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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Cara y cruz: la falacia de la indignación


Por Arash


Miles de negocios tienen que cerrar al dejar de recibir créditos y préstamos. Millones de trabajadores condenados al paro y a la pobreza. El consumo se paraliza; la economía se para. Y en medio de este panorama, la corrupción política acaba con la credibilidad de todos los partidos políticos, los de izquierda y los de derecha, más ocupados en mantener su poder y discutir entre ellos, que en resolver los problemas básicos y elementales de la ciudadanía. Resulta que los sindicalistas también son corruptos.  Encima, Rusia quiere dejar de abastecer a Europa y financia a los separatistas del Donnbas. El mundo parece entrar en guerra.
Han pasado 6 años desde 2008, fecha que se ha tomado por el inicio de la crisis. La avalancha de indignación conquista, poco a poco, las conciencias de todo el mundo, o mejor dicho, del 99%.
Tras la revolución popular de Francia de 1789, el pueblo-nación (Tercer Estado) logró alcanzar la soberanía, plasmada en la formación de un órgano legislativo –el parlamento– en el que los ciudadanos tuvieran libertad política para participar en este tipo de decisiones, reunidos en sus respectivos partidos políticos de ideas más o menos afines a todos sus miembros. Los estamentos sociales que habían dominado durante siglos –clero (Primer Estado), y nobleza (Segundo Estado)–, quedan relegados del poder.
Efectivamente, el origen de las libertades políticas se puede remontar hasta la Revolución Francesa. Los economistas liberales que escribían sobre la libertad política, también lo hacían sobre la libertad individual –el Estado no debía entrometerse en los asuntos privados del hombre– y, como no, sobre la libertad económica –debía garantizarse la libre competencia, es decir la economía de mercado y la propiedad privada, que asegurarían la riqueza de las naciones–.
Antes de que se asentara el parlamentarismo, la burguesía revolucionaria estaba declarada en armas contra la aristocracia representante del Absolutismo. Una vez asentado, incluso hasta estos representantes reaccionarios formaron partidos políticos, eso sí, dinásticos, defensores de los valores tradicionalistas, contrarios a la separación Iglesia-Estado y, en general, opuestos a todo lo que tuviera que ver con la Revolución Francesa y la Ilustración. Esto es parte del origen del conservadurismo.
Los fenómenos políticos cambian, aunque los fenómenos filosóficos y/o intelectuales en los que se basan los primeros permanecen en bola de nieve de la historia y son más resistentes a la prostitución. Así, se puede comprobar cómo los primeros se alejan de los segundos para adaptarse a cierto status quo.
Los conservadores, en los Estados en los que gobiernan, participan en sistemas políticos en los que hay separación de poderes y un sistema formalmente democrático. Si dicha separación y la reivindicación del parlamentarismo como forma de democracia fueron en gran medida adoptadas por los partidos del liberalismo, los conservadores se posicionaron, históricamente, precisamente contra estas.
En la actualidad, aunque en sus entrañas, como nos demuestran por ejemplo aquí en España los conservadores –el Partido Popular, alineado internacionalmente con la Unión Internacional Demócrata– con sus tentativas de segregación escolar y confesionalización de la educación  y con demás muestras de tradicionalismo franquista por su parte, siguen queriendo dar más poder a la organización criminal del Episcopado, y no cierran las puertas a una salida autoritaria a la crisis política, es sorprendente como, desde entonces hasta ahora, los conservadores han aceptado teóricamente los principios económico-básicos del capitalismo, que en un momento histórico fueron premisa de los liberales a los que combatieron:
“La democracia política y la propiedad privada son componentes inseparables de la libertad individual [y] la economía social de mercado ofrece los mejores medios para la creación de la riqueza y prosperidad material para satisfacer las aspiraciones legítimas de los individuos y de la lucha contra males sociales como el desempleo[1] (Declaración de principios de la Unión Internacional Democrata.)
Hasta el Rey de España, en contraposición con el pasado papel absolutista de la monarquía, elogia –y demuestra así que está con la burguesía–a los empresarios en España asegurando que “la contribución de los empresarios es fundamental” –desde luego, la contribución de los empresarios al sostenimiento del trasvase de las rentas del trabajo al capital, es “fundamental”–, a quienes les otorga una “alta función social: ¿crear empleo?, sólo cuando lo necesitan, relegando a la absoluta miseria a los asalariados cuando no; y si ellos necesitan bajar los salarios y priorizar las decisiones de la patronal en detrimento de las de los sindicatos para que sigan funcionando sus empresas y sigan “generando empleo”, e incluso forrándose, ya les soltarán algunos empresarios unos sobres al PP para que lo hagan, además de para que conviertan en mercado todos los “monopolios estatales”, es decir servicios públicos; que para ellos son para quienes gobiernan estos neo conservadores liberales. [2]

Otras cuestiones de los conservadores como su afirmación insultante de rechazo a los “totalitarismos” o su autoafirmación de “demócratas”, no merecen mayor importancia por la evidente vaciedad de ambas premisas, para un organismo internacional que, reproduciendo a BBC News, considera al Gobierno de Ucrania tras el golpe de Estado como democrático y su parlamento plagado de golpistas del Pravy Sektor o Svoboda como legítimo, a sus operaciones genocidas militares –ejército– y paramilitares –Guardia Nacional, organismo voluntario plagado de los elementos más cercanos al fascismo– como “operaciones antiterroristas”, y a quienes se niegan a obedecer a un gobierno criminal implicado de lleno –por la militancia de quienes participan en él, y puede que hasta por haber cometido alguno de ellos mismos aquella atrocidad– en la masacre de Odessa, como “terroristas” y “separatistas” [3]. (Sección de noticias de la Unión Internacional Demócrata.)
Pero, volviendo a la línea inicial, si los conservadores en la actualidad aceptan estos principios económicos y políticos en la medida en que participan en unos sistemas político –parlamentario, democrático– y económico  –capitalista– de estos tipos, no es ni mucho menos por voluntad suya, sino porque estos principios se impusieron y arraigaron en las conciencias de la sociedad tras muchos lustros. No sólo de los conservadores, sino de la más amplia sociedad, en general, lo que explica en parte, en cuanto al aspecto económico de estos valores, cualquier nivel de dificultad que exista por parte de esta, de asimilar que existen sistemas económicos que no se basan en la apropiación de la fuerza de trabajo y sus productos/beneficios por parte de unos capitalistas; explica la “estrechez de miras”, que digamos, la negativa a “ver más allá de las narices” de mucha gente; explica la dificultad –sobretodo tras la caída de la URSS, uno de los últimos grandes golpes del capital– de la sociedad de concebir el socialismo.
Aunque, aún con su aceptación de las reglas de juego de la burguesía, su condición de conservadores haría que sin duda recurriesen de nuevo al autoritarismo en caso necesario; en caso de que la lucha de clases se agudice hasta el punto en que la burguesía necesite de su recurrencia para la represión no sólo social, sino también política –supresión de los derechos democráticos–.
Parte del origen del fascismo en Europa en el siglo XX, se explica con la recurrencia a los valores conservadores y tradicionalistas, para desacreditar la democracia parlamentaria, o democracia liberal.
Así pues, Onésimo Redondo, quien fue un propagandista de la formación política conservadora Acción Católica, fundó las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica –católicas y anticomunistas, además de su negativa de ubicarse en la izquierda o en la derecha–, para después fusionarse con un semanario español inspirado en uno homónimo italiano llamado “La Conquista del Estado” y formar las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas (JONS), de inspiración fascista, y que acabaría juntándose con La Falange.
Otro ejemplo claro del conservadurismo adoptado por el fascismo, son las directrices marcadas por la organización política del dictador Miguel Primo de Rivera, la Unión Patriótica, que afirmaba la necesidad de una “política nueva” y de la formación de un “partido político, pero apolítico”. El regeneracionismo político tiene unas raíces bastante reaccionarias. El fascismo, no sólo en España, adoptaría la antipolítica y el antiparlamentarismo como métodos para llegar a la “regeneración política”. Ya saben: “el movimiento de hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas” o “en estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí vuestra España, ni está ahí nuestro marco. Esa es una atmósfera turbia, ya cansada […] No está ahí nuestro sitio”. Como ellos mismos decían, su sitio estaba al “aire libre, bajo la noche clara”, noche bajo la que asesinaban por la espalda a los militantes de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas del Partido Comunista de España, y a los anarquistas de la CNT y de la FAI. Efectivamente, su España nacería de un golpe de Estado en el que los falangistas se convirtieron, o en la élite franquista en unos casos, o en las putitas de ellos en otros.
Además de la incapacidad general, por el momento, que pueda haber en ciertos sectores sociales, de asimilar el socialismo –sumado al miedo a ser satanizados; ¿cuántas organizaciones políticas reivindican en alguna medida la abolición del trabajo asalariado?–, como derivado de la asimilación de los valores económicos del liberalismo y de la burguesía, de los valores políticos de este/a se derivan las reivindicaciones de “democracia” y de una “verdadera representación” ciudadana, y pocos se preguntan hasta qué punto estas son manipuladas por los actuales poderes económicos, aquellos a los que si no se osa llevar la contraria, no comprueba uno los límites de la libertad de expresión en el capitalismo.
A pesar de algunas mentiras como las que se leen en ciertos medios de comunicación como Público.es  –además de las grandes corporaciones privadas de comunicación, como Atresmedia, que se dedican también a la propaganda masiva de los movimientos de disidencia controlada–, no fue un “éxito de la organización [Democracia Real Ya!] […] conseguir  [hace un par de años] que miles de personas se manifestaran por todo el país con una simple convocatoria por internet[4]. La mayor parte del trabajo se la hicieron a los indignados los medios de comunicación privados, entre ellos y de manera destacada, una de las cadenas televisivas de la empresa Atresmedia –La Sexta–. Lo mismo ha sucedido con el partido de Pablo Iglesias en las elecciones europeas, en contraposición con el también gran éxito de Izquierda Unida. Jamás hemos conocido una cobertura tan completa de las convocatorias del 1º de Mayo, que rememora cada año aquel día en que la socialdemocracia de verdad convocó huelgas internacionales en solidaridad con los libertarios fusilados de EEUU.
En el apartado “Democratización de la Comunicación y la Cultura”, del Manifiesto para la Izquierda del Partido Comunista de España (PCE), se dice una cosa que, a pesar de ciertos intentos, por contraposición, por parte de ella misma y de la coalición a la que pertenece –Izquierda Unida– de hacerse por entonces “un hueco” en los indignados del 15-M, es muy recurrente en el actual contexto de la avalancha del 99%, o fenómeno “político” –¿debería decir mediático?– de los indignados:
En el medio plazo, dado que el papel actual de los medios  como propagandistas de la ideología dominante del sistema [capitalista, que conste, no “neoliberal”] tiene su origen en su conformación como empresas de propiedad privada, ligadas a poderosos grupos financieros  nacionales e internacionales, es necesario concluir que sólo será posible su adecuación a las necesidades e interés de la mayoría de la población mediante la socialización , más allá, de la mera nacionalización o monopolio estatal.[5]
Es recurrente porque evidencia que, a cambio de la propaganda bestial de los movimientos indignados en toda Europa, estos prometen salvar al capitalismo del que forman parte –junto al resto de empresas privadas– dichos propagandistas.
A los indignados españoles, como a los italianos o a los ucranianos, les hicieron publicidad hasta entidades como Globalvoices, financiadas y patrocinadas por organizaciones (ONG’s) como Open Society (del multimillonario George Soros) [un sólo ejemplo, 6], ligada al Instituto Nacional Demócrata, del Partido Demócrata de los EEUU. Organizaciones de este tipo se encargan hasta de financiar económicamente a las oposiciones políticas de los Estados, también democráticos, asociados con la Unión Aduanera –entre los que se encontraba el Estado ucraniano, en el que se eligió democráticamente al Partido de las Regiones proclive a un acercamiento económico a Rusia, en plena decadencia y penuria masiva de la Unión Europea o que tienen símplemente gobiernos resistentes al pretendido unipolarismo imperialista estadounidense, en algunos casos también socialistas –estas ONG’s también financiaron a la patronal venezolana antes del golpe de Estado de 2002–.
En los siglos XIX y XX, tras las experiencias del movimiento obrero –la conquista de la jornada laboral de 10 horas en Inglaterra desencadenada por los laboristas,  la conquista de la jornada laboral de 8 horas en España, producto estructural –como también lo fue de los marxistas– y especialmente coyuntural –huelga revolucionaria de la Canadiense, convocada por CNT– de las reivindicaciones de los anarquistas; la llegada al poder de los bolcheviques en Rusia y el decreto de 8 horas o el sufragio universal; el movimiento obrero contribuyó también definitivamente a las libertades democráticas–, el renovado conservadurismo de entonces se convertía de nuevo en tentativa para las clases dominantes. Hoy, con el todavía más preocupante panorama de la ausencia de la movilización generalizada de la clase trabajadora y en una clara muestra amenazadora de la ofensiva del capital, comienza a suceder lo mismo.
La propaganda del capital visibiliza de nuevo a quienes pretenden tomarnos por gilipollas y nos dicen que “no tienen ideología de izquierdas y de derechas, sino simplemente ideas[…][El M5S] no es un partido político ni lo será en el futuro ” –Movimiento 5 Estrellas, de Beppe Grillo–, como antes decían los falangistas cuando pretendían superar las “divisiones artificiales de la izquierda y la derecha” en simple búsqueda de una verdadera democracia, o como decía la abrumadora mayoría del 15M justo después de que Democracia Real Ya! convocase sus manifestaciones, “unos nos consideramos más de izquierdas, otros más de derechas […] unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos […] Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a pie.”
La indignación se agrupa en movimientos, no en partidos políticos, porque los ven como “instrumentos intermediarios y perniciosos” – afirmación de Jose Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española– para la consecución de su falsa democracia directa. Pero aunque se agrupen en movimientos, tan transversales en lo ideológico, y aunque Beppe Grillo dijera que su movimiento transversal no será un partido político, se inscribe como partido político, aunque no ha cambiado un ápice su “pensamiento” antipolítico y “anticasta”; y queda segundo en las elecciones al Parlamento Europeo en Italia; y como “no es de izquierdas ni de derechas”, no le importa aliarse con el partido ultraderechista Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) con quien forma eurogrupo parlamentario, que se declara en contra de la inmigración y alguno de cuyos concejales realiza declaraciones racistas y xenófobas en público [7], igual que Grillo, el M5S y el supuesto “determinismo genético” de los gitanos [8]. El UKIP, como antiguamente lo fue el Frente Nacional de Le Pen –ahora en esta legislatura europea está en la Alianza Europea por la Libertad (EAF)– , es miembro internacional de la Alianza Europea de Movimientos Nacionales (AEMN), de la que es observadora Svoboda, partido ucraniano ultranacionalista de los que participaron en el golpe y consiguieron algunas carteras ministeriales antidemocráticamente.
Algunos intentos de fundación de un partido al estilo del de Grillo, lo intenta parte de DRY –la Asociación DRY–, que se inscribe como asociación y da un primer paso para institucionalizarse, quizás para formar partido político después también. Pero para captar el voto obrero, siempre necesario para que triunfe una opción política autoritaria como lo fue el fascismo del siglo XX, no vale ser tan descarado como en Italia y parte del movimiento indignado en España tiene que hacer frente a otras formaciones políticas más izquierdistas que ellos, entre ellas Izquierda Unida, para lo que Podemos le copia prácticamente su programa a la coalición existente desde 1986. Esta asociación, que tampoco es “ni de izquierdas ni de derechas”, no tiene por tanto problema en enviar cartas amistosas a fascistas como el Nudo Patriota Español –que son parte de la coalición La España en Marcha, los animales que asaltaron la biblioteca en Barcelona–.
Los indignados españoles criminalizan al PP y al PSOE, no porque ambos defiendan a la clase poseedora de este país, sino porque son la “misma mierda” –aunque el PP sobrepase por la derecha al PSOE en su continuación de la precarización de las condiciones de trabajo que iniciaron estos últimos; aunque el PP haya dado cientos de millones de euros más a los bancos que los que el PSOE vergonzántemene también le dió–. Casualmente la indignación se la come el PSOE –estaba en el gobierno entonces–, que reduce su número de votos tres veces más de los que lo aumenta el PP en las elecciones que venían después del 15M. ¿Que el PP no ganó las elecciones símplemente por el efecto provocado por la abstención de los votantes del PSOE que hizo concentrar a los primeros más escaños, sino que es que encima aumentó el número de personas que votaron al PP? ¡Increible! O no tanto, si entendemos que el vasto poder de los medios de comunicación de masas se ha puesto mágicamente de acuerdo para publicitar al movimiento pre-electoral, confrontar así al gobierno del PSOE, y tender finalmente la alfombra azul al PP. Fueron los "emprendedores" y pequeños empresarios, tan ciudadanos como los obreros a los que emplean y tan reivindicados "inclusivamente" -es una palabra de todas las que usan, como "transversal", que he podido comprobar que se las ponen como los mástiles de los barcos, bien gordas- por los indignados en sus "movimientos", los que dejando de votar al PSOE o al menos los que votaban en blanco, nulo, o no votaban, lo hicieron entonces al PP haciendo que ganasen las elecciones. En agradecimiento, la reforma laboral de Rajoy -aquella que abarata los despidos, permite el encadenamiento de contratos temporales (sin contar los contratos en fraude de ley, además de los legales), y un montón de regalos más como garantía de la flexibilidad de los patrones para ejercer su impunidad- para facilitar la creación de nuevas empresas a los "jóvenes emprendedores".
Entonces es el momento de la indignación, o al menos de intentarlo, de extender la crítica a toda la “casta parlamentaria”, como decía la convocatoria de Ocupa/Rodea/Asalta el Congreso del 25S; la victoria conservadora debido a la debacle del PSOE a la que el 15M contribuyó en parte, justifica la continuación de su discurso. “Todos los políticos son iguales”; “hace falta una regeneración política”. Partidos sospechosos de ser de izquierdas, como el MCRC –ser republicano no quiere decir ser de izquierdas–, y grupos que rechazan abiertamente ser de izquierdas y de derechas –DRY–, es decir que son peligrosamente ultraderechistas –no porque tengan que ser necesariamente violentos, que los hubo en el 25S, sino porque pretenden superar de nuevo al “caduco” sistema político “partitocrático”–, se pretenden pasar por el forro las elecciones y nos engañan diciendo que quieren echar al gobierno; lo que quieren es quedarse, por eso tratan de asaltar una de las cámaras del parlamento –Poder Legislativo– en donde está la “casta política”, osea todos los partidos políticos con representación parlamentaria, no sólo el PP al que supuestamente pretendían derrocar; IU o EH Bildu ahora también son casta, pues.
Algunos pretenden criminalizar también al sindicalismo y a los sindicatos, llamando a la “huelga sin sindicatos” o diciendo sin cortarse un pelo “fuera políticos y sindicatos del país” –esto no es nada democrático, más bien asusta–, lo que contrasta con la presencia real de sindicalistas en las “mareas”; en la revuelta de los Forconi, en Sicilia, aquella con quienes Beppe Grillo o Silvio Berlusconi se solidarizan, en donde la presencia de símbolos o banderas políticas están mal vistas por el discurso anticasta pero no las mayoritarias banderas nacionales italianas que ondean los verdugos que enarbolan las horcas, también había sindicalistas de la CGIL. Pero los medios de comunicación sólo publicitarán el fenómeno en tanto que “mareas” –roja, azul, blanca, etc–, y no en tanto sindicatos de trabajadores; los éxitos de parar la privatización de la sanidad son de la “marea blanca”, no de los sindicatos de sanidad y de el/los sindicato(s) de ramo de ese sector. ¡De cojones!. Algo parecido a cuando los falangistas intentaron neutralizar el sindicalismo de clase con su apestoso nacionalismo –nacionalsindicalismo; el objetivo era combatir a las entonces hegemónicas UGT y CNT–.
Las ideologías nos dividen”; “Hay que devolver la soberanía a los ciudadanos”; “El pueblo unido, jamás será vencido” –cómo se atreven a prostituir de esta manera el que fue lema de la Unión Popular Chilena, de Salvador Allende– . En la UP participaron diversas organizaciones, entre ellas el Partido Comunista de Chile; ellos creían en la existencia de una lucha entre clases sociales en las entrañas del pueblo y trataron de llevar a cabo su proyecto socialista pacífico para la emancipación de la clase trabajadora, hasta que una oposición controlada que cayó en el anzuelo –decían “no hay carne, no hay huevo, en este Chile nuevo”, los opositores a Allende– de la falsa “incapacidad” del gobierno de proveer de productos básicos a la población –en realidad acaparamiento producido por los empresarios, dirigido por los poderes capitalistas chilenos y norteamericanos, para sabotear la economía chilena, como dijo literalmente Nixon; la economía debía "chillar"– terminó por desembocar en un golpe de Estado en el que Salvador Allende fue asesinado; los socialistas, la izquierda, los chilenos, pagaron después con su sangre, durante las décadas de dictadura fascista de Pinochet, su condición de luchadores por la emancipación. Los indignados en Venezuela, tan antichavistas, se quejan hoy exactamente de lo mismo, acusando a la Revolución Bolivariana, antes a Hugo Chávez y ahora a Nicolás Maduro,  y al PSUV de ello.
Así, el fascismo pretende devolver el poder soberano al pueblo –del que toda la ciudadanía, los de abajo, forman parte–, pretende recuperar la soberanía de la nación. Los partidos políticos, para el fascismo, son una especie de estirpe que gobierna para sí misma, de modo que el poder lo tienen ellos –partitocracia–; ellos pues, tan puristas de la democracia, quieren el poder para el pueblo. Pero, paradógicamente adoptan de nuevo el conservador y antiliberal discurso "regeneracionista", del "partido-antipartido".
Pretenden connotar a todos los políticos y sus partidos con cualidades propias a las de la aristocracia feudal: por eso les llaman casta política –aunque algunos no sepan lo que significa casta, con todo su derecho pero con sus nefastas consecuencias– e insinúan que la política es hereditaria, ocultando que desde que la política era hereditaria en el Absolutismo hasta hoy en donde de hecho no lo es, se han conseguido las libertades políticas que ellos pretenden ignorar que existen diciendo que esto es una “dictadura de los partidos” y que no se obedecen a las reivindicaciones de la ciudadanía, encarnando así en sus entrañas el oscuro trayecto del regreso a la censura y el exterminio de la disidencia disfrazado de "democracia directa" y antipartidos; precísamente acusan de dictatorial a un sistema político que, aunque sea formal y procedimentalmente, es democrático, pero de la dictadura del capital, aquella que explica que los que mandan de verdad no son los políticos, no tienen nada que decir.
Pretenden emular una Revolución Francesa, en definitiva. Aunque tan “puramente democráticos” los anticasta, los tercerposicionistas, los regeneradores, los que quieren acabar con la “partitocracia”, los que dicen que “los políticos oprimen al pueblo”, que "no son ni de izquierdas ni de derechas" (actualmente añaden, a modo pseudoizquierdista y "antisistema", que "son los de abajo y van a por los de arriba"), hicieron en el siglo XX lo que habría hecho cualquier absolutista o conservador, precísamente  delegarse la política entre ellos y suprimir las libertades políticas.
La Falange Española consideraba que el poder lo tenían los partidos políticos en contraposición al pueblo –partitocracia como antagonía a democracia–. El Movimiento 15-M también lo repitió, el Movimiento 5 Estrellas también; los indignados ucranianos también –querían ser libres de los políticos", decían[9]; los indignados venezolanos –que en Venezuela tienen que hacer frente a la democrática y combativa mayoría chavista, que en 2002 protagonizó una reacción al golpe perpetrado por Fedecámaras y devolvió el poder constitucional a Chávez– también lo hacen. También lo hicieron en Serbia, Kirguistán, Ucrania antiguamente con la Revolución Naranja, Georgia, etc, y en todos los países en donde se han dado “revoluciones de colores”.
Estamos en una especie de años veinte en el siglo XXI. El fascismo ha asomado la cabeza en Europa, como se comprueba en los resultados de las últimas elecciones al Parlamento Europeo. Algunos pretenderán salvar a los indignados por quienes tanta “ilusión” tienen, de las acusaciones de reaccionarios y de desligarlos del surgimiento del fascismo, pero lo cierto es que algunos movimientos indignados hasta se dan la mano con él, como en el caso de la alianza italiano-británica entre el M5S y el UKIP, y no es en absoluto casualidad, sino que se explica a partir de su ideología y de las categorías que utilizan, siempre unitaristas –el pueblo, la ciudadanía, la nación– , es decir obviando la lucha de clases dentro de todas las naciones y todos los pueblos y desplazando las coordenadas del bombardeo social de rabia hacia el sistema político y la pretensión de una mayor y falsa representación, hacia un lugar lejano y ajeno al mundo económico y del trabajo que es el estructural de la sociedad; para los indignados, entre ellos Pablo Iglesias y su partido Podemos, hablar de clases sociales es “política vieja”, pues se trata de una “izquierda trasnochada”.
La patronal italiana, Cofindustria, fue de las principales financistas del fascismo en Italia, y también se sabe que el Partido Nacional Fascista financió con millones a la Falange Española de las JONS –aunque retiró esta tras sus malos resultados electorales–; no quiero imaginar la represión –física y mediática–a la izquierda entonces, en contraposición a la visibilidad que les otorgaban mediáticamente la prensa burguesa a los movimientos precursores del fascismo, pero los medios de comunicación actuales, totalizados por la empresa privada, publicitan descaradamente a los indignados.
En los archiconocidos platós televisivos de “Al Rojo Vivo” –lo de rojo no es por bolchevique, eso es trasnochado– y “Las mañanas de Cuatro” tienen presencia, semana tras semana, los grandes líderes de la indignación española; en el programa de “El Gran Wyoming” se realizan burlas –por supuesto, ¿inofensivas?– a diversos personajes políticos –tratando de acaparar para los indignados el rencor de unos obreros que fueron votantes del PSOE y que se sintieron “traicionados” por la entrada de España en la OTAN;  aprovechándose de la miseria laboral que sufren los asalariados por las políticas económicas liberales del PP para llevarlos a los cauces del ciudadanismo; etc– por resistirse al “poder ciudadano” -Atresmedia es privada; poder del capital sería más correcto-, entre las que no están en absoluto el sagrado Pablo Iglesias ni el resto del trío de Podemos, tan obsesionados con la ciudadanía en los momentos en los que hay que hablar de trabajadores. Cayo Lara, quien cree que existen las clases sociales y que afirma que existe una lucha entre ellas, es víctima del humor barato del programa de La Sexta; Alberto Garzón, que representa el sector de IU más proclive a un acercamiento a Podemos, no le he visto todavía en ninguna mofa del programa.
Una leve mejoría de la economía para los capitalistas “saliendo” de la crisis, conseguida a costa del desangramiento de la clase trabajadora como siempre, puede frenar un poco el triunfo del fascismo, que no obstante seguirá creciendo.
Pero la próxima vez, quizás dentro de 15 años –como en Alemania , desde el primer crecimiento y posterior paralización hasta la definitiva victoria electoral del Partido Nazi–, o quizás dentro de 30, un rebrote de la crisis suponga el golpe de gracia, el golpe maestro de una burguesía que ya ha financiado y publicitado a unos movimientos que podrían ser perfectamente una base social fértil para que un nuevo fascismo se asiente en Europa.


Es necesario desenmascarar y evidenciar las raíces conservadoras de la indignación. Estamos ante la misma mezcla, aparéntemente paradógica, de valores progresistas de los más variados que parecen pregonar -democracia liberal frente al absolutismo; democracia directa, reivindicada por el anarquismo frente a la democracia representativa, etc- y de valores conservadores y tradicionalistas -consideración del sistema político como partitocrático y por tanto hostilidad a la democracia liberal formal existente dado su carácter de "servidumbre" a los partidos, atribución de linaje a los representantes políticos y negación absoluta de la democracia; visión accidentalista de los partidos políticos, que impedirían según ellos el ejercicio de soberanía popular directa; rechazo de las ideologías o inclusión indiferente de todas ellas; posibilidad de la supresión de la financiación pública de los partidos y los sindicatos; etc-, que se dio entonces desde 1920 en adelante hasta la II Guerra Mundial.




Sólo se puede estar del lado de la burguesía, o del lado del proletariado, como dicen las manifestaciones de la clase trabajadora –"o con la patronal, o con la clase obrera"–. Ponerse una venda en los ojos y fingir que no existen las clases sociales, es hacer lo mismo que lo que hicieron los seguidores del que decía que "el socialismo proclama el dogma monstruoso de la lucha de clases; proclama el dogma de que las luchas entre las clases son indispensables", como dicen abiertamente los indignados que afirman que "las ideologías dividen" a su movimiento ciudadano; heredado del 15M, el líder de Podemos se dice de "izquierda" pero aspira a captar los votos de izquierda y de derecha, de obreros y empresarios, o sea todo cristo, porque en el fondo también piensa que "lo importante no son las etiquetas izquierda o derecha".


La avalancha de la indignación sigue creciendo.

Ponerse esa venda en los ojos, es hacer lo mismo que quienes culpaban a quienes éscribían, leian y teorizaban sobre las razones de la explotación del capitalismo, de ser ellos mismos los que dividían al pueblo y a la sociedad -en lugar de agradecerles que hicieran a la clase trabajadora consciente de ello-, para luego salvar los fascistas la sacrosanta propiedad privada de los medios de produccion.