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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

viernes, 6 de noviembre de 2020

Ultraderechistas y anarcocapitalistas al acecho del malestar social

Por Arash

La concentración del pasado sábado 31 de octubre en Logroño estaba convocada en una zona céntrica de la ciudad. Por ese motivo pude presenciar en directo, por estar paseando allí sin haberme enterado siquiera de la convocatoria, lo sucedido en aquella justo a partir del momento en que se empezó a escuchar alboroto y unos individuos prendieron unas bengalas, antes de que una multitud se acercara a la sede de la Delegación del Gobierno en La Rioja, al lado de la zona de convocatoria en la capital autonómica.

Recuerdo haber visto, en bastantes de los participantes, unas cuantas mascarillas de esas que se pusieron pronto de moda entre muchos de los peatones de la calle, con los colores rojigualdos al estilo del brochazo de un pincel o un subrayador, y que se parecen a los que llevan pintados los vehículos de la policía nacional; una bandera nacional, con esos mismos colores y llevada a la espalda por un asistente; y otra bandera libertariana de color dorada, con la entonces desconocida para mí inscripción en inglés de "Don't tread on me" ("no me pisotees") y enarbolada por algún "freak" que no me extrañaría que hubiera participado en el jaleo, algo que no obstante desconozco, porque no me quedé allí para comprobarlo.

También vi una de esas famosas caretas inspirada en la serie de cómics "V de Vendetta" (no los he leído ni lo voy a hacer pero la versión cinematográfica es un bodrio de tres pares de narices) que un tipo llevaba puesta de sombrero, que por alguna razón también era habitual en esos ambientes chungos y místicos, y a veces también anarcocapitalistas del 15-M, un fenómeno bastante mediático en el que se hablaba del "despertar" repentino de los ciudadanos y cosas así, aunque de espontáneo tampoco tenía mucho, y lo saben algunos de sus promotores y propagandistas más insospechados.

Las consignas más escuchadas del episodio fueron "libertad" y "Pedro Sánchez, hijo de puta", que creo que representan bien el estado de ánimo y la tónica del evento. La primera de aquellas consignas, la de "libertad", también se ha coreado en otras manifestaciones de localidades europeas contra los nuevos confinamientos de la segunda oleada pandémica, Italia que me venga ahora a la cabeza. La traducción que tiene aquí esta consigna es una mezcla "reivindicativa" de libertades para los individuos y de lucha contra la "dictadura social-comunista"... de los progres.

En general, pude apreciar cuatro tipos de perfiles en la manifestación:

  1. Hooligans y aficionados al fútbol venidos de otra ciudad, pertenecientes a cierto grupo de ultraderecha. No soy nada futbolero aunque me enteré allí mismo de que estaban presentes, y vi que fueron quienes encendieron unas bengalas y lanzaron los primeros petardos en un pogo que habían formado, antes de dirigirse a la Delegación del Gobierno mientras espetaban las anteriores consignas.

    Seguramente fueron los principales provocadores, lanzando algún que otro objeto ligero a la policía que custodiaba la sede de la anterior, y moviendo y quemando algunos contenedores de basura en diferentes puntos, o atizando las cristaleras de algún comercio, a medida que algunos furgones y unos pocos antidisturbios a pie les iban disuadiendo.

  2. Muchos adolescentes, que se encontraban en las zonas céntricas de la ciudad, pasando la tarde del sábado en la calle antes del comienzo oficial del toque de queda, a las diez de la noche. Cuando terminó la calma del evento fueron siguiendo los distintos núcleos de altercados que iban apareciendo en los alrededores de la zona original de la convocatoria, aunque manteniendo una relativa distancia que a veces no servía para distinguirles, desde lejos, de los auténticos provocadores.

    Algunos de ellos fueron al día siguiente a limpiar la zona en la que se habían producido lanzamientos de objetos y algún destrozo, y como no, dos de los principales dirigentes políticos del país, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de la oposición, Pablo Casado, aprovecharon la ocasión para arengar a la población con el llamado a la unidad ciudadana y patriótica contra el enemigo de la pandemia, cosas que siempre dicen junto con lo del "bien común" para que parezca que las consecuencias de esta crisis económica y sanitaria las estamos pagando todos por igual.

  3. Hosteleros propietarios de bares y otros negocios, algunos con la mascarilla de "#Salvemoslahostelería", conocida por estos lares y no sé si en otros, y que según el diario La Rioja sumaban alrededor de unas cuatrocientas personas. Tanto en el día anterior como en otros de la semana precedente, también fueron convocadas manifestaciones contra el cierre de la hostelería local, algo que no puede pasárseme desapercibido en medio de la tónica conspiranoica y negacionista de algunos sectores, aunque sin que en ellas se hubiese llegado a producir ningún enfrentamiento violento.

    Considerando esas otras convocatorias a medida que se fueron sucediendo en diferentes días, no he parado de pensar que, en primer lugar, y según la ENCT (Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo), el sector turístico y hostelero concentra los salarios más bajos de toda la economía española, y con la aplicación de los ERTE, todos los camareros y demás trabajadores por cuenta ajena de la hostelería han visto reducidos aún más sus ingresos.

    Alguno de ellos también me contó que incluso en otros casos, y esto incumbe a una parte de los propietarios del sector, fueron despedidos de antemano por sus empleadores antes de que tuvieran que aplicárselo, y también me han hecho saber sobre el roce o "fricción", hacia algo o alguien, del empleador hostelero que se deriva de su obligación de abonar las cotizaciones respectivas al empleado o empleados que fuesen incluidos en el ERTE tras el cierre.

    En segundo lugar, la situación de los autónomos en la hostelería es tan compleja como todo lo que se quiera pensar, lo que significa que hay muchas realidades diferentes que conforman su realidad agregada. Una parte de los autónomos, en todos los sectores en general, se encuentran en una situación complicada, de importantes dificultades económicas, y otros autónomos de cualquiera de esos sectores no lo estarán tanto.

    La emancipación individual del capitalismo, aunque sea una frustrada y de pequeños y medianos "emprendedores", pasa por ir externalizando cuotas variables de la participación laboral personal en los demás, algo que se puede hacer o no (es una opción sujeta a ciertas condiciones sociales) cuando se tiene un capital, y ya sabemos entonces lo que pasa con los ingresos de cada uno cuando esto llega a suceder.

  4. Lumpenproletariado urbano. A algún conocido ví merodeando por la zona cuando se produjeron los altercados, aunque no participando en ellos, y algunos dudo siquiera que en la convocatoria. Hace tres días, sólo tres después de la manifestación en cuestión, dos policías locales se presentaron en mi casa porque los datos domiciliarios de la persona a la que buscaban, alguien con quien creo que llegué a jugar alguna vez al futbol en la cancha del colegio donde estudié y cuyo nombre obviamente no mencionaré, coincidían en todos los campos con los míos excepto el número del portal, que es el que está justo al lado y con el que los dos uniformados lo confundieron.

    No es una conclusión precipitada el mencionarlo. Esta ciudad no es un pueblo pero tampoco es tan grande como para desconocer absolutamente todo sobre todos los demás, y ya dije que anduve en el lugar de la convocatoria. Sin duda, la sóla mención de este maltratado sector de la población dará de qué hablar, pero con suerte dará también que pensar.

    Quisiera aclararles a los posibles opinólogos malpensados y a los atormentados por lo sociosimbólico, con los que me querría evitar "encontronazos" de cualquier tipo, que para el que escribe estas líneas hablar de un lumpen (yonkis, putas, maleantes, sintecho, etc) no es ninguna forma despectiva de referirse a nada, al igual que por cierto tampoco lo fue cuando lo hizo Marx en sus escritos, como se deduce de una lectura de los mismos, si estas últimas se hacen libre de ideas preconcebidas sobre lo que uno se va a encontrar en ellas.

    En el proletariado, del que forman parte todos aquellos que sólo pueden vivir e intentar progresar en la vida mediante el empleo de su propia fuerza personal física y mental, hay ciertas capas y sectores que pueden encontrarse bajo unas circunstancias sociales y económicas que podrían desaparecer pero que en la sociedad capitalista van, como tantas otras en esta vida, mucho más allá de ningún voluntarismo, por mucho que no pretenda necesariamente legitimar sus posibles consecuencias.

    Por eso la exclusión social debe tratarse desde un punto de vista estructural, desde una perspectiva clase, comprendiendo cuál es la realidad social que hay por conocer detrás de las distintas formas habidas de buscarse la vida, para evitar caer en la estigmatización de ningún sector o "colectivo".

 

Durante estos días, hay quienes han estado publicando en las redes sociales sus posturas personales sobre esta convocatoria que, al referirse a un evento local, han estado más a mi alcance que de costumbre, cuando un acontecimiento concreto relevante como este se produce lejos y suscita más interés en otros a quienes desconozco. Básicamente, se ha estado especulando con la posibilidad de un vínculo evitable de afinidad entre el lumpen y la ultraderecha

Pero lo que más me ha llamado la atención no es eso, sino que en ninguno de esos pronunciamientos he sido capaz de detectar el más mínimo esfuerzo por comprender por qué existe un lumpen, y sería un error garrafal creer que esos motivos que explican su aparición, e incluso el riesgo de que crezca tras la implementación de distintas medidas ante la emergencia sanitaria, no explican también la ascendencia de la ultraderecha ni tienen que ver con las manifestaciones y algaradas violentas como las que se han estado produciendo últimamente.

Si la clase de los desheredados llega a verse en esa situación extrema, que es a la que conduce la exclusión social, es porque concurren a día de hoy dos circunstancias, la primera fundamental y la segunda derivada de la anterior. Se trata primero del desempleo, y segundo de la desprotección ante el desempleo. El problema se muestra en toda su plenitud cuando la supuesta utopía delirante de algunos y la ilusión política del cambio se vuelven desilusión y frustración porque siempre estuvo vacía y fue una patraña.

Hace cuatro años, Marcos Roitman se refirió al big data, en un artículo a mi parecer acertado y muy bien sintetizado, como un "basurero mundial en el cual se depositan las excrecencias" y en el que se crean "perfiles sicológicos donde emergen gustos, obsesiones, preferencias literarias". Ese caótico espacio virtual no sólo de opiniones sino también del pensamiento débil, que los maestros del teclado multiplican en sólo 280 caracteres (no muchos más en Facebook) terminó facilitando la creciente influencia del liberalismo en la Europa de nuestros tiempos, que cruzó imparablemente el charco desde Norteamérica.

En el caso de las versiones ideológicas españolas que se ubican en el eje izquierda-derecha, tenemos las que actualmente representan el PSOE o Unidas Podemos, más o menos cercanas y agrupadas a la izquierda, y a cierta distancia de las anteriores se encuentran las que representan las derechas, algunas de las cuales apuntan maneras y coquetean con el fascismo, como bien se sabe. 

Por un lado, las versiones de izquierdas son las que hasta hace no demasiado eran social-liberales, y lo de "social" para referirse no sólo a las políticas que aplican cuando alcanzan el gobierno, sino incluso a las que prometen cuando están en la oposición, que nunca han sido las mismas porque aún no se les ha pasado la borrachera electoral, lleva tiempo convirtiéndose en un abuso del lenguaje.

Quisiera aclarar antes de proseguir, que no comparto lo más mínimo la decisión que las centrales sindicales mayoritarias, UGT y CCOO, tomaron apresuradamente en marzo, cuando corrieron a toda prisa a firmar con las principales asociaciones patronales la vía de los ERTE express, como si lo más lógico del mundo fuese liberar a los empresarios de los sectores no esenciales y paralizados de la producción, del coste económico de vida de quienes se quedaron sin empleo, y descargando ese coste sobre las arcas públicas. En realidad sí era lógico, pero en un sentido muy determinado.

La excepcionalidad de una crisis sanitaria que, al sumar sus efectos a los de la crisis económica del capitalismo, está teniendo unas brutales consecuencias sobre las ya golpeadas familias trabajadoras, justificaba con creces la búsqueda de esas medidas excepcionales en lugar de la de los ERTE. El Estado tiene una naturaleza de clase, y eso se nota con la mayor o menor facilidad con la que se abre o se cierra el grifo del gasto, en función de quiénes sean los destinatarios de la renta que se transfiere.

Por supuesto, nada de lo anterior niega tampoco lo ruin y sucia que es la manera de dejarles a los trabajadores sin el ingreso asociado al ERTE, cuando se aplican despidos en las empresas justo antes de que las autoridades políticas decreten el cierre y ello obligue a la inclusión de esos trabajadores en el mismo, que pactaron los sindicatos de concertación. Y la ausencia de exoneraciones a las aportaciones de los empresarios a la Seguridad Social de los trabajadores, en los ERTE aplicados después de la finalización del estado de alarma decretado en marzo, no lo justifica en absoluto.

Pero esos despidos tan "convenientes" en la hostelería local han sido posibles por la modalidad temporal de contratación, que todos los gobiernos nacionales, de todos los colores y signos políticos, han estado promoviendo y facilitando durante cuarenta años en la legislación con el objeto de abaratar los costes del despido, incluidos los que han sido ostentados y sostenidos por partidos de izquierda.

El que la equiparó jurídicamente a la modalidad de contratación entonces indefinida fue el PSOE, que en 1984 reformó el Estatuto de los Trabajadores para eliminar la causa objetiva del despido (descausalización del contrato), lo que significa que desde entonces, los empresarios te pueden hacer contratos temporales y encadenarlos a su conveniencia aunque la naturaleza del trabajo concreto que estés desempeñando sea permanente.

Lo mismo que me cuestiono a diario que haya que volverse un forofo del gobierno de los progres cuanto más "a la derecha" se desplazan la derecha y también la izquierda, también me pregunto si acaso hay quienes pretenden hacer borrón y cuenta nueva con la realidad del sector hostelero, como si nada hubiera pasado antes de la covid.

Algo similar me pregunto con respecto al sector del ocio y espectáculos, que conozco un poco, en el que también está instalada la precariedad laboral y la ausencia de garantías jurídicas, y respecto al que fueron convocadas también concentraciones hace semanas en esta misma localidad.

Por otro lado, ya entre los partidos a la derecha se encuentra Vox, un peligroso partido compuesto por una mezcolanza de liberales de ultraderecha y de fascistas provocadores, capaz de convocar algaradas, y es que en los tiempos en los que vivimos bastan unos cuantos tweets para organizar concentraciones y manifestaciones.

No estoy exagerando cuando afirmo que esa es su composición ideológica. Vox propuso rebajar el IVA de la luz durante el estado de alarma de marzo, algo muy preferible para las compañías energéticas como Endesa o Iberdrola antes que bajar sus desorbitados precios. Esa es parte de la oligarquía capitalista cuyos intereses representan. 

A nodo de recordatorio, el día de la caravana del 23 de mayo, el mismo en el que los miembros y simpatizantes de esta formación recorrieron la Gran Vía de esta ciudad riojana en coche, hubo quienes intentaron expresar y mostrar su rechazo hacia lo que significan Abascal y compañía que fueron identificados por la policía, y algunos de ellos incluso perseguidos y luego agredidos por unas ratas subhumanas a su servicio

La apuesta ideológica fascioliberal, por cierto, ya comenzó a ser explorada en su día por el PP, no solo con Pablo Casado sino durante el gobierno salvajemente antisocial y represor de Mariano Rajoy. 

En segundo lugar, tenemos a toda la estela libertariana (liberal "libertaria", o libertaria en la acepción anglosajona) que muchos confunden desastrosamente con la orientación socialista del movimiento obrero histórico y algunas de las organizaciones que, excepcionalmente, aún la expresan, o que mantienen un carácter de clase. Afortunadamente, ninguna de estas últimas tiende a ser hermética pero ello también quiere decir que hay que estar atento porque esa permeabilidad podría serlo también ante lo dañino por ajeno a su tradición solidaria.

Es evidente que los anarcocapitalistas, minarquistas y libertarianos llevan un tiempo intentando colar sus características ideas de la libertad y la autonomía instrumentalizando la situación de aquellos a quienes, ante el desempleo más o menos continuado, se les niega la posibilidad de acceder a una prestación pública, y ello incluye la modalidad contributiva de la misma, hacia la que tienen un particular desafecto porque está directamente condicionada al trabajo, es decir, a las aportaciones de cada trabajador a la riqueza. Sé que tienen cierto exito porque lo veo a mi alrededor, y de lo contrario no se podría entender el de ciertos grupos en alentar la participación en protestas como las que han transcurrido estos días en diversas ciudades del país. 

No hay ninguna necesidad de oponer los conceptos de la contributividad y la no contributividad a la hora de considerar cualquier partida social, pero en eso consiste precísamente el asistencialismo no contributivo con el que la izquierda oficial está enfrentando las distintas necesidades de nuestra clase: jubilados y activos, fijos y temporales, trabajadores con y sin derechos, asalariados más o menos explotados...

No se si me estoy explicando. La prestación ideal tal y como se la imaginan las izquierdas, es decir la que pretenden implementar, pasa por eliminar prestaciones realmente existentes de las que se benefician distintos sectores de trabajadores, y en el seguidismo hacia esa tendencia de autoenfrentamiento y división de clase, la ultraderecha encuentra una manera de llevar el malestar hacia su terreno, que es el darwinismo social y el sálvese quien pueda.  

Los planteamientos libertarianos más ligeros y fáciles de digerir se empiezan a metabolizar cuando se pone en duda que, mientras sigamos en el capitalismo, y no parece que los acontecimientos políticos y sociales marquen otro rumbo en la actualidad, los servicios tienen que ser no sólo proporcionados sino garantizados económicamente por el Estado para poder ser auténticamente públicos, y que para defender la prestación de los mismos hay que defender prioritaria y obligatoriamente el empleo porque sin este se termina lo que distribuir.

Tener claro lo anterior no significa engañarse a uno mismo creyendo que la naturaleza del Estado no sea de clase (de la clase capitalista para ser exactos) o que todo lo que fue arrancado mediante la lucha de clases en el pasado, incluida la sanidad, las pensiones y la seguridad social en general, pueda durar para siempre, porque lo público y lo privado no pueden convivir indefinidamente y eso lo saben los solidarios, los que aspiran a construir un mundo nuevo.

Pero cuando se aceptan esas corrientes literarias que mezclan y confunden trabajo y alienación, y que a veces se aderezan con una pizca de pachamamismo (religión de una parte de la población andina), en vez de combatir y denunciar aquellas corrientes porque a menudo se creen inofensivas, se termina interiorizando el individualismo más ramplón, y ahí es cuando empiezan a calar esas ideas peligrosas.

Ello explica parte de la indiferencia hacia el estado actual del sistema público de pensiones (forma social y solidaria de ahorro de los trabajadores para la jubilación) y lo que significa el Pacto de Toledo de cara a su sostenibilidad, y la incomprensión de que este y otros déficits son artificiales y resultan de la descontabilización de los PGE (Presupuestos Generales del Estado) a la hora de considerar el presupuesto disponible para el gasto público.

Muchos de quienes se dicen o consideran libertarios a título individual, siendo en realidad libertarianos, no creen posible ni pretenden demostrar, en donde se demuestran las cosas, el terreno de los hechos, que el desarrollo de nuestras capacidades dependa de quienes en el capitalismo constituimos una clase social (por un lado la parte asalariada, que es la que se enfrenta diréctamente a la realidad de la explotación cuando se lo propone, y por otro la parte dependiente o incluso desamparada), adoptando en su lugar la fé en ese supuesto límite o equilibrio de la naturaleza a la que sacralizan, que no es otra cosa que una justificación de la crisis económica y sus consecuencias: el desempleo y el empleo de mala calidad.

Hay otras cuestión que quería comentar, y es que la segunda oleada pandémica no es como la primera de marzo y los meses inmediatamente posteriores que le sucedieron. Las medidas de contención más duras que se pueden aplicar para evitar el incremento de los contagios y la propagación de la enfermedad, los confinamientos, generan un lógico malestar que hay que comprender en cada caso.

Durante este pasado verano, ningún gobierno, de ningún nivel administrativo en el país, progre o abiértamente conservador, ha invertido nada de lo que hacía falta en sanidad o transporte públicos, para costear personal rastreador y médico o para incrementar la frecuencia de circulación de los trenes metropolitanos en ciudades como Madrid. 

A la falta de medidas estructurales y más o menos centralizadas, hay que sumarle que tantas empresas hayan estado escatimando en medidas de seguridad y de contención. En la que he solido trabajar yo, incluso dijeron que no había presupuesto para pagar un protocolo básico anticovid.

El capital y sus gobiernos, sean del color que sean, han eliminado la posibilidad de aplicar otras medidas de contención de la enfermedad probablemente efectivas y económicamente menos traumáticas que el confinamiento, y menos mortales porque los hospitales se están saturando otra vez, por mucho que la edad de los ingresados no sea tan elevada. 

Los distintos mariachis parlamentarios buscan puntos intermedios en la capacidad de actuación para modificar y "aplanar" la curva de contagios, porque todos ellos obedecen al mismo poder incuestionado y no desean tocar ni alterar los beneficios empresariales. Por eso tampoco aplican políticas sociales ni han incrementado el gasto en la protección al desempleo, lo que explica la decisión de no decretar o de retrasar al máximo posible los decretos de cierre de empresas, promoviendo que los dueños de cada una de estas hicieran lo que quisieran, y situando a los trabajadores en la difícil tesitura de quedarse en casa sin ingresos o con unos muy reducidos, o bien ir a trabajar arriesgándose al contagio, e incluso jugándose la vida.

Sin embargo, el cierre total decretado en marzo sí que estaba, a mi entender, complétamente justificado porque la magnitud de la emergencia sanitaria no era entonces previsible como sí ha sido el nuevo rebrote general de Europa, y aún así, desde el empresariado existieron siempre iniciativas contra el confinamiento y los cierres. 

Esas iniciativas pasaban pues por denunciar el cierre, incluso cuando se precipitó la situación en marzo, mientras los empresarios que podían aplicaban una "economía de guerra", reorientando su producción hacia los sectores esenciales y continuando la generación de sus ganancias. Por eso quienes secundan dichas iniciativas empresariales incluso ahora, en la segunda oleada, están cerca de las tesis conspiranoicas y negacionistas: miran por sus ganancias y su dinero, no por la salud pública, y estas tesis les convienen. 

En marzo, este último tipo de manifestaciones se hicieron más patentes en países como Brasil o Estados Unidos, donde los séquitos del trumpismo salieron con los coches a gritar consignas contra el comunismo o contra China, lo mismo les daba. Pero sin ir más lejos, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, dijo en relación a la primera oleada aquello de que estaba "a favor" del confinamiento general... pero en contra del decreto del cierre.

La clase trabajadora se movilizó justamente contra eso que proponía Garamendi, que es lo que el gobierno de la Ayuso puso en práctica con el confinamiento selectivo de los barrios obreros y más depauperados de Madrid, la mayoría (no todos) situados en el sur de la ciudad, mientras se la jugaba en el metro.

Sé a ciencia cierta que una parte de los autónomos hosteleros que acudieron a la manifestación del pasado sábado, me refiero a los pocos que yo mismo reconocí porque viven cerca de mi barrio, o bien los que me han dicho que acudieron, no tienen afinidad alguna por los partidos o grupos que alentaron la convocatoria.

Eso no significa que esos partidos y grupos no puedan tener influencia y gozar de una simpatía entre los propietarios hosteleros de mayor nivel, previsiblemente entre los dueños de varios locales de ocio nocturno y discotecas a lo largo de la ciudad, y no necesariamente de una tasca o una taberna, que también podría ser el caso.

La mejor garantía que veo para evitar o impedir que esa indeseable influencia pueda crecer es la antes citada organización de clase, que ponga sobre la mesa los intereses urgentes y específicos de camareros y trabajadores asalariados de hostelería y otros sectores, sin hacer ningún borrón y cuenta nueva y sin olvidar todo lo que ha ocurrido hasta ahora. 

De lo contrario, sectores crecientes de autónomos y pequeños propietarios pueden quedar engatusados alrededor del negacionismo y de quienes representan ciertas organizaciones, en particular los fascistas de Vox. 

Y por supuesto, hay que ser responsables a la hora de conceder credibilidad a las convocatorias que se hagan, y preocuparse por conocer cuál es el origen de las mismas. Hay quienes a sabiendas del peligro que entrañan algunas se aventuran a defender la participación en ellas, y pueden contribuir a prepararte un Euromaidan en un momento aunque sea en miniatura. 

La que hay convocada para mañana sábado 7 de noviembre en Madrid, alentada por la agente de policía antidisturbios Sonia Vescovacci, no genera dudas acerca de su naturaleza.