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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Los «chalecos amarillos»: una protesta sincera

Imagen extraida de La Tribune Bordeaux (Agencia Appa)
Por Arash

Está consensuado que los trabajadores franceses forman parte íntegra, incluso mayoritaria de la movilización de los gilets jaunes, aunque se han planteado dudas acerca de la conveniencia o no de potenciar su protesta, en base al carácter ideológico de la misma, al supuesto sentimiento de rechazo a la política de sus integrantes, o a la presencia de grupos de ultraderecha que tratan de aprovechar y se infiltran en sus convocatorias.

Hay sindicalistas de la CGT -Confederación General del Trabajo, la principal central sindical de Francia- que han participado visiblemente en diferentes actos en tanto gilets jaunes, al menos en los sectores portuario y del transporte por carretera.

Según la información que puede encontrarse inmediatamente en la red, este ha sido el caso de algunos trabajadores de la Unión Local de Château-Thierry (una comuna francesa en el norte del país) que colaboraron con otros chalecos amarillos en algunos cortes de tráfico, o de otros obreros pertenecientes a la Federación Nacional de Puertos y Muelles, que bloquearon una terminal petrolera en la localidad de Rouen, también en el norte.

Pero no parece que haya sindicatos enteros afiliados a esta central que estén vinculados con la masiva protesta en cuestión, más allá de elementos aislados. Aunque en muchos de ellos se mostrase, con ocasión de las pasadas huelgas generales, una voluntad meramente defensiva de movilización impensable en cualquiera de las dos principales centrales sindicales de España, la postura oficial de la dirección confederal francesa y la mayoría de su organización parece la del escepticismo hacia las luchas obreras que transcurren por y desde fuera de sus sindicatos; una aversión hacia los trabajadores que, ante las insuficiencias del sindicalismo mayoritario de la CES, tratan de organizarse por su cuenta, y cuyas luchas no pueden hegemonizar.

El carácter ideológico de la protesta de los chalecos amarillos es ciertamente heterogéneo, pero hay algunas diferencias significativas con respecto a otras movilizaciones con las que, en algunas ocasiones, se ha insinuado un parecido poco o nada claro.

Mientras que los movimientos "15 de Mayo" en España o "5 Stelle" en Italia, suscribían una línea de reivindicaciones democráticas, centradas en la representación del poder, la movilización de los gilets jaunes, en cambio, nació como respuesta a una medida económica del gobierno liberal de Emmanuel Macrón -el establecimiento de un impuesto indirecto sobre las transacciones del gasóleo- y, sobre la base de la misma, estos últimos empezaron a barajarse la elaboración de un programa básico de reivindicaciones sociales, directamente vinculado a diferentes necesidades materiales, que futuriblemente no estarían exentas de contradicciones.

La cuestión no es menor. Las reivindicaciones democráticas en el capitalismo avanzado cuestionan la manifestación institucional y estatal de los poderes fácticos siguiendo estos intactos, pero las reivindicaciones sociales erosionan a los poderes fácticos en sí mismos -o alteran su voluntad a través de la oposición a los gobiernos- más allá de sus manifestaciones. Otra cosa es la medida en que lo hagan, que depende de la organización de la movilización y de la actuación -o no- de sus elementos catalizadores, en virtud de la amplificación de sus demandas, entre otras.

La medida fiscal del gobierno francés, en este sentido, repercutiría en otro aumento más de los precios del gasóleo que sólo los grandes y medianos competidores están en condiciones de soportar y, además, ahogaría todavía más al proletariado rural y de la periferia urbana, que ha de sumar a su explotación cotidiana, la opresión añadida de arrendadores, vendedores de carburante y todo tipo de burgueses.

Además, en el movimiento quincemayista o en su homólogo italiano predominó un gusto por el misticismo y el ocultismo ideológico, que es lo que encubría la llamada ciudadana a la inclusividad, y que hacía infructífero, imposible e indeseable cualquier intento de diálogo e intervención sinceros, ya que cualquier concreción del razonamiento y cualquier objetivo manifiesto que no estuviera resumido en la máxima de "bienvenida toda la ciudadanía" estaba desechado -excluido- con anterioridad a que se formulase. En la protesta de los gilets jaunes, la oposición al impuesto ecológico es central, y debería existir la capacidad de combatir las tendencias ideológicas anteriores, así como de desplegar otras demandas que sirvieran para extender su impacto en beneficio de los trabajadores y otras clases sociales golpeadas a partir de la demanda original, que es económica y social y, por tanto, no admite las ambigüedades, cobardías y vergüenzas del populismo de izquierda o de derecha.

El carácter ideológico de las protestas debe su razón de ser fundamental a su composición social. Mientras que si algo había nítido en el 15M, más allá de su discurso metafísico, era su composición de clase pequeñoburguesa, en el caso de los gilets jaunes hablamos de una movilización interclasista por naturaleza. Aquel primero fue un movimiento cuyo sustrato estuvo formado por universitarios elitistas que se habían percatado de que la crisis interpuso obstáculos que iban a frustrar la carrera de emancipación individualista esperada por la tendencia intergeneracional previa. Los más espabilados del 15M están ahora viviendo de las instituciones del Estado, de las Comunidades Autónomas o de los Ayuntamientos "del cambio", o bien han emprendido exitosamente sus proyectos "procomunes".

Sin embargo, la actual movilización en Francia es, desde el mismo comienzo de la protesta, de carácter popular, en su sentido económico más diverso, porque el encarecimiento del precio del gasóleo no sólo afecta a los pequeños agricultores, a los transportistas autónomos reales, o a demás propietarios de la ciudad o del campo que emplean volúmenes menores de capital.

En el M5S, por su parte, algunos sectores de trabajadores procedentes, en muchos casos, de las organizaciones sindicales y de izquierdas, habrían podido comenzar a participar en la protesta sin demasiada demora, quizás por la autodegradación que la izquierda italiana arrastraba desde los años setenta, aunque ciertamente tampoco puede decirse ya, a estas alturas, que la izquierda española o la francesa tengan nada que envidiar a aquella en su claudicación política y su nefasto papel en el movimiento obrero.

El 15M sólo despertó simpatías entre algunos sectores de la clase trabajadora en España cuando el discurso sobre la reconsideración de la democracia y el sistema representativo generó la "ilusión" de un cambio en sus condiciones laborales y de vida, después de una intensa campaña mediática protagonizada por corporaciones audiovisionales y negocios alternativos que lograron incluso alterar las prioridades subjetivas de la clase, tal y como se llegó a plasmar en el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), aunque estas se hayan venido revirtiendo desde entonces, de nuevo, hacia lo económico. Ello ocurrió en el contexto de la emergencia electoral de Podemos y su incorporación al nuevo sistema de partidos, con el apoyo decidido de los partidos de izquierda.

Pero en la protesta de los chalecos amarillos no hacía falta que ningún discurso insostenible sobre la democracia impregnase la conciencia de la clase trabajadora para que esta participara, porque su desencadenante inmediato le afecta de raíz, a diferencia de la victoria electoral de uno u otro partido burgués y el modo en que la consiga, que sólo le pone cara, color y "género" distinto a la próxima agresión contra sus conquistas sociales.

En una movilización como la de Francia hay juego para la discusión y margen de maniobra. No con los fascistas. Estos últimos no admiten diálogo ni está legitimada colaboración alguna y deben recibir, si es necesario para que abandonen la movilización, el mismo trato que recibió presuntamente el infiltrado Yban Benedetti en una de sus manifestaciones, según él mismo dijo en su cuenta de Twitter.

La relación con la protesta de los gilets jaunes debe buscarse primeramente con los miles de trabajadores que engrosan las mismas, con la voluntad de intentar elevar su contenido social reivindicativo desde un punto de vista de clase o, al menos, de comenzar por defenderlo frente a sus potenciales amenazas nacionalistas que, como ya ha hecho el M5S con su decreto gubernamental, en coalición con la Liga Norte, pretenderán reducirlo a una limosna, y encima al precio de investirlo de un cariz racista, que es en lo que está metida la "rassemblement" de Marine Le Pen y sus afines.