos imaginar lo que esto significa y, más nos vale, sacar alguna conclusión al respecto.

El que nos exijan ser más productivos mientras estamos contratados y en nómina de la empresa, es perféctamente compatible y funcional con que nos impidan ser productivos una parte cada vez mayor del resto del día, la semana, el mes o el año, cuando no nos escriben por teléfono para volver, se legisla para regular la segmentación laboral, o en el contrato pone que tenemos que irnos para casa.

De la misma manera, bajo la propiedad privada del capital, la inversión tecnológica sólo se puede contemplar como una forma de deteriorar la capacidad productiva humana, o sea la fuerza laboral, porque ningún capital "se trabaja sólo" pero a los empresarios les sale más barato acometer una inversión, si pueden, que tener que pagar periódicamente tanta remuneración laboral.

Así, en realidad no se reduce el salario junto a la jornada, pero sí se conseguiría un ahorro en el coste empresarial porque el salario no se efectiviza cuando se deja de trabajar, de manera que se enfrentan más a los trabajadores los unos contra los otros por el empleo, y se puede dedicar esa diferencia del coste para incrementar la productividad. Con ello se aumenta el beneficio de los capitalistas que quedasen en pie, con la subsiguiente merma de nuestra capacidad adquisitiva, o sea, el salario real.

Incluso la realización de horas extra, por encima de la jornada establecida hasta después de una reducción así planteada, permitiría también la reproducción de la explotación, exactamente igual que sucede con el pluriempleo. Por esta y otras muchas razones asume Yolanda Díaz que la medida se tendría que implementar "con diálogo social".

En otras palabras, una reducción de la jornada con el beneplácito del capital, el poder económico y sus aparatos ideológicos, los medios de comunicación, las asociaciones patronales y los representantes legales de los trabajadores, en el marco del acuerdo entre todos los agentes sociales mencionados. 

Lo que sucede con la propuesta de reducir la jornada laboral para fomentar el tiempo libre, es que una cuestión es reducir el tiempo de trabajo, y otra muy diferente disminuir el desempleo. La última de las veces que se intentó algo parecido fue en Francia, con François Mitterrand primero y con Lionel Jospin después, pasando curiosamente por el derechista de Jacques Chirac entre los dos.

La reducción de la jornada, implementada allí con el apoyo de los sindicatos, también se justificó en aquel caso como una forma de reducir el desempleo, cuestión a la que Yolanda Díaz tampoco ha hecho referencia, quizá porque la considera zanjada por su reforma laboral. Culminó con el comienzo del siglo vientiuno, tan pronto como acabó consolidando el actual régimen de trabajo, con el que no parecían muy contentos ni optimistas los trabajadores franceses durante los últimos meses.

La medida sirvió para aumentar el tiempo libre, porque en el capitalismo no le queda al proletario más que ser libre de trabajar o de morirse de hambre. Lo que no hizo fue reducir de manera significativa o apreciable el desempleo, pero sí permitió flexibilizar la relación de explotación y darle otra vuelta más al mercado laboral.

La clase dirigente nunca aceptaría que se redujese la jornada por las buenas, a no ser que eso le permitiera una expectativa de beneficio mayor. El labor sharing se revela como una idea a la altura de otras similares que también consisten en repartir entre los desheredados y subalternos una parte mal disimuladamente menor de la tarta.

Otros ejemplos son el cohousing que tanto gusta en el BBVA, el nicho de vivienda que se lleva en Japón, el mueble convertible que se vende en el Ikea, o la solución habitacional que defendió Colau en Barcelona, y aún habrá quienes crean que tenemos que tragar con tanta mierda. No se han enterado de que la bandera del temor a las derechas y los fascismos ya no les sirve a muchos ninguneados.

domingo, 18 de junio de 2023

Siria y Ucrania: cuando hasta de la guerra se intenta generar rédito político

Por Arash

La geopolítica es el quehacer de los politólogos cuando elevan la mezquindad de su disciplina a escala planetaria. Todo es posible desde las disparatadas referencias que ofrecen los influencers, autopresentados como "expertos", o bien como "analistas" que se van dando a conocer con avatares en las distintas redes sociales.

Hablamos desde el obviar simplemente el papel desempeñado por potencias oportunistas en los conflictos bélicos, hasta presentar mágicamente estas como si fueran "uña y carne" con los gobernantes o los habitantes de los países agredidos, eso si lo que se confunde con este último grupo de naciones atacadas no son directamente potencias agresoras.

Uno de los problemas destacables es cómo circunstancialmente se hacen coincidir estos planteamientos geopolíticos con otros diferentes, según cuáles no sean las potencias agresoras en cada conflicto y en función de cuál sea la polaridad que se esté defiendiendo. Habría quienes heredarían la realpolitik del imperialismo yanqui en la multipolaridad del siglo veintiuno.

Algo habrá tenido que ver esto en la manera en que el gobierno de España ha estado involucrado en el envío de armas de la OTAN a Ucrania tras la "operación militar especial", iniciada esta por Rusia en febrero de 2022 y denominada con tal fineza desde la identificación -real en unos casos contados y simulada en la gran mayoría- de ese nicho de mercado energético e industrial con los intereses materiales propios.

La participación de los gobiernos en la escalada militar de Ucrania ha sido denunciada hace apenas unos días por un grupo de militares retirados o en la reserva, y que están contra la guerra. Sin menoscabo alguno de la justicia del mensaje de su comunicado, no por breve menos urgente o atinado, ya hay individuos del mundo de los cheerleaders de la izquierda que se "adhieren" sin aparentes reservas al mismo, a pesar de que tanto IU (y Sumar) como Podemos terminaron tragando de tan buen gusto con esa complicidad bélica durante todo este tiempo. 

Por su parte, otros aseguran reconocer su pertinencia pero admitiendo sus reservas, desde el sostenimiento de la hace tanto tiempo anticuada teoría campista. Entramos ya en las posturas de ciertos segmentos ideológicos aquí marginales, pero respecto a los que nadie dijo que la propaganda de guerra, que también atraviesa las censuras y fronteras de cada bloque comercial, no pudiera también tener el efecto correspondiente.

De la misma manera que los estados nacionales del entorno de la OTAN, en su rol de escolta del estadounidense, actúan como oportunistas en la guerra de Ucrania, sin implicarse diréctamente pero autorizando el envío de armamento, algunos sectores irrelevantes también confundieron la implicación de Rusia durante la guerra de Siria, que fue apoyo técnico-militar y en cualquier caso puramente circunstancial.

Pero las autoridades del Kremlin, empezando por el neozarista de Putin, se acercaron al ejército y al gobierno turco en sus relaciones económicas y en el patrullaje militar de zonas fronterizas, establecieron negociaciones con determinadas facciones del autodenominado "ejército libre" sirio en vísperas de su derrota definitiva, y se apoyaron también en el proyecto del confederalismo kurdo para acercarse a sus verdaderos objetivos, es decir, justo como antes habían hecho calcadamente los plutócratas y oligarcas estadounidenses para intentar alcanzar los suyos, con la generosa ayuda de la UE, eso por descontado.

No me detendré en otros ejemplos de la más miserable y absoluta indecencia humana que se han visto por ahí, como tratar de presentar a los refugiados ucranianos, que ya suman varios millones de personas, como si fueran en absoluto millonarios o ricachones.

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Comunicado sobre la paz y el alto el fuego en la guerra de Ucrania

Nosotros/as, un grupo de militares de las Fuerzas Armadas españolas, retirados o en la reserva, ante la grave situación desencadenada por la guerra de Ucrania, que lleva a una escalada de muerte y destrucción, hemos decidido alzar nuestras voces, junto al clamor de otros militares de diferentes naciones, pidiendo a nuestros gobiernos que paren esta locura.

Manifestamos nuestro rechazo a la agresión de la Federación de Rusia contra Ucrania y pedimos a los gobiernos de la Unión Europea que, en vez de alimentar la guerra con más envío de armas, paren de inmediato su actuación beligerante y se impliquen de forma eficaz en las negociaciones de paz.

La guerra de Ucrania está provocando la muerte y destrucción en el corazón del continente europeo y, de continuar la escalada, conducirá irremediablemente hacia una situación incontrolable que acabará poniendo en riesgo la vida sobre el planeta.

Condenamos la invasión de Ucrania por parte de la Federación de Rusia, así como el papel agresivo de la OTAN, brazo armado de los USA, por su irrefrenable y persistente actitud de acoso y provocación, que arrastra al conjunto de Europa hacia su autodestrucción.

Hacemos un llamamiento a todos los militares retirados para que contribuyan a la denuncia de la grave situación que se avecina. Jóvenes que acabarán siendo alistados, si el conflicto se expande. Juventud que se verá obligada a despedazarse en los frentes de batalla, como preludio de un posible holocausto final. Quizás nuestros propios hijos y nietos, que irremediablemente acabarían siendo llamados a filas.

Es necesario presionar a nuestros gobiernos para que paren sin dilación esta huida hacia adelante que nos conduce a la llamada Destrucción Mutua Asegurada (DMA), una demencial estrategia puesta en marcha en el siglo pasado por las potencias nucleares.

El riesgo de pasar a una fase de escalada nuclear crece de día en día. Ninguna potencia nuclear aceptará una derrota humillante. El gigantesco número de víctimas civiles, y la enorme destrucción a la que puede verse abocada Europa, pueden llegar a ser de proporciones nunca vistas, quizá irreversibles.

Es necesario parar la guerra, es urgente y necesario el alto el fuego.

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Comunicado completo y relación de firmantes, aquí.