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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

jueves, 11 de enero de 2024

Cálculo de la pensión, reforma del subsidio, y primer bache de la legislatura

Mester: arte, oficio. Diccionario de la RAE.
Los había de distinto tipo y para todos los gustos
Por Arash

La progresiva eliminación de la base de cotización en la legislación de la Seguridad Social, mediante la que se alcanzó a regular, entre otros, los sistemas de pensiones o de salud públicos, ha sido un objetivo común de todos los gobiernos que se han venido sucediendo en los últimos tiempos, sean estos de uno u otro color.

No digo que esos gobiernos hayan debido, deban o debieren ser equiparados todos ellos, tampoco en cuanto a la intensidad de sus políticas y las implicaciones que tienen sobre nuestra calidad de vida, sino que la orientación de las mismas coincide en lo fundamental. Comunismo no es la socialdemocracia vergonzante que tenemos, pero tampoco el estalinismo de las pelotas.

En primer lugar tenemos el gasto en protección de los trabajadores, desempleados, y dependientes en general. El gasto social, algo así como una inercia en vías de desaparición desde el momento en el que uno se deja camelar por el cretinismo parlamentario, que dijo Vladímir Illich Uliánov, al que tampoco le entienden demasiado quienes no distinguen entre partido de vanguardia y partido único.

Los recortes vienen a ser coherentes con la lógica de la lucha de clases... cuando se la entiende esta con perspectiva frente al curso de la realidad económica y política de los últimos decenios. ¿Para qué mantener los niveles de protección que fueron conseguidos ante el paro o la vejez si no hay mayor aspiración ni amenaza sobre la voluminosa y creciente esfera de lo privado?

Conviene no confundir del todo aquel gasto, tal y como lo acabamos de definir, con el que supone para las arcas públicas aquello a lo que se dedican a sufragar los impuestos estatales y de otros niveles territoriales, esto es, el gasto de los Presupuestos Generales del Estado, de Comunidades Autónomas, de Diputaciones, de Ayuntamientos o de las Administraciones que fuesen. Esto es en sí mismo el gasto fiscal.

Lo que nos convendría en todo caso es que este último se dedicase, todo lo que les obligáramos a las izquierdas que tratasen de seguir manteniendo la épica que les es propia ante sus audiencias, a las cuestiones a las que se tienen que dedicar, o sea, al gasto social. No que confundiéramos ambos conceptos de gasto, porque teóricamente no significan lo mismo con exactitud.

Dicho esto, el gasto asistencial es el gasto fiscal que tiene por objeto final el atomizar a la clase trabajadora, impedir o mejor dicho retrasar que los vapuleados recuperen el testigo de la historia y vuelvan a la batalla, neutralizar los conflictos laborales y sociales que vayan brotando de la espontaneidad ante las consecuencias de la crisis capitalista, y en definitiva, que persigue impedir la emergencia del movimiento obrero combativo.

El gasto social incluye pensiones, coberturas de desempleo, sanidad, servicios sociales de distinto tipo, y otras formas salariales que reciben explotados y jubilados, ocupados y pensionistas, jóvenes y viejos, inválidos y viudas, nacionales e inmigrantes. Lo solidario sería defender las coberturas para todos ellos. Pero este gasto se convierte en mero gasto fiscal, esto es, en gasto asistencial, cuando se intenta "olvidar" su base reguladora, lo que es absurdo si no malintencionado, además de una manera de continuar resquebrajando la responsabilidad jurídica del estado en todas esas prestaciones, sean en dinero o en especie, de los regímenes contributivo y no contributivo.

Es decir, el problema al que nos habremos de enfrentar, antes o después, de la privatización de lo público, que es todo eso que fue conseguido para y por la vieja clase trabajadora que aquí y en otros países mediterráneos se jugó el cuello, incluidos todos aquellos sectores y colectivos que se consiguió integrar en ella, no desaparece porque se ignore el empleo -salariado- a la hora de plantear la regulación de los sistemas de redistribución de los estados.

Tengo claro que prefiero mil millones de veces más a los liberales progres que a los ultras, a los que no quiero ver ni en pintura en la Moncloa. Los que no lo entienden no tienen demasiada relevancia. En esta ocasión seré proporcional, pues, con su popularidad en los centros de trabajo.

En la reducción del gasto público en todas esas modalidades de protección, o lo que antes conocíamos con todas las letras como tijeretazos, la derecha es más abierta -en los discursos, que no es lo mismo que la ideología- a declararse a favor de la idea del servicio o prestación privados, que son los que generan rendimientos a las empresas. El señor José Luís Escrivá fue, en este sentido, todo un infiltrado con el que la OCDE y compañía estuvieron muy agradecidos por su servicio, antes de que movieran el listón ya hacia los 70 años y más en la edad legal de jubilación, algo comprensible ya que se trataba del responsable de un ministerio clave en las directrices del momento que los grandes plutócratas y monopolistas imponen a los sucesivos gobiernos que las aceptan.

Ejemplo de prestación privada son los planes de pensiones que el señor Escrivá impulsó desde la cartera que ostentaba. A diferencia del sistema público de pensiones, es decir el de la SS, los planes de pensiones de su mochila austríaca están basados en comisiones, lo que quiere decir que no se recibe, en el momento del rescate o cuando se de la contingencia, todo lo que se aportó al fondo del plan.

Tales comisiones constituyen el beneficio de mútuas, aseguradoras y bancos, de manera similar a como los intereses conforman el ingreso que reciben todos estos buitres financieros por el crédito bancario. El "segundo" y "tercer pilar" sólo es la denominación tramposa a la que recurren quienes niegan mentirosamente que su introducción e impulso sólo puede ser en detrimento de las pensiones públicas.

Estos planes, sean los asociados o bien los individuales, funcionan como un préstamo, sólo que la transferencia comercial tiene lugar en el sentido inverso: en vez de que el financiero transfiera dinero y, después, lo recupere posteriormente junto con su ganancia, ingresa primero lo que aporte el subscriptor del plan y luego devuelve, pero menos porque se queda una parte: tu empresa no te explota gratis, tampoco iba a serlo la gestión que estos otros opresores hagan con tu salario. Distintas formas que supondrán más pérdidas en el poder adquisitivo de los trabajadores, jubilados y pensionistas, así como de los segmentos más empobrecidos de las clases medias patrimoniales.

Con sus más y sus menos, la referencia que establecen las izquierdas apunta a un capitalismo de estado, en lugar del capitalismo privado o mercantil por el que se inclinan con mayor determinación los Milei, Trump, Bolsonaro y demás basura andante de este planeta, así como sus aprendices europeos. Tampoco aquello primero significa lo mismo que defender las conquistas de antaño, ya muy golpeadas pero que son lo único que separan a muchos desgraciados de convertirse en un caótico desagregado que dirija su aversión contra sus propias libertades democráticas, en lugar de hacerlo contra las causas de su dolor y sus padecimientos. Siempre contra los más apaleados y jodidos, como los inmigrantes, o contra quienes sean sus chivos expiatorios, como eso en que los fascistas también convierten a los políticos; nunca contra quienes desde el backstage, tras los políticos, manejan el cotarro y parten el bacalao, con el poder de sus propiedades inmobiliarias, empresariales y capitalistas.

En cuanto al debate sobre el tercero de los decretos que fueron discutidos el pasado 10 de enero en el Congreso de los Diputados, este contó con el voto a favor de Sumar y otros a pesar de que implicaba un recorte de las cotizaciones sociales al sistema público de pensiones -¿acaso extraña la postura que sostienen políticos, economistas, redactores y columnistas, ya sea que se declaren a favor o en contra de la medida?- y con el voto en contra de Podemos a pesar de que implicaría un aumento del alcance y la cuantía de los subsidios de desempleo. 

Poco más que añadir que no se haya dicho ya. Unos lloriqueando porque ven que se quedan fuera, y los otros defendiendo las cuentas de la lechera, como hacen los gobiernos de la progresía. Es la fea con la que nos ha tocado bailar. No hace falta decir lo que hubiera ocurrido si los unos hubieran estado en la situación de los otros y viceversa.

Ya no es a través de ellos y sus partidos, sino más bien a su pesar ligero que podemos mover el culo para conseguir alguna ventaja, algo con lo que recomponerse: incluidos en esto los despedidos en edad avanzada, tan maltratados como están por unos empresarios para quienes su fuerza de trabajo, principal medio de subsistencia del que disponen, ya no les vale nada, y que ven como sus vidas se precipitan sin alternativas que hagan frente a su caída. Muchos se ven en la tesitura de acogerse a una prejubilación porque saben que ya no les volverán a contratar, con la consiguiente mengua que ello conlleva en la pensión ya exigua que habían logrado ahorrar, después de tantas reformas que se hicieron en el sistema para establecer penalizaciones, mientras se insinuaba de la manera más indecente que son "privilegiados". Hasta los niñatos crecen y se hacen mayores.

Poner en vilo los intereses de trabajadores en activo, como temporeros o extranjeros que desempeñan su actividad en territorio nacional, desocupados de mediana edad, o de quienes cobran el SMI de 1.134 euros -la franja retributiva más baja que pueden recibir los actuales asalariados legales del país- y podrían disponer temporalmente de subsidios elevados hasta los 570 euros, y subordinarlos a la supervivencia de las carreras políticas de los asaltacielos -institucionales- que ya pasaron a asfaltar los suelos, no es mucho más lamentable que pretender disminuir las futuras pensiones de jubilación de los que están en el paro y tienen más de 52 años, mediante la reducción de la base de cotización del subsidio por agotamiento de la prestación contributiva de nuevo al 100 % o equivalente del SMI, algo que se hace con estos últimos por los mismos motivos por los que en el caso anterior se hace aquello otro con los primeros. 

No hace falta engañarse, y a lo mejor así no erosionan los casposos la legitimidad de la legislatura a toda leche.

Hay muchas menos dificultades para arrancar algo del actual gobierno en funciones, imaginad si tuviéramos que soportar a los de Ayuso, la asesina pandémica de viejos que lidera a los pirómanos del PP y Vox, en el Palacio. Las cosas claras. Aunque para esto otro tendría que haber organización de clase porque sino nos van a joder de todos modos.

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A LO MEJOR TAMBIÉN LE INTERESA: "Centrarse en lo que importa para frenar el golpismo fascista".