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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Soberanía y radicalización de las clases medias en Cataluña

Imagen tomada de la cuenta de
Twitter "@Amor_y_rabia"
Por Arash

A partir de 2011 en Europa, adquieren especial relevancia una serie de movimientos soberanistas que expresan la movilización generalizada de las clases medias.

Así se manifestaron a lo largo del último decenio movimientos de este tipo en países como Grecia, Ucrania, Italia, Francia o España, con diferentes escenarios resultantes y consecuencias distintas en cada país.

Evidentemente, no todos los movimientos sociales ocurridos desde entonces son homologables a los movimientos soberanistas en cuestión. El movimiento obrero y de clase también se ha manifestado en varias ocasiones en Europa a lo largo de los últimos años, en paralelo con aquellos aunque con objetivos políticos muy distintos.

Las frecuentes movilizaciones sindicales en Francia o en Grecia constituyen los mejores ejemplos de movimientos realmente liderados por la clase trabajadora. Ello les ha costado incluso hasta enfrentamientos físicos y violentos con algunos de aquellos movimientos soberanistas y sus fuerzas de choque, habiendo tenido que tratar de forma tan amable con toda condición de reventadores de manifestaciones y agentes provocadores, y siendo esos países en donde mayor respuesta proletaria ha habido contra la crisis capitalista.

Aunque sí que es cierto que los movimientos soberanistas han llamado la atención de los políticos, los académicos, los medios de comunicación y otros sectores de poder. El auge de estos movimientos se produce después de que terminase de estallar la crisis del capital en 2008, tras dos o tres años de maduración en los que aquellas clases han venido radicalizando su manera de entender y tratar de poner en práctica el viejo liberalismo burgués en materias y conceptos tales como la democracia, el poder y la representación. El soberanismo catalanista no es una excepción, en este sentido.

Así, como referente cercano de todo lo anterior (y a modo de profecía autocumplida) se jaleó y predicó en las plazas de muchas localidades españolas y catalanas la indiferencia con respecto a la izquierda y a la derecha parlamentaria ("no nos representan"), en un momento en el que aquella primera contaba, a pesar de su ideológica enfermedad endémica, con algún partido reformista medianamente implantado entre las clases trabajadoras y asalariadas del conjunto del territorio del Estado.

Eso ya es historia, y no se trata de repetirla. Pero merece mención, pues al sentimiento de repulsión hacia los partidos le subyacía entonces una carga ideológica propia de una burguesía liberal radicalizada tras su crisis, además de que no le era ajena cierto componente autoritario y corporativista.

Aunque eclosionara hace pocos años, el argumento se había ido cociendo desde hacía ya cinco o seis décadas, y consistía en que los partidos estaban perdiendo su capacidad de servir de canal o hilo conductor entre la voluntad del pueblo, de un lado, y las instituciones del Estado, de otro.

De esta manera, presentándonos un concepto meramente electoralista de la soberanía reconvertida en el fetiche banal del voto, los recientes movimientos soberanistas nos venden, a través de un cansino discurso de la representación que se asienta en la pérdida de influencia social de las clases medias, las reformas electorales como vía de acceso al poder de la clase trabajadora y de otros sectores populares empobrecidos, obviando la crisis que viven las democracias parlamentarias de toda Europa, valiéndose del aumento exponencial de las tertulias y demás "reality shows" sobre actualidad política como espacios de creciente capacidad de legitimación de las políticas de la clase dominante ante la opinión pública, e ignorando la producción de mercancías como terreno decisivo de la lucha de clases y del ejercicio del poder.

En más de una ocasión, se ha teorizado desde el marxismo sobre lo que puede llegar a suponer la radicalización ideológica y política de las clases medias de no existir una organización de la clase trabajadora lo suficientemente poderosa como para poder canalizar la crisis del capital y redirigir los acontecimientos sociales en un sentido revolucionario. Recurriendo a la historia europea, no es raro encontrarse con el crecimiento progresivo de alas radicales en el interior de los partidos de la burguesía liberal que terminaron convergiendo con el fascismo, durante la depresión asociada al "crack" de 1929.

Esto ocurrió en 1924, por citar un ejemplo, cuando los liberales, una de las principales fuerzas parlamentarias en Italia, convergieron con los fascistas para aprobar juntos, en contra de los socialistas y los comunistas, la contrarreforma electoral que le permitiría a Benito Mussolini alzarse como el "Duce" y terminar por la fuerza con el movimiento obrero soviético y revolucionario en el norte industrial de Italia.

El movimiento catalanista está liderado por la burguesía nacionalista y sus representantes ante las instituciones españolas y catalanas, entre ellos los pertenecientes al Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT) y al eurogrupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (grupo ALDE), y aquel movimiento ha recibido muestras de simpatía por varios de los líderes de partidos que ya entran en el campo de la extrema derecha y que recogen y canalizan buena parte del soberanismo de las clases medias en otros países de Europa.

Es el caso de Heinz-Christian Strache, dirigente del Partido por la Libertad de Austria (FPÖ), miembro del antiguo eurogrupo de la "Identidad, Tradición y Soberanía", por el que pasaron (para que se hagan una idea de la naturaleza de este contacto y de estas muestras de simpatía entre derechas nacionales) desde integrantes de la familia Le Pen, hasta una nieta de Benito Mussolini, la cantante, modelo y actriz Alessandra Mussolini, antigua senadora y diputada en la Italia postfascista hoy eurodiputada por la extrema derecha. Heinz-Christian Strache se mostró partidario del referéndum en Cataluña.

También es el caso de Nigel Farage, quien fuera exdirigente del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), miembro del eurogrupo de la "Europa de la Libertad y la Democracia Directa", otra alianza de la extrema derecha en la que comparte membresía con el UKIP el movimiento neofascista y antipartidos de indignación de clase media de las "5 Estrellas", liderado por Beppe Grillo, que un día acampaba a sus anchas en las capitales italianas pocos meses después de que esto sucediera en las plazas españolas. Farage se solidarizaba con las víctimas causadas por la represión violenta del Estado español en Cataluña.

Espero sinceramente que nadie se engañe con los "solidarios" propósitos sociopolíticos de gentuza tan despreciable como esta y qué es lo que realmente significa que la extrema derecha soberanista europea haya tenido este gesto con el soberanismo catalán, aunque igual soy demasiado optimista. Este último está sirviendo a la reactivación de las fuerzas sociales y políticas más reaccionarias, y así se han manifestado en los últimos días en las ciudades españolas en contra del proceso catalanista.

Al respecto del liberalismo radical y prefascista, la tendencias de reconfiguración de los Estados en los contextos de crisis del capital y de la burguesía pasaban antaño por el mayoritarismo en los sistemas electorales, mientras que hoy suele pasar por la proporcionalidad, pero el objetivo de este tipo de propuestas con respecto a las instituciones y la crisis económica, es exactamente el mismo en ambos casos: la estabilidad institucional tras la exclusión de la clase trabajadora de los sistemas de representación y de distribución de bienes y servicios básicos, y la credibilidad de las democracias burguesas.

En la lucha de clases no hay, a la larga, movimientos socialmente neutrales, tampoco los movimientos soberanistas ni, en particular, el movimiento catalanista. Todos los movimientos en el tablero del ajedrez pasan factura. Dicho esto, cabe decir también que el simple alteramiento de las instituciones del poder político, de sus administraciones y de las relaciones que todas ellas mantienen entre sí, es una contrarreforma política asegurada, y sólo es humo ofrecido por la burguesía a la clase trabajadora -si es que esta última se lo traga- mientras la continúa maltratando con los mismos niveles de explotación laboral y se respeta la base de dicho poder político: el capital y la ganancia, que son la esencia de los Estados. Una hipotética República Catalana no serviría de referencia al Estado español en otra cosa que no fuera la continuidad de la degradación de los derechos laborales y las libertades de los trabajadores.

El soberanismo catalanista, desde la derecha que lo lidera hasta la izquierda más vendida, está intentando alterar el régimen de relaciones entre la Generalidad de Cataluña, y el Estado español y su Administración.

Sin embargo, durante todo el tiempo que ha durado, el "Procés" ha estado completamente ausente de todo sustrato o contenido social, algo fundamental en cualquier proceso que realmente pretenda beneficiar a los explotados y a otros oprimidos.

La CUP, que parece que goza de bastante prestigio en un sector minoritario del soberanismo catalanista y constituye su izquierda, dice algo sobre su identidad que no creo que debamos ignorar, ni en esta ni en las organizaciones situadas a su derecha: "El proyecto de Unidad Popular que articulamos se divide en diferentes ejes que representan nuestra identidad: [...] La defensa de la lengua y la identidad nacionales".

Antoni Abad Pous, Presidente de la patronal
CECOT, junto con Artur Mas, Presidente del PDeCAT.
CECOT fue uno de los convocantes del paro
patronal del 3 de octubre en Cataluña
Es precisamente la ausencia de ese sustrato y contenido social, lo que explica que los pequeños y medianos empresarios y explotadores, así como las patronales catalanas (CECOT, PIMEC, etc) que los representan, hayan necesitado recurrir a la clase trabajadora desde el pasado 3 de octubre, ante el temor de que esta última se movilice de forma independiente abanderando un programa de reivindicaciones con contenido económico y social, algo para lo que el poder capitalista ha contado con la CUP, aunque sea para sacar a los trabajadores a la calle bajo el detestable estandarte del nacionalismo que impregna a los principales agentes dirigentes del "Procés", y para fingir que se les va a tener en cuenta: ¿será el PDeCAT que ayudó, con su abstención activa en el Congreso de los Diputados, a sacar adelante la contrarreforma laboral de la estiba impulsada por el Partido Popular, quienes tendrán en cuenta a los trabajadores de Cataluña sólo por ser sus "compatriotas"? ¿O bien los continuistas con la Unión Europea de ERC quienes defiendan la educación y la sanidad pública, gratuita y de calidad para la clase trabajadora?

Las organizaciones del soberanismo catalán, sumergidas en el radicalismo burgués, se mueven en otro terreno que el del sindicalismo obrero: mientras estas últimas paralizaron la contrarreforma laboral de la estiba desde los puertos y dieron el ejemplo de lucha de la clase obrera, aquellas juegan a la democracia burguesa en unos parlamentos ya agotados para la agitación política en defensa de los trabajadores, y se venden al corrupto empresariado catalán a cambio de la "autodeterminación" nacional.

Pero siendo los sindicatos organizaciones de composición obrera, han de ser cuidadosamente manejados por el soberanismo, partiendo del encuadre de este último en el contexto de la crisis de las clases medias y de su movilización social: la que pretende que la base de su renta siga intacta.

Por ello el intento de desplazamiento  de la lucha obrera desde las reivindicaciones socioeconómicas y de clase, desde los centros de trabajo, hacia las vacías reivindicaciones democráticas e institucionales, bajo su forma independentista en el caso del soberanismo catalanista. Las patronales catalanas han logrado  convocar un paro nacional y, además, sumar a la mayoría de sindicatos alternativos al mismo en Cataluña.

De este modo, como en el ejemplo del paro patronal del 3 de octubre, la burguesía nacionalista pretende utilizar a los obreros que viven y trabajan en Cataluña como arma arrojadiza. Es absolutamente "de cajón"  que durante la pasada jornada del 3 de octubre, estos fueron utilizados como herramienta para presionar contra los sectores de la burguesía que han desistido de la independencia, o bien abiertamente contrarios al soberanismo catalán, y que en esta jornada de paro se ha venido descontando la paga a los trabajadores del sector privado con motivo del mismo: una preferencia para la burguesía por encima de su identidad nacional o cualquier otra identidad subjetiva, pues estamos hablando de sus intereses de clase. Al tener la burguesía nacionalista la iniciativa del paro nacional, los sindicatos alternativos han actuado como transmisores de la presión que aquella ha ejercido contra la burguesía catalana contraria al "Procés", prefiriendo esta última ceder ante la opción del cierre patronal que ante la "huelga" de los sindicatos.

Quienes aún defiendan y se comprometan con la clase trabajadora no deben permitir que este último movimiento soberanista consiga cumplir su profecía, como ocurrió en el pasado con respecto a los aburguesados partidos parlamentarios. Es importante difundir, en este sentido, la información proporcionada por el Centro de Estudios de Opinión (CEO), institución estadística dependiente de la Generalidad de Cataluña, pues significa dar voz a la clase que vive de su trabajo asalariado en Cataluña, que no ha caído en el paternalismo nacionalista de sus explotadores locales y regionales. Que la burguesía ejerza a día de hoy su poder de manera indiscutida, no significa que pueda ejercerlo de cualquier manera.

Esta encuesta indica cómo el independentismo -el punto que encabeza el itinerario formal del soberanismo en Cataluña, por supuesto negociable en función del espacio y la libertad económica que el Estado conceda a la burguesía catalana- se va haciendo una postura relevante a medida que ascendemos en la estructura socioeconómica de clases de la sociedad catalana.

Así, la clase baja cuenta en Cataluña con un 27'6% de partidarios de la independencia, frente a un 60'5% en contra de la misma, mientras que esta distribución de opiniones se llega a invertir en el estrato de la clase media-alta, que cuenta con un 51'1% de partidarios de la independencia, frente a un 36'4% de opositores.

Vale que los sociólogos burgueses tienen la mala manía de clasificar a la sociedad olvidando el trabajo (particularmente el asalariado) como elemento central en la emancipación o, como les gusta decir, en la movilidad ascendente, pero es evidente qué clase acumula la riqueza y el patrimonio -patrones de estratificación similares a los utilizados en la sociología burguesa- aunque no se explicite la estructura social que hay detrás y que explica dicho reparto de la riqueza. El independentismo no está extendido, pues, entre la clase trabajadora de Cataluña, aunque esto es lo que ha estado intentando la burguesía nacionalista.

A la actitud del sindicalismo alternativo al mayoritario, en relación al paro patronal al que se ha sumado en Cataluña, ha podido contribuir en buena medida la influencia ejercida por diferentes organizaciones y partidos nacionalistas, siendo la CUP uno de sus ejemplos en el territorio catalán, que comete el mismo fraude de implicitar la estructura socioeconómica de clases catalana en sus estatutos.

Para defender a las clases populares y la igualdad, la CUP apuesta por "la redistribución de la riqueza" y por el establecimiento de "mecanismos de control popular de la economía".

En sus palabras, se trata de "una organización nítidamente socialista y tiene el objetivo de sustituir el modelo socioeconómico capitalista por uno nuevo, centrado en los colectivos humanos y el respeto al medio ambiente [...] [impulsando] cooperativas y otras formas de economía social y solidaria desde la máxima responsabilidad en la gestión y el control democrático de los recursos comunitarios".

Cuando se habla de "nuevo" modelo socioeconómico en lugar de sistema socialista, o de los "colectivos humanos" como beneficiarios del nuevo modelo de "economía social" sin protagonismo ni autogestión de la clase trabajadora (sólo cooperativismo de cogestión), o de la "máxima responsabilidad en la gestión y el control democrático de los recursos comunitarios" sin concretar quiénes han de responsabilizarse de la gestión y el control no ya de los medios de producción sino... ¡de los recursos comunitarios!; entonces lo que se nos vende es el capitalismo de la pequeña propiedad privada y/o el paternalismo del Estado y de la gran burguesía "solidaria" instalada en sus instituciones, nada nuevo entre quienes se mueven en la charlatanería teórica del socialismo pequeñoburgués.

Hablar de "recursos" en vez de capital y de poder, o bien de poder como sinónimo del "fluido" concepto de "recursos", dice algo bastante obvio sobre lo que está intentando vender la CUP, y al servicio y beneficio de qué clases sociales: la expedición de amplios estratos de la pequeña burguesía que no asumen el fin de un estado de bienestar que en España ha tomado la forma de la economía social de mercado, y que pretenden realizar sus aspiraciones emergentes en la estructura social capitalista.

Los conflictos que se articulan en torno a los partidos del Gobierno de Cataluña (PDeCAT) y del Gobierno de España (PP), expresan sobre todo la competencia económica y la pugna fiscal entre las burguesías española y catalana, dispuestas a darle otro empujón al monstruo del nacionalismo que se cierne sobre Europa, que ya ha enviado un guiño al respecto de los últimos acontecimientos en Cataluña.

Los que se articulan en torno a la derecha y la izquierda nacionalista catalana (desde el PDeCaT hasta la CUP, pasando por ERC) esconden la lucha entre burguesías que combaten por aumentar o mantener su cuota de poder en la estructura social del capitalismo catalán, la cuestión en la que, en principio, me he concentrado en este artículo.

Moverse en ambos ejes (nacionalismo catalán contra nacionalismo español, o nacionalismo de izquierda contra nacionalismo de derecha) contribuye a ensombrecer, en Cataluña y en todas partes, la voz de la clase trabajadora explotada y oprimida por la burguesía, de toda condición económica y nacional.