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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

sábado, 27 de mayo de 2023

No hay falsos atajos

Por Arash

"Y si en toda ideología, los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su proceso histórico de vida".

(La ideología alemana, Marx y Engels, 1845)

El planteamiento marxiano entonces sintetizado en la Crítica del Programa de Gotha, en el año de 1875, fue en cierto sentido llevado a la práctica por los bolcheviques casi medio siglo después. Aunque como llegó a decir el principal dirigente de la revolución rusa citando al poeta y novelista Wolfgang von Goethe, "gris es la teoría, amigo mío, pero el árbol de la vida es etérnamente verde". 

Con esta última paráfrasis, Lenin estaba haciendo referencia a que en la realización práctica del proyecto aparecen matices no siempre anticipados lo suficiente o en absoluto desde la teoría, y también a las dificultades del proceso político entonces en curso, de las que dio buena cuenta en algunos de sus escritos. Es el movimiento real lo que permite actualizar la teoría cuando esta ya no funciona.

De cualquier manera, habría resultado difícil hablar de imprevistos en la teoría si el intento de llevarla a la práctica no hubiera sido significativo: menos de lo que aseguran quienes son incapaces de distinguir entre socialismo y capitalismo de estado, y más de lo que creen los que se posicionan en contra de recibir lo que se aporta.

Tendría por supuesto que volver a haber una diferencia cualitativa fundamental entre un hipotético período revolucionario, y uno de estricta normalidad política como el actual y que tenemos por delante, pero esa diferencia es no obstante inapreciable e impredecible desde la normalización de esa normalidad. En lo suyo, los economistas burgueses lo han estado haciendo bien todo este tiempo.

El grado de organización y conciencia de aquellos obreros, campesinos y militares que se mantuvieron afectos al proceso llegó al punto de que el objetivo de crear ese mundo nuevo fue interiorizado por amplias masas. Los agitadores espartaquistas y bolcheviques sí lograron entonces la comprensión del propósito histórico.

Lo que se pretendía era una tarea que, sin menoscabo de ninguna otra que se escogiera, sí que era harto más hercúlea y compleja: asignar el producto de acuerdo a las distintas necesidades sociales, por lo que había que acabar con las relaciones sociales y de producción en que se sostiene el sistema vigente. Su mérito no puede considerarse, por tanto, solamente por la finalidad que perseguía y proclamaba sin contemplaciones porque no la cumplió: ha de hacerse, también, por todo lo que le permitió llegar hasta donde lo hizo.

El que fuera derrotada la revolución quiere decir que a nivel internacional o escala global, o sea más allá de la revolución, jamás se alcanzó a implementar una distribución «a cada cual según su trabajo», es decir que como nunca se consiguió acabar definitivamente con el régimen capitalista de trabajo, en la sociedad no fue posible una distribución «a cada cual según su necesidad».

A lo que sí llegó, no obstante, es a ser una alternativa creíble, que es de lo que se trata.

¿Y hoy?

Muchas nevadas han caído ya sobre el Palacio de Invierno, y muchos años han pasado desde entonces en los países hoy centrales.

Las aspiraciones o expectativas actuales (¿hace falta decir si son o no revolucionarias?) dependen en cualquier caso, como siempre, no sólo de las circunstancias económicas sino también de lo que hagamos y dejemos de hacer al respecto, y por eso resulta descojonante lo que uno lee y escucha por ahí. 

De esta manera, detener un nuevo alargamiento de las bases reguladoras o impedir otro retraso más en la edad de jubilación puede ser un objetivo más, menos o nada creíble en función de la influencia o capacidad de presión de los afiliados hacia sus dirigentes en las principales confederaciones nacionales de sindicatos, para forzarles a generalizar una huelga.

Esto fue creíble en Francia durante varios meses, que los sindicatos no perseguían ninguna revolución estaba claro pero en ellos sí se estaba cuestionando la explotación. Sin embargo, la dirección sindical torcía a la par que los niñatos en todo momento ajenos a esa lucha siguen "enseñando" el camino desde la distancia o la incomprensión.

¿Quiénes estaban poniendo en tela de juicio esa relación laboral en que se erige el régimen capitalista sino tales trabajadores, jubilados y pensionistas del país vecino, que arrastraban multitudes a las calles contra la reforma de Macron?

¿No será que si trataban de unificar unas y otras huelgas en diferentes sectores y administraciones era porque sabían que la defensa del sistema público de pensiones está unida a la lucha por la consecución de mayores salarios y empleos de mejor calidad? 

Es que eso es capitalismo, dicen por ahí. ¿Será que unos se han enterado ahora? ¿A lo mejor es que otros ignoran que la defensa de nuestras necesidades inmediatas será insuficiente pero seguro que es una exigencia inexcusable para todo lo que debiera venir después y no viene por alguna razón que ni sospechan?

Hoy lo que predomina es el paladín que da lecciones a la clase trabajadora, el activista del teclado que confunde su nivel de vida con las circunstancias en que viven los demás, el maestro de la literatura con tiempo libre para la meditación. Cree en una alternativa. He ahí la credibilidad del comunismo "express":

  • Obsérvese cuál es la tendencia ideológica de nuestras sociedades, que caminan con determinación  hacia el agujero, para hacerse una idea. Se presentan los gobiernos de la burguesía progre como una dictadura social y comunista, y ya no es que sea solamente cosa de cuatro cabreados que no sepan hacia donde dirigir su rabia.

  • Si lo anterior no es suficiente, préstese un poco de atención a la vida cotidiana de segmentos cada vez más amplios de la población, para tener más pistas. Entre paladines y activistas se imagina algo cada vez más diferente de lo que se va imponiendo como realidad, que es lo que está viniendo tras la digitalización o la transición ecológica, y que nadie cuestiona más que para añadirle la etiqueta de "social" y quedar como el más tonto de su barrio. Pero no pasa nada, "imaginación al poder".

  • No hay más que echar un vistazo a las estadísticas disponibles sobre la evolución real del salario y el empleo, para saber definitivamente la respuesta a la pregunta de cuán creíble es la alternativa fantástica. Pero qué más da si uno tiene mucha ilusión y se siente inteligente.

  • Aquel experimento de Finlandia, que según algunos que escriben en Ctxt o El Salto (medios progres alternativos) fue un exitazo, cuyo estrepitoso fracaso ya era más que predecible antes de su implementación (medida paliativa de la pobreza y planteada como derecho humano, entre otras cuestiones) y que quedó en una prestación de 500 €/mes durante 2 años (toma paternalismo de gobierno) dirigida a 2000 parados elegidos... por sorteo, como en la lotería nacional. A cada cual según su necesidad, claro que sí.

El tercero de los anteriores cuatro puntos sólo es la constatación estadística de lo que explica los dos primeros, porque la tendencia de la explotación y la cualificación en el trabajo ya es muy fácil de intuir, si es que uno no se percata ya diréctamente de ello por experiencia, incluso sin el INE o el CIS, a los que no obstante está bien ojear de vez en cuando, y porque el fascismo criminal y hostigador está creciendo sobre esa misma base y fondo de verdad que algunos han tenido la cara dura de haber estado negando o ignorando, quizá porque la cosa no fuera tanto con ellos como aparentaban.

El cuarto punto remite, junto con el mínimo vital con el que hizo lo principal de su campaña electoral el actual gobierno español ahora acechado por las ratas que se le oponen, a lo poco que de hecho sabemos a ciencia cierta sobre la renta básica, es decir más allá de lo que decían sus promotores en la propaganda o en la teoría, porque de lo que se trataba en realidad era de justificar el ataque contra las prestaciones realmente existentes pero que se nos están ventilando el capital y sus gobiernos, a distinta velocidad pero todos ellos sin excepción. Siempre es más difícil admitir la derrota que seguir evadiéndose en ideales o mandarlo todo al cuerno.

No soy un desencantado porque nunca creí "ni en dioses, reyes ni tribunos", como decía el himno de la hace tanto tiempo extinta Internacional, pero tendería la mano a aquel que sí lo estuviera si no pretendiera hacer borrón y cuenta nueva con la desilusión que le trajo el puñetero señuelo en el que fuera que confió, porque se dejó distraer con él o porque en realidad nunca se jugó nada demasiado importante. Tengo contradicciones personales como el que más pero jamás confié en aquella bazofia que unos vendieron como utopía y que otros tragaron tan gustosamente.

Significativamente, quienes evocaban la "propuesta estrella" de los progres frente a la más que necesaria crítica del mismo cuando no se había formado todavía el gobierno, hace no tantos años como para que todos esos ilusos lo hayan olvidado, tampoco eran ni son por supuesto los mismos que tenían y tienen que agarrarse a esos pocos cientos de euros de mierda como un clavo ardiendo. A los del primer grupo ya no se les ve tan emocionados en sus publicaciones, de hecho ni se les ve por ninguna parte pronunciarse sobre ello.

Pero seamos francos, al personal le importa entre cero y nada las causas de sus propios padecimientos siempre y cuando siga sintiéndose capaz de imaginar un mundo mejor. Seguirá fantaseando o soñando por mucho tiempo, y que le den por el saco a aquello de "examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía" (énfasis añadido).

Aquello que se menciona, en unos casos para justificar el recorte de libertades democráticas y en otros para entretenerse y entretener a otros, no es hoy más que la teoría de la conspiración divulgada por la derecha cómplice del fascismo, y en el menos malo de los casos y precísamente como prueba de sus éxitos en divulgarla, una vulgar fantasía de utópicos, "radicales", progres y reformistas de variado pelaje. 

Que no nos extrañe cuando nos hundamos en el capitalismo entre nuevos putsch y noches de cristales rotos porque los explotados siempre constituyeron el sujeto histórico (Lukács), no determinado de antemano hacia nada.