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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

sábado, 6 de agosto de 2022

Anticomunismo y fascismo: el compadreo no es cachondeo

Por Arash

El refrán "dime con quien andas y te diré quien eres" no es aplicable para describir mi orientación ideológica, en primer lugar, por lo que respecta a la primera parte de aquel, porque no se puede hablar de ese aspecto de mí en base a unos cerdos fascistas con los que no me codeo ni en pintura, y en segundo porque creo que hay que contestar, aunque fuese tarde y mal, esa bilis anticomunista que escupe la serpiente, con la que están logrando impregnar la conciencia de muchos que se identifican a sí mismos de diferentes maneras.

Reconozco que no he sido justo conmigo a la hora de dar esa respuesta: puede que estar desempleado, un tiempo ya demasiado prolongado, o no haber conocido hasta la fecha una estabilidad laboral, me haya estado predisponiendo a rodearme más de la cuenta, de forma agotadora, con cierto tipo particular de desagradecidos, individuos que desconocen por completo tanto la manera en que fue alcanzada en el pasado la calidad de vida que tienen, esa de la que aún disponen mientras venden lo suyo a plazos cada vez más inciertos, como el marco de libertades que lo hizo posible.

No me engaño, sé que en el sentido socioeconómico somos los mismos pringados de siempre estemos dentro o fuera, que en los centros de trabajo, de distintos sectores y con distintas condiciones laborales, se respira el mismo hedor que en la puerta del bar o la taberna. Pero la realidad de una alternativa hoy inexistente frente al temible horizonte que nos espera se tendría que construir, para que fuera creíble, no tanto "ahí" pero sí "desde ahí", que es donde se da la explotación, y estar lejos obstaculiza el mantener los pies en la tierra tanto como cuando la tienes enfrente de las narices y no quieres verla. Hago lo que puedo, no es fácil cuando el mundo enloquece.

Desde los tiempos de la transición seguramente nunca habíamos vuelto a conocer, hasta la fecha actual, un ambiente tan hostil -tan normalizado y aceptado- hacia todo aquello que se asocia con ese término tan emputecido al que recurren cada vez más para dejar de pensar con la cabeza y empezar a expresarse con el intestino, sean ideas eso que se asocia a dicho término, argumentos, e incluso personas. E importa poco la mayor o menor semejanza o, por el contrario, la total falta de correspondencia de dicha asociación. 

El último hijo de la gran puta al que escuché hablar de cerca era un malnacido que, habiéndose ocupado antes de excepcionar, eso sí, a aquellos de quienes decía que era amigo, como cuando en el franquismo se le perdonaba la vida a algún conocido, encontró el momento para espetar: "a mí lo que me gusta es dar de hostias a los etarras y a los comunistas". Los viejos, como esos miles que contra viento y marea han estado tanto tiempo en las calles reivindicando la defensa de lo nuestro, habrían captado al instante la naturaleza de tal declaración, pero se vé que en las generaciones posteriores consiguen engañar incluso con maneras tan obvias como esta. ¿Por qué se creerá en estas últimas que los fascistas divulgan a los comunistas como los mayores enemigos? Me muero de curiosidad por conocer lo que responderían.

Obviando sólo por un momento, y sin pretender ser selectivo en mi repulsa absoluta al terrorismo o la represión, su fétido desaire hacia aquel último de esos dos grupos tan dispares entre sí, sólo un poco después mencionó a cierto partido de la socialdemocracia vasca en una conversación que le oí mantener, así que enseguida tuve otra corroboración más de que, si había llegado a hacer gala de su execrable condición buscada de matón, seguro no habría sido con ningún miembro de aquella organización armada -cuya práctica siempre repudié, ese es otro tema- y que este homúnculo "confundió" con ese partido que les mencionaba. Junto con otro más que le acompañaba, que parecía estar reproduciendo verbalmente un podcast del Mein Kampf, podría haber sido perféctamente un neonazi miembro de Alianza Nacional, esa otra organización en cuyas sedes se han almacenado armas de fuego.

Por lo tanto, yo mismo podría haber sido uno de esos tipos con los que ese sujeto de mierda hubiera podido pretender disfrutar dándome "de hostias", en sus propias palabras, eso si antes no le consiguiera parar los pies a ese saco de basura humana, claro está.  Pero lo que no puede ser, y es por eso que se me hinchan los narices, es que cuando alguien que se presupone a sí mismo cabal se topa con algo como eso, con seres deseosos de encontrar a quienes convertir en su muñeco del pim pam pum para desahogar sus frustraciones personales, no ponga todo lo que debería estar poniendo de su parte.

Imagina que, con la excusa de que fueses algo, hay quienes seas lo que seas están dispuestos a señalarte como un blanco a abatir, a convertirte en objetivo de una paliza, a meterte en una lista o a darte un paseo, mientras ves que otros se descojonan de risa. Como mínimo resultaría "incómodo", ¿verdad? No es cachondeo el compadreo porque si te tienen que enseñar un brazo tatuado para que te empiece a parecer más obvio eso que antes no te lo parecía, entonces es que te pilló desprevenido. Tu inconsciencia le concedió lo que nadie debería estar concediéndoles.

A lo mejor si, después del comunista, te conviertes tú -ya sé que no lo eres, no hace falta que lo jures- en el próximo objetivo real o potencial de estos alevines aspirantes a delincuente, te comienzas a plantear la parte de la responsabilidad que pudiste tener por dejar que gente peligrosa como esa divulgara lo que te parecían unos "chistosos" mensajes sobre comunistas, los que tildan de tal manera o cualquiera que discrepe del frenesí que se está imponiendo, mientras tú les reías las gracias a sus comentarios. 

Poco importará porque ya será demasiado tarde, si es que no hace mucho que ya atravesamos ese umbral y sus designios son ya inevitables, pero mientras tanto no seré yo quien les haga sentir cómodos. Si han leído estas líneas y el título que escogí para ilustrar su contenido, aquellos a los que me refería ya se habrán dado correctamente por aludidos. 

martes, 8 de marzo de 2022

El capitalismo de estado sigue siendo el horizonte por las izquierdas


Por Arash

Cuando la ahora agonizante y, salvo notables excepciones, también desintegrada clase trabajadora irrumpió de lleno en el siglo que nos precede, los distintos experimentos socialistas de los viejos utópicos ya habían dado paso a otros de muy diferente y marcada tendencia ideológica, ya fueran estos encuadrados en procesos políticos más amplios o bien estuvieran más aislados y localizados bajo circunstancias particulares.

Toda esta última generación de experiencias, las del movimiento obrero una vez ya había superado su período más ingenuo hasta entonces, se pueden cuestionar tanto por la naturaleza de cada una y quienes fueron sus protagonistas como por los respectivos contextos en que fueron desarrolladas, aunque cada vez estoy más convencido de que es una imbecilidad de campeonato hacerlo cuando se están ignorando cuestiones mucho más elementales. 

Cuestiones más elementales se ignoran cuando, lejos de querer comprenderse el fondo de verdad del lógico y penetrante miedo con vistas a construir una realidad que se oponga a sus causas materiales, lo que se pretende es hacer bandera de aquel sentimiento y yuxtaponerle una esperanza, que es algo así como ponerse a "liberar chakras" frente la clara orientación fascista que va adoptando. Se pueden encontrar matices e inclinaciones diferentes, dentro de ese conjunto de emociones y supersticiones políticas que es la democracia parlamentaria.

Si me preguntasen, diría que el cambio de propietarios en determinadas empresas o centros de trabajo hacia quienes sí son técnicamente imprescindibles para su funcionamiento son ya palabras mayores, desde luego no un capricho de nadie. Pero qué más da si la idea, que como cualquier otra siempre tiene por supuesto quienes la refieran, puede sumar algunos seguidores más, de lo que sea.

Al respecto de aquellas experiencias se podrían mencionar desde el socialismo autogestionario de la antigua Yugoslavia hasta la colectivización agraria catalana de julio del treinta y seis, pasando por los consejos obreros antes y durante el gobierno de Imre Nagy o los mismísimos koljoses. Seguro que distintos predicadores muy españoles, por cierto, "ensalzan" estos últimos cuando se cumpla el puto centenario dentro de unos años, algo que creo muy diferente a la comprensión de la mayor o menor pertinencia que tuvieron este y otros acontecimientos en la historia moderna.

Su conversión en un objeto de consideración por parte de quienes jamás han tenido pretensión alguna de cuestionar el capitalismo, que a lo mucho habrán tenido que lidiar de la correspondiente manera interesada cuando fueron puestas en práctica, va mucho más allá de lo que parece y de lo que nos cuentan. A la acelerada creación de granjas colectivas en Rusia a finales de los años veinte, y es sólo un ejemplo de ello, la acostumbran a presentar muchos como un exceso en sí mismo, como una injusta requisación del grano en el campesinado.

Es lo que sucede cuando consigue hacer efecto el espíritu de quienes elaboraron la Declaración de Praga: que aparece como un exceso todo aquello que interese calificar de comunista, se parezca más, algo o nada eso que se califica de tal manera a esto último, que es lo de menos. En esos partidos de tendencia criminal que señalan a inmigrantes y en buena parte de los gobiernos que están levantando alambradas por toda Europa tampoco se tiene el menor reparo en servirse incluso de la propaganda de los nazis alemanes (Hearst) y colaboracionistas a la hora de pronunciarse para espetar su veneno.

Por su parte hay quienes, desde otras posiciones particulares, no dudan ni por un segundo de que ni la susodicha colectivización, ni la URSS, ni siquiera el mismísimo desalojo del Palacio de Invierno y la insurrección en la que tuvo lugar, hubieran existido sin aquel a quien rinden crecientemente su patético culto a la personalidad, porque en el fondo para ellos es todo lo mismo. Cualquier día nos los encontramos en Sol o por la Gran Vía de alguna capital con un gorro de orejeras puesto y bailando un trepak si hace falta.

Su grado de desconexión actual con el presente, no tanto en un sentido emocional o por el estado de ánimo predominante, que es lo que aspiran a capitanear, sino por lo que respecta al salto que imaginan, no se entiende en toda su magnitud sin tener en cuenta eso que algunos partidos declaran ahora que se haga con ciertas compañías energéticas, en estos tiempos que corren de una monumental y lucrativa subida de los precios de la luz y del incremento del coste de vida en general, que se están viendo enormemente agravados como consecuencia tanto de la aventura bélica del capitalismo ruso en Ucrania como de las sanciones que se han ido escalonando de manera unilateral. 

Lo que tienen los más ortodoxos es que manejan unas retóricas más contestatarias, curiosamente igual que se hacía desde la izquierda hace cien años. No discuto la medida en que eso por lo que apuestan sería una opción más o menos perniciosa y perceptible, sino a cómo la pintan y por qué. 

Así, el que en lugar de decir "tomar" o "control por los trabajadores" algunos digan "tomar el control" es una enrevesada e interesante composición lingüística que sería bastante significativa de las intenciones reales de quienes afirman reconocerse en la idea de la desaparición de todas las clases, de no ser porque al igual que ellos, el resto de quienes se plantean o hablan de "nacionalizar" también están pensando simplemente en estatalizar, lo que dadas las circunstancias supondría algo parecido.

Debe haber quienes están convencidos de que se avecina una nueva revolución social y de que tenemos a la vuelta de la esquina la constitución de unos sóviets a punto de asaltar las estaciones térmicas, eólicas o hidroeléctricas de las corporaciones energéticas. Como mínimo ha de estar habiendo una enorme y sostenida movilización de trabajadores con las cosas muy claras, como para que el Estado vaya a ponerse a repartir alegremente la energía u otras formas de la riqueza entre todos, si este pasara a controlar la economía.

Tampoco pondré en duda la capacidad de autopersuasión de quienes así lo creen, al margen de la propia percepción de las masas. Mientras en aquellas corrientes se han estado tratando de divulgar utopías de cada vez más cortos vuelos, o se va creyendo ver en el sectarismo una respuesta a la crisis, la parte de estas últimas que aún está organizada trata de oponer alguna resistencia efectiva frente a la paulatina defenestración de lo conseguido a partir del hace mucho terminado ciclo de octubre, cuando la realidad es que la mayoría de las mismas permanece indiferente y se limita a plantearse cómo coño sobrevivirá con el empleo de chico de los recados o cuando ya no quede más que la chatarra asistencial que necesitan los gobiernos para intentar mantener el orden.

Pero me da la impresión de que estamos sobrados de aspirantes a los consejos de gestión o administración pública incluso cuando el apelativo de comunista se "otorga" a diestro y siniestro, costumbre esta última que se practica ya sea para azuzar los peores prejuicios e instintos de la sociedad irguiendo los muñecos del pim pam pum del mañana, que se refieren a los mismos del ayer a pesar de que hoy tendrán que inventarse a muchos más, aunque también para colgarse medallas a uno mismo como un cretino, que no es sólo cosa de la nueva socialdemocracia al contrario de lo que se acostumbra a pensar en los demás partidos que han convertido la hoz y el martillo en un emblema.

Los que se identifican a título personal de tal manera, o lo han hecho alguna vez, desde las instituciones sólo representan a un sector que ya consiguió convertirse en una burguesía de Estado o algo parecido, y que conste que ni estoy diciendo, ni de hecho pienso en ningún modo, que ni ellos ni parte de sus pretendientes más próximos, que tratan de ganarse descaradamente un hueco en el sistema de partidos junto con los que ya tienen representación en el congreso, merezcan o deban ser en absoluto equiparados a lo que representan los principales partidos parlamentarios ajenos a la llamada mayoría de la investidura. Todo hay que decirlo, no vaya a ser que alguien se equivoque. Sería injusto e inexacto decir que son lo mismo que esa "suma" de aspiraciones delictivas que padeceríamos con creces de tenerlos en la Moncloa. 

Por eso mismo, pese a mi absoluto rechazo de la recuperación de la teoría del "socialfascismo", de aplicación tan extremadamente inoportuna como lo fue cuando la diseñaron en 1928 y señal inequívoca de la irremediable degeneración del polo comunista, me pregunto qué nivel de bajeza ha de tener también esa idea de sociedad que se dice perseguir a medida que uno se plantea la totalidad de la corroída diáspora (incluidos y especialmente aquellos a quienes la política profesional Yolanda Díaz se refirió, con razón, como marginales) vista la manera convencida en que los del extremo en esa tendencia se suponen a sí mismos algún tipo de alternativa frente al actual estado de cosas y frente a quienes tampoco han planteado la que necesitamos. 

No consideran ni pretenden estimar la validez de sus propias organizaciones por sus posicionamientos y por los resultados a los que estos las conducen, pero para captar adherentes a siglas o a colores siempre han estado los performances. Para tratarse de una respuesta a la pusilánime y frustrante posmodernidad y sus mil y una caras, también parece bastante exacerbada su inclinación hacia la iconografía y el simbolismo, por mucho que hagan el egipcio cuando se lo recuerdan, pero ellos a lo suyo como siempre. 

A parte de la cronología de fechas, que se concatenan como una secuencia de datos irrelevantes porque no son comprendidos por aquellos a quienes se dirigen quienes los exponen, el simple exhibicionismo de banderas ya era, por cierto, una botella a la que se le pegaban buenos lingotazos con las últimas convocatorias del PCE-IU, que es cuando las manifestaciones regresaron a sus orígenes históricos: las procesiones. 

Todo ello ya venía de antes pero, no por casualidad, se volvió mucho más agudo después de que se enamorasen perdidamente de quienes decían aquello inquisitorial del "sin banderas", a pesar de que trataban de expulsar a los propios asistentes afiliados a sus organizaciones y, por extensión, a todo el que mostrase alguna enseña "no inclusiva", que ya sabemos lo que eso significaba. En Italia hasta los llegaron a golpear. Los sectores marginales sólo son los despechados de ese amor inconfesado hacia lo que se profesaba en un movimiento que odiaban pero del que interiorizaron tanto su contenido, cambiando las formas. 

Si alguno de todos los anteriores se hubiera leído a Rosa Luxemburgo, en lugar de haber pasado la vista por encima de alguno de sus textos como mucho, seguramente se haría una idea más certera sobre los logros que obtuvo el gobierno bolchevique en los años inmediatamente posteriores a 1917, en vez de utilizarlos como mera propaganda de las insuficiencias o vergüenzas de lo que hoy llaman el "movimiento comunista". 

La trayectoria de esta marxista de origen polaco y alemán resulta tan tergiversada, por quienes se atreven a transmutarla en objeto de las mentiras de las feministas, como esta y la de Lenin lo son ambas por parte de la izquierda en su conjunto, o bien se la tiene a aquella por una mera teórica y política de segunda fila a la que relegan a la sombra con muy poco disimulo.

En aquel otro país, Rusia, la estatalización de los medios de producción había que consignarla y, en ese sentido, había que defender a la dirigencia del proceso frente a todos sus adversarios y los gobiernos extranjeros que lo confrontaron, pero porque en vísperas de lo que sería aquel desplazamiento insurreccional del poder, la clase obrera de la época estaba organizada o a punto de hacerlo en tanto dictadura de clase, o sea, en la forma de Estado si lo prefieren. Igual que ahora, vamos.

Me juego un almuerzo a que si alguno de los caudillos y twitstars que pueblan ese estercolero de egos y trending topics que son las redes sociales les instase a ello, más de uno sería capaz hasta de tomar el Puente de Monteolivete con un moshin nagant. Lo mismo da si un nuevo "don" Miguel Primo de Rivera se subiera al estrado de la presidencia con una docena de tanques como escolta en las puertas del edificio que alberga su sede. Alguien declararía ante toda la población que el socialismo está comenzando y se quedaría más ancho que largo.

Posteriormente, si fueron alcanzados unos elevados estándares materiales o de vida en el contexto de la sociedad de la época fue precísamente por la extensión de los koljoses en el campo, que siempre fueron mucho mayores en número y en importancia en relación a los sovjoses o granjas estatales. Incluso el propio sistema estatal de protección social, que de manera indirecta se volvió una referencia hasta en occidente, se comprende a partir de la formación de aquellos.

Pero los actuales campeones de la revolución ignoran que la importancia de esa colectivización se debió también a que la dirección revolucionaria había sido desplazada por la burocracia política. Antes, no después. Tratar de presentar al Estado como si hubiera sido lo mismo recién oficializado el poder soviético que según fueron pasando los años, es algo tan vulgar como pretender desarrollar una explicación sobre la involución de la revolución rusa a partir de una personalidad o de un congreso, que es a lo que tienen acostumbrados a sus escasos seguidores. Pero las últimas semanas vuelven a enseñar que no es tiempo de revoluciones, sino de cretinos que justifican invasiones como lo hace Putin cuando se presenta como justiciero.

La socavación de las bases de ese poder ya manifestaba entonces, apenas comenzado el período de entreguerras, importantes diferencias en la correlación de fuerzas, pero es que hoy la clase trabajadora se está reconvirtiendo, generación tras generación, en proletariado como en el siglo diecinueve, pero en el siglo veintiuno. Eso sí, hay quienes cada vez se atribuyen con más énfasis una autoproclamada condición no sólo comunista sino también de vanguardia desde la que se habla de colectivizar y de socializar.

Está claro. Si los liberales no distinguen entre una estatalización y la tendencia monopolista, más allá de esa ideología que profesan también se la pretende confundir con una hipotética expropiación socialista. Por cierto, la orientación del liberalismo es tan liberticida como puede llegar a serlo todo lo que queda fuera, ni más ni menos.

¿Alguien cabal que crea en la necesidad de organización de clase confía acaso en los guardianes de las esencias? Prefieren la retórica y la liturgia porque la actualidad les parece demasiado desagradable. Sí que lo es, poco a poco esto va tomando forma y no se parece en nada a la toma de la "Bastilla petrogradiense", pero lo será así y peor aún mientras ellos continúen convirtiendo esa pasividad en motivo para seguir evocando el pasado, que es lo que les sirve para invocar alguna supuesta correspondencia en el presente. Otros se ponían en círculo hace un tiempo para invocar otras cosas, personas o supuestas "cualidades".

Nada de eso es obviamente una alternativa creíble, y mientras siga sin haberla, el poder incuestionado del capitalismo contemporáneo, sea cual sea su color y signo político, seguirá encontrando la manera de ir ventilándose los niveles conseguidos de protección social, que queda como una inercia de otra época en vías de desaparición. 

El motivo no es ninguna fuerza sobrenatural sino que todas esas coberturas que constituyen dicha protección en su conjunto son parte del salario, y quienes resisten con su ejemplo no tienen quienes les tomen el relevo. Es perféctamente comprensible el agotamiento de los pocos que se deciden a tomar este otro camino.

viernes, 25 de febrero de 2022

Arrastrados hacia la propaganda

Kiev, 2022. Fuente: DW

Por Arash

¿Se da cuenta o le importa acaso al personal que, en función de la línea editorial, los discursos de una parte de los dirigentes políticos involucrados en este conflicto bélico se retransmiten íntegramente, o bien se presentan fragmentados y retocados según el país de que se trate? Y de ser así, ¿por qué creerá que sucede?

¿Se da cuenta de que hay varias agencias de comunicación distintas además de aquellas a las que pueda recurrir con una frecuencia mayor, y de que todas ellas dependen económicamente y de manera regular de las diferentes fracciones del capital internacional, ya sea mediante la financiación oficial de los gobiernos, porque están subvencionados por estos, o porque los paga diréctamente como Euronews, DW o France24, BBC o NBC, Russia Today, o Al Jazeera? De preguntárselo, ¿creerán que alguno de esos gobiernos representa los intereses de "todo el mundo" de los países y regiones de referencia de los oligarcas o "desinteresados altruistas" que los financian?

Tampoco se debería pretender evaluar la veracidad o la falsedad de las afirmaciones exclusivamente en función de quienes las aseveran. Si algunas de las tendencias ideológicas más peligrosas están tomando fuerza desde hace décadas es, en parte, porque se ha dado la oportunidad de que sean sus líderes actuales quienes se aprovechen de la verdad, sin perjuicio de que la digan a medias junto con mentiras. En este sentido se ha fracasado estrepitósamente al intentar que se entienda que la OTAN lleva mucho tiempo incrementando el número de sus bases hacia todo el globo, el este europeo en particular, porque es un autócrata, corrupto y anticomunista como el presidente Putin quien lo puede decir como para que se oiga.

 Uno de esos pocos líderes conservadores que reconocen el papel protagonista de los soviéticos en la derrota del nazi-fascismo durante la segunda guerra mundial aún setenta años después, es él. Ni De Gaulle, ni Churchil ni nadie que me venga a la cabeza de entre las personalidades principales de la denominada "resistencia exterior" ni tan siquiera en 1945, cuando aún no se había impuesto la versión angloestadounidense de los hechos en Europa. Aquel es inteligente: conecta con una parte del sentimiento antifascista (yo diría que la acción en este sentido es otra cosa; acción no es lo mismo que sentimiento y ni siquiera tiene que haber correspondencia entre este último y las declaraciones, por un lado, y los hechos) y sabe que lo puede emplear en la justificación de los conflictos comerciales.

El despliegue de tropas rusas hacia el interior de Ucrania, de la misma manera que las fuerzas estadounidenses y atlantistas han estado desplegando las suyas todos estos años en las inmediaciones territoriales del estado ruso de la manera más irresponsable, incluso traspasando las fronteras terrestres, marítimas y aéreas como ha sido denunciado en numerosas ocasiones, me parece una noticia muy negativa porque significa una escalada militar y eso nos pone en riesgo a todos de una u otra forma, como resultado de esas pugnas por el gas. 

Las guerras se pagan primero en el frente, y después en retaguardia. En este caso, imagino que es previsible que se incrementen los precios del combustible en los países de la Unión Europa, quizás en unos más que en otros, y por ende, el de otras muchas mercancías. Ya veremos lo que nos viene, en cualquier caso también me parece despreciable la voluntad de imponer a la economía rusa sanciones y la insistencia de otros miserables en endurecerlas, que pagarán tanto los rusos como nosotros.

También es cierto que Ucrania está en guerra desde 2014. Van unos 14.000 muertos, muchos de ellos rusos étnicos que tenían la ciudadanía ucraniana, como consecuencia de los bombardeos y los ataques de infantería terrestre en el Donbás, y en ese caso son las autoridades radicadas en Kiev las que tienen las manos manchadas de sangre ante el silencio generalizado en prácticamente todo el mundo, que es lo que normalmente se suele practicar -el silencio- en relación a casi todas las guerras, violaciones de soberanía territorial, y en general cualquier cuestión de cualquier índole siempre y cuando no interese hablar de ello. La sociedad es como un niño, y el objeto de los medios de comunicación, mover el sonajero.

Me importa poco si encaja o no en la definición de genocidio lo que en esas regiones ha estado sucediendo, siguen siendo vidas humanas que fueron arrebatadas. Donetsk y Lugansk, entre otras, son localidades con decenas de miles de habitantes, con edificios de viviendas, colegios y residencias sobre las que han estado cayendo proyectiles y bombas a lo largo de ocho años, desde que bandas de neonazis organizados y armados, cortejados por miles de ciudadanos (el nacionalismo está demasiado extendido) depusieran el gobierno de 2014. También lo hicieron de manera ilegal y violenta. Pero mucho me temo que las vidas humanas nunca han valido todas lo mismo y en cada sitio nos enteramos de lo que nos cuentan.

Moscú debería retirar sus tropas lo antes posible, y el estado español, que tiene sede aquí, no en Rusia, debería primero negarse a participar en la escalada y no enviar esos militares a los países occidentales limítrofes con Ucrania digan lo que digan los estatutos de la OTAN. Así empiezan las guerras: con las acusaciones mútuas de violar las fronteras de los que terminen siendo beligerantes. El artículo 5 de esa alianza puede ser la excusa para el comienzo de algo de enormes consecuencias. 

No al apostamiento de militares españoles ni en Rumanía, ni en Bulgaria, ni en Polonia, ni en Eslovaquia ni en Hungría. En segundo lugar, debería abandonar de inmediato esa coalición que jamás fue una organización defensiva y ha estado implicada en varios de los últimos grandes crímenes contra la humanidad.