.

Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

lunes, 8 de julio de 2019

De las regiones y Estados "colchón" como laboratorio político

Arriba, refugiados españoles hacia el campo de Argelès Sur-Mere.
Abajo, valla de Melilla y naufragio frente a la costa italiana.
Por Arash

En el imperio carolingio, las marcas o marquesados constituían un tipo de dominio feudal como los ducados, las baronías o los principados, sólo que aquellos se establecían exclusivamente en zonas que hacían frontera con territorios en los que el emperador percibía una amenaza potencial contra su gobierno, y estaban administrados por marqueses.

Ahora parece que las cosas son de otra manera distinta, y también parece que las relaciones internacionales se basan en algo diferente, sobre todo cuando uno comprueba con asco las represalias del gobierno de un Estado de derecho contra quienes se solidarizan con los inmigrantes que cruzan el Mar Mediterráneo, y que vienen a Europa por otras muchas rutas migratorias más, especialmente desde Grecia y por los Balcanes.

Tipos como Matteo Salvini en Italia, Viktor Orbán en Hungría o sus aspirantes en España, son unos ultranacionalistas y racistas que no alcanzan la naturaleza criminal de Franco, Hitler o Mussolini, quizás porque todavía se están erigiendo las condiciones que lo hagan posible, y el fascismo no es lo que los progres creen y dicen que es.

Sin embargo, me da a mí que las democracias europeas también los necesitan y utilizan como pantalla de cuarentena de sus políticas internas y externas de cara a la opinión pública, para hacer el trabajo sucio que, en estos momentos, consiste en el control estricto y ejemplar de la protesta social ante las condiciones económicas denigrantes, así como en la detención de las hordas de migrantes que huyen con desesperación de estas y de la guerra, quedando aquellas como una segunda línea en la que lavarse las manos, al menos mientras puedan sostener su mentira y sigamos dejando que lo hagan.

Creo que el gobierno italiano de Salvini, sin ir más allá de la Europa occidental, se ha hecho destacar en un aspecto y en el otro, tanto en su voluntad represiva como en la dureza de sus políticas migratorias, y que en este sentido constituye un referente para la Unión Europea.

En un contexto todavía mucho más precipitado que el actual, las democracias europeas ya actuaron así en 1936, cuando subscribieron el Pacto de No Intervención en la guerra que le declararon a una república de la periferia en la que conocimos muchas conquistas históricas y una gran actividad política y sindical. Pero cuando el malestar alcanzó plenamente el corazón de Europa esas democracias actuaron ya sin miramientos como puente directo hacia la locura colectiva, y esa pantalla de cuarentena se rompió.

El Primero de Mayo en París que transcurrió justo después del comienzo de la sublevación contra la segunda república de España, fue testigo de una denuncia social masiva ante la falta de implicación de casi todos los gobiernos europeos en su ayuda, pero la amnesia generalizada ha levantado en la actualidad una nueva pantalla de cuarentena en el continente, de manera que ahora se ha llegado a creer que la segunda guerra mundial terminó gracias a los Estados Unidos y los países de su órbita. La agencia francesa IFOP ha estado realizando consecutivos sondeos al respecto.

En Francia, no la de Vichy sino la democrática, el gobierno metió a medio millón de antifascistas agotados recién llegados del combate en campos de concentración, antes que Hitler, previa deportación de vuelta a la España franquista. En lugares como Argelès Sur-Mer murieron centenares de ellos por inanición y deshidratación, entre los malos tratos de la gendarmería francesa. Entonces aún se creía que existían gobiernos amigos más allá de los Pirineos pero la verdad es que sobraban y sobran la mayor parte de los dedos de una mano para contarlos. Ahora se hacen conmemoraciones oficiales e institucionales en Francia por el exilio español.

En la época era presidente Edouard Daladier, de quien corre la cuenta de buena parte de la responsabilidad por tan digno trato a los refugiados, y quien terminaría siendo el máximo mandatario de la Francia colaboracionista, el mariscal Philippe Pétain, había sido nombrado por el propio Daladier como el embajador con Franco, antes siquiera de que hubiera terminado la guerra civil.

El británico Neville Chamberlain había hablado significativamente de la «política del apaciguamiento», y no estaba pensando precísamente en el nacionalismo y la guerra cuando mencionaba aquello. Tengo claro que si no acabó optando para presidente de un gobierno abiertamente colaboracionista, como sí que lo hizo su homólogo francés con éxito, fue debido a que el boicot contra la segunda república española, generalizado en Europa, se sumó en Francia a la gestión del exilio de los refugiados, a quienes percibían como una amenaza.

La tercera república francesa, la misma que acabó con los trabajadores insurrectos de la Comuna de París, y que los abandonó en vísperas de la segunda guerra mundial cuando más hubieran podido agradecer su ayuda, no pudo soportar tal crisis de legitimidad y entonces se le separó una administración paralela firmemente decidida a colaborar con la sinrazón.

El nivel de la mentira alcanzó proporciones épicas con otros oportunistas que también veían con buenos ojos el éxito de los regímenes alemán e italiano, pero que jugaron mejor sus cartas. Los querían "lejos", o al menos más lejos de lo que lo deseaban Chamberlain o Petain, y he ahí lo que tenemos que agradecerles. Se trata de personajes de la talla de Winston Churchill o Charles De Gaulle, que son el uno al otro lo que Chamberlain a Pétain.

Aquellos dos primeros, Churchill y De Gaulle, representaron la "resistencia" exterior, que en Gran Bretaña fue casi la única existente ya que la guerra llegó allí sólo en parte, con la batalla aérea de Inglaterra, mediante la que los nazis trataron de preparar un posible desembarco anfibio conocido por los estudiosos de la materia como la Operación León Marino.

Al final, el desembarco fue al otro lado del Canal de La Mancha, lejos de España, a un año de terminar la guerra, en 1944 y dos años después de que hubiera concluido la batalla de Stalingrado en 1942, en la que murieron un millón y medio de personas entre militares profesionales, milicianos, y refugiados que huían del horror hitleriano. Merece la pena detenerse en la mencionada batalla de Inglaterra porque si los nazis hicieron allí su escabechina con sus letales bombardeos, los británicos y los estadounidenses perpetraron su propia masacre en Dresde en 1945, tras la que dejaron a 25.000 muertos sobre el asfalto en una cruel y sangrienta guerra en la que el enemigo a batir ya había sido derrotado.

Varias fueron las ciudades de Alemania oriental que resultaron salvajemente devastadas al final de la guerra, tras el paso de los bombarderos angloamericanos, a sabiendas de que iban a quedar en el ámbito de influencia de la URSS.

Luego vendría Hiroshima y, más tarde, por si no había sido suficiente, vino Nagasaki, cuestión al respecto de la que recomiendo encarnecidamente la visualización de un viejo documental emitido por la TVE, tan duro de ver como esclarecedor, para que se entienda el tipo de intereses con los que se enreda el compromiso de estos gobiernos contra el totalitarismo y la intolerancia: el mismo que tienen hoy, aunque la historia aún no les haya brindado la oportunidad de demostrarlo de nuevo en una manera tan evidente.

Durante la segunda guerra mundial, Churchill arengaba a De Gaulle desde Inglaterra, y De Gaulle arengaba a la resistencia interior de Francia, o sea la resistencia de verdad. Y ya sabemos quiénes constituyeron la pieza imprescindible y el soporte fundamental en la lucha antifascista; quiénes formaron el grueso de los partisanos europeos.

Por eso, años antes, Churchill ya había establecido su postura y sus diferencias con ellos. Tómense un tiempo para leer lo que pensaba  -y cómo lo expresó- sobre Mussolini, su gobierno, y su papel internacional:

"No puedo sino estar encantado, como muchas otras personas lo han estado, por el comportamiento sencillo y amable del señor Mussolini y por su calma, por su aplomo e imparcialidad, a pesar de las muchas cargas y peligro que soporta.

En segundo lugar, cualquiera podría ver que él no pensaba en nada excepto en lo eterno del pueblo italiano, como él lo entendía, y que lo que menos le interesaba eran las consecuencias que esto le pudiera acarrear. Si yo hubiera sido italiano, estoy seguro de que habría estado entusiasmado con usted desde el principio hasta el final, por su lucha triunfal contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo.

Sin embargo, diré una palabra sobre un aspecto internacional del fascismo. Externamente, su movimiento ha prestado un servicio a todo el mundo. El gran temor que siempre ha rodeado a todo líder democrático o líder de la clase obrera ha sido el de ser minado por alguien más extremo que él. Italia ha demostrado que existe una forma de luchar contra las fuerzas subversivas, que puede aglutinar a la masa de la población, dirigirla adecuadamente, valorar y desear la defensa del honor y la estabilidad de la sociedad civilizada.

De aquí en adelante, ninguna gran nación estará desamparada de un medio fundamental de protección contra el crecimiento cancerígeno del bolchevismo".

Y esto otro afirmó sobre Adolf Hitler, en otro alarde del nacionalismo más criminal y asesino que nos trajo ambas guerras mundiales en el "viejo" continente, que dicen los yankees:

"La historia de esa lucha no se puede considerar sin admiración por el coraje, la perseverancia, la fuerza vital que le permitió desafiar, retar, conciliar o superar todos los obstáculos y resistencias que se presentaron en su camino... 

Siempre he dicho que si Gran Bretaña fuera derrotada en la guerra, espero que encontremos un Hitler que nos devuelva a nuestra posición correcta entre las naciones".

Me ahorro hablar de un corporativista como De Gaulle, que introdujo en Francia ciertos aspectos importados del sistema político de Mussolini para tratar de contener la conflictividad laboral y social en el país.

Pero si estamos hablando del nacionalismo y la guerra, de Churchill y de De Gaulle, de Chamberlain y de Petain, de algunos puentes entre el colaboracionismo explícito y la "resistencia" exterior, de maniobras políticas e intervenciones calculadas para intentar contener a una bestia incontenible que, una vez desatada, precisa de una costosa, monumental y sacrificada voluntad humana para detenerla, podrían mencionarse también otras cosas.

Como por ejemplo el intento de firmar un pacto con los fascistas italianos, por el que algunos otros supuestos amigos de la segunda república, la paz, la democracia y la tolerancia, iban a acordar a sus espaldas, en Santoña, por mediación del Vaticano, la huída de los altos mandos militares y administrativos del Gobierno Vasco -o sea de los principales cargos del PNV, para entendernos- mientras los soldados del XIV Cuerpo de Ejército, dependiente de los nacionalistas vascos, hartos de luchar junto con los rojos y más aún de hacerlo tan lejos de la patria (en Cantabria y la Asturias revolucionaria, desde la que sí que hubo una solidaridad no recíproca por la defensa de Euskadi) serían considerados como prisioneros de guerra de Italia.

También podríamos hablar de los chetniks serbios que rivalizaban con Tito. O de los monárquicos griegos que rivalizaban con el KKE, o de los nacionalistas ucranianos liderados por Stepán Bandera, pero también de los seguidores "moderados" de Andry Mélnik, sin cuya responsabilidad no se habría podido entender allí el desarrollo del colaboracionismo en la IIGM del mismo modo que no se puede entender el Euromaidán de 2014 sin los miles de ciudadanos que hicieron de cortejo a sus vanguardias neo nazis.

Y por encima de toda bienvenida y agradecida ayuda ante la creciente catástrofe económica y migratoria del siglo veintiuno, a estas últimas no las van a detener ni las oenegés ni la reivindicación de los derechos humanos.

Más allá de la honestidad individual de algunos de quienes se mueven en ese terreno, el mundo del oenegismo está podrido por las fundaciones globalistas y liberales que financian o patrocinan sus organizaciones, lo que hace que esa supuesta independencia de los gobiernos, a la que los académicos socialdemócratas del ámbito de las Relaciones Internacionales se referían cuando hablaban del surgimiento de nuevos actores globales no estatales, sea directamente un sarcasmo.

Por su parte, la consideración de los derechos humanos procede de un consenso alcanzado en la ONU, creada tras el fracaso absoluto de la Sociedad de Naciones, a partir de la influencia de la filosofía iuspositivista, que es la que entiende los derechos como naturales o innatos a la especie humana. Y no me he equivocado al decirlo ni quería referirme a los iusnaturalistas, porque aunque estos últimos plantearon una diferencia entre el derecho positivo y el derecho natural, es decir, entre la legislación materializada en constituciones y documentos oficiales, por un lado, y su fuente de legitimidad según la filosofía positivista, por otro, lo hicieron para justificar el derecho a la rebelión mientras les interesó en un contexto determinado, cometiendo el mismo fraude que los iuspositivistas, sólo que presentándose a sí mismos como los auténticos defensores del derecho natural. Vamos que unos y otros tienen una idea esencialista de la naturaleza sobre la que justifican el derecho, como también se hacía con la economía.

Lo que necesitamos es entender que la legalidad y cualquier conquista social en general, legal o no, es la consecuencia y no la causa, la expresión y no la raíz de un proceso sociohistórico de luchas que es fundamentalmente económico, o sea material. Cada paso que da la izquierda europea desde hace ya suficientes años, con la excusa de sí misma y sus errores consecutivos, sobre los que no está dispuesta a hacer autocrítica alguna, camina en una dirección completamente opuesta y ha cruzado más que holgadamente el límite de la incoherencia, hasta el punto de merecer el más enérgico rechazo de la clase trabajadora consciente del continente, que la hay, pero esta última cuestión quizás la retomemos en otra ocasión.

martes, 16 de abril de 2019

La "justicia" morbosa de los de abajo

Por Arash

En el mundo se producen todo tipo de actos deleznables, tales como el tráfico de esclavos, la tortura de disidentes, o los asesinatos cometidos por fanáticos, enfermos y mercenarios, por citar sólo algunos de los más graves, aunque no necesariamente los más escandalosos. Las problemáticas que nos afectan se ponen de manifiesto y se "visibilizan" o no, término que gusta tanto a los progres, en función de los intereses de quienes marcan la agenda social y política, que casi siempre pasan desapercibidos.

Sin embargo, lo anterior no significa que la sociedad se fundamente sobre dichos actos, ni que nadie comprometido en su erradicación deba ofenderse cuando se lo dicen. La civilización era, según Engels, parte de un complejo proceso histórico sin concluir, pero imaginen que a alguien se le ocurre desconocer los avances habidos hasta el momento tomando como rehén de sus excusas el "argumento" de que falta mucho por hacer. Aquello que aún no está completamente resuelto debe ser, en todo caso, un aliciente para proseguir en el proyecto, pero no puede convertirse en un motivo para ignorar las fuerzas motrices que nos han traído hasta aquí.

Para entender de qué estoy hablando y evitar malentendidos vendría bien, en primer lugar, matizar cierta diferencia. Una cuestión es la frecuencia con la que se cometen determinados actos, y otra distinta, aunque relacionada, es la gravedad que tienen y la atención que merecen por parte de las autoridades, la población y los expertos. Su gravedad tiene un aspecto cualitativo y, en términos sociológicos, depende también de la frecuencia, que puede medirse estadísticamente.

Lo malo que tiene cualquier problema social grave, además del agravio directo que supone, es que resulta susceptible de ser utilizado por terceras personas de forma demagógica, y se puede constatar que, a lo largo de los últimos tiempos, ha crecido de manera notable el interés de la población por algunos de aquellos que afligen a mujeres, especialmente el maltrato doméstico, los abusos sexuales o los asesinatos cometidos por sus parejas y exparejas. Lo que decía del aspecto cualitativo de la gravedad de determinados hechos, de este último en concreto, tiene buen y justo parangón en una reclamación que ha encontrado quienes la asuman como propia: "ni una menos".

Por desgracia, mientras que esta creciente preocupación debería haber motivado una intención sincera por comprenderlos de manera sistemática y rigurosa, y no dudo de que la haya ni que existan ejemplos de su éxito, esa voluntad exigua ha permanecido dentro de unos límites insospechadamente ridículos, frente a toda una suerte de pseudociencia y recurso interminable al tecnicismo de una nueva religión, que es lo que conocemos la mayoría.

Las voluntades honestas les prestan atención tanto a los actos perjudiciales como a sus posibles soluciones, así como a las referencias históricas que nos han servido para progresar hacia ellas, por insuficiente que sea dicho recorrido, pero aquellas otras terceras personas malintencionadas a las que me refería atienden de manera especial a esos actos en sí mismos, que es en donde encuentran el morbo con el que encender los ánimos e invocar los peores instintos propios y ajenos.

De esta manera se logran ensombrecer los logros y los avances en las luchas del pasado. Ahí están bien, en la oscuridad, para que no les estropeen la arenga. Como me dijo cierta persona con ironía e inteligencia, "sin un feroz patriarcado, su lucha quedaría descafeinada". Se refería a los morbosos y su gusto por lo levantizo, un caos del que podrían sacar tajada. En el mundo del corazón y los telediarios de Telecinco y compañía lo provocan, cualquiera que sea el objeto del "noticiario", con el fin de incrementar su audiencia.

Antes, cuando la influencia de la familia se expandía sobre la mayor parte de las relaciones sociales, hace más de doscientos años, la herencia seguía el principio de la patria potestad. Hoy ya es una tendencia consumada tanto la desaparición o implosión de la familia como la diversificación sexual de la propiedad patrimonial y de sus medios de obtención.

Eso es lo que pone de relieve la elevada proporción relativa no sólo de núcleos familiares conyugales, aislados de las capas externas de parientes más lejanos y que tienen pocos o ningún hijo, sino incluso de hogares unipersonales, así como la emancipación que en los últimos tiempos se trata de abrir paso al amparo de las políticas identitarias y de la "diversidad", de manera un tanto parecida a como pasó en los Estados Unidos con los negros, cuando el liderazgo del movimiento por los derechos civiles fue asumido por los nacionalistas.

Lo que tiene la construcción orwelliana de neolengua, sin embargo, una vez asumido el planteamiento peronista y esotérico de Laclau de los "significantes vacíos", es que el significado de los vocablos que aparecen no mantienen, aparentemente, ninguna relación lógica con la filosofía racional sobre el mundo, sino que estos resultan de las ocurrencias momentáneas o transhistóricas de los neohablantes, si es que cabe algo así. De esta manera, los morbosos tienen una forma de nombrar a un viejo y gigantesco fantasma que le sirve a su "relato".

Desde hace tiempo se ha vuelto patente una tendencia autoritaria y liberticida tanto en los Estados como en la sociedad, que es desde donde ha de explicarse la transformación de aquellos. El endurecimiento del Código Penal cuenta con el respaldo de un sector creciente de la población, por ahora poco numeroso, aunque con apoyos poderosos.

¿Hace falta decir que las cárceles no estan llenas de violadores sexuales, aún cuando sea cierto que los haya? ¿Es necesario recordar que el peso de la ley cae sobre aquellos condenados por delitos menores y faltas ("delitos leves", desde 2015) relacionados con la supervivencia económica en condiciones de exclusión social, para que entendamos el rumbo que le tienen que dar "oposiciones" y gobiernos a las demandas ciudadanas de endurecimiento de la legislación penal, al estar actuando como su correa de transmisión?

No debería, pero resulta que esa tendencia ya tiene incluso una avanzadilla que la adelanta en las redes sociales, en las que siempre se puede difamar contra alguien escondido tras un anonimato cobarde, oculto entre la multitud, y ocasionalmente en la calle. Son las del MeToo y otros eslóganes por el estilo.

¿Acaso ese lema no representa también un prejuicio colectivo, o es que van a justificarlo o restarle gravedad e importancia sólo porque sea minoritario en la sociedad? ¿Habrá que explicarles a aquellos y aquellas que se dedican a transmitir bulos, creyéndose justicieros comprometidos con alguna causa que no sea la de promoción de quienes los inventan, que el objeto de un juicio son los actos, que son observables y demostrables, y que si el veredicto no se refiere a ningún acto, sólo ha habido una presunción de culpabilidad pero no intención de demostrar nada?

Que nadie se equivoque, porque la práctica totalidad de las denuncias judiciales -algo que alude a la justicia estatal, siempre criticable y, en algunos casos, bochornosa- por violencia de género son verdaderas, excepto un ínfimo porcentaje de ellas. Pero otra cosa bien distinta es esa "justicia" que quieren imponer "desde abajo", y que no dudo que el propio Estado fuese capaz de terminar asumiendo en un futuro.

No resulta demasiado sorprendente que, al igual que han hecho otros tantos, una vocal de la Comisión de Igualdad del Colegio de Procuradores de Madrid, Rocío Sampere Meneses, se plantease en marzo del año pasado la posibilidad de la cadena perpetua legal, eufemísticamente conocida con la denominación de prisión permanente revisable, como parte de un "agrio debate". Ni tampoco que la "Tribuna Feminista" del periódico digital "progresista" El Plural publicase su postura. Será que estos últimos son tan plurales -inclusivos, se decía en el 15-M- que tienen que darle bola a toda posición ideológica, incluso si es de tendencia conservadora.

En otros casos, como en el de la Asociación Clara Campoamor, no se prestan a discutir la pertinencia de la medida sino que se afirman en ella, y en colectivos como el de "Pikara Magazine", en el que parece compartirse una tibia oposición a la cadena perpétua proveniente nada más y nada menos que de la autocontención de una reconocida "sed de venganza", se dicen cosas como que "la justicia de las víctimas sólo es una descripción políticamente correcta de la venganza".

Como ejemplo de su corrección política y su puritanismo expresivo -qué detalle- así como de su manera de interpretar y moldear el mundo a través de las formas del lenguaje (un colegio público barcelonés ha eliminado "La caperucita roja" y otros 200 libros infantiles de una biblioteca), en un escrito de este último colectivo hablan de cierto "joven que no había nacido en el Estado" por no decir el vocablo de extranjero y creer que, el simple hecho de mencionarlo, les hubiera convertido en xenófobos.

Llamativamente, poco después se reconoce en ese mismo escrito que, ante un presunto caso de agresión por parte de aquel joven -sobre el que no me posiciono ni pongo "hashtag" porque lo desconozco por completo- la ciudad fue empapelada con su fotografía, practicaron una "justicia xenófoba", y se comportaron como "opresoras" que hablaban "de justicia y activismo". Son sus propias palabras. Es muy importante darse cuenta del peligro implícito en este tipo de actitudes. En cualquier caso, bienvenida sea la autocrítica, por dura que sea.

Qué poco soprendente resulta, de todas maneras, que tanto en la "Tribuna Feminista" del períodico progre, como los y las de la venganza políticamente correcta, hablen todos del "sistema patriarcal". No saben ni qué significa eso pero lo repiten siempre que tienen ocasión, desde su condición de ideólogos. Dan por hecho que, puesto que se producen relaciones de oprobio, de amenaza o de violencia (no son lo mismo aunque todas sean indeseables y merezcan ser erradicadas) en la sociedad y determinadas estructuras que la constituyen, hay un sistema coligado de opresión de escala social. Para divulgarlo, se valen de la resignificación lingüística, y luego replican su prejuicio a nivel microsociológico.

La supuesta excepcionalidad legal en el recurso a la cadena perpetúa, que arguyen para promocionar su aplicación en España, sólo es la ventana por la que nos están colando una enorme derrota.

lunes, 1 de abril de 2019

Coordinadora estatal: ¡todas y todos a la concentración del 6A!

Por la Coordinadora Estatal de Empleados Públicos en Fraude de Ley



COORDINADORA ESTATAL: ¡TODAS Y TODOS A LA CONCENTRACIÓN DEL 6A!

¡Gobierne quien gobierne, el Empleo y lo Público se defienden!

Desde la Coordinadora estatal de empleadas y empleados públicos en fraude de ley y abuso de temporalidad, formada por organizaciones civiles, sindicales y del sector público, de todo el Estado, nos organizamos por nuestros derechos laborales pisoteados y contra los falsos procesos de estabilización que los distintos gobiernos han puesto o pondrán en marcha en los próximos meses, al amparo de las leyes de presupuestos y con el aval cómplice de CCOO, UGT y CSIF. Unos procesos en los que saldrán todas las plazas actualmente YA ocupadas por quienes llevamos años cubriendo puestos estructurales y necesidades permanentes dentro de la Administración.

Desde esta Coordinadora estatal denunciamos que las ofertas de empleo público en marcha, no estabilizan a nadie ni van a acabar con la temporalidad.

La actual situación de los Empleados Públicos en la Administración española es la siguiente:

Los Sindicatos CC.OO, UGT y CSIF han vendido a los trabajadores temporales de las Administraciones Públicas españolas al pactar con el Gobierno (firmando el "Acuerdazo" con Montoro) reducir hasta el 8% la temporalidad en la Administración mediante Ofertas de Empleo Público (OPEs) "masivas", donde se convocan todas las plazas que YA ESTÁN OCUPADAS desde hace años por empleados públicos temporales en fraude de ley. De esta manera siguen con el negocio que suponen las OPEs para estos Sindicatos, haciendo caja con sus academias preparatorias de oposiciones y, al mismo tiempo, ofreciéndonos sus abogados, "a precios para afiliados", para recurrir judicialmente la situación fraudulenta de la que ellos mismos son cómplices.

Para las Administraciones públicas españolas la convocatoria de OPEs y procesos selectivos de acceso libre son una forma de "tapar" los abusos y fraudes cometidos en la contratación temporal sucesiva de sus funcionarios interinos, personal estatutario temporal y trabajadores temporales de larga duración.

Estos procesos, mal llamados "procesos de estabilización" (porque no estabilizan a las personas sino las plazas) facilitarán el cese y despido masivo y SIN INDEMNIZACIÓN de más de 700.000 empleados públicos, con una media de 45 años y en su mayoría mujeres, que engrosaremos las listas del paro después de décadas trabajando y aportando nuestra experiencia a la calidad de los servicios públicos.

Se trata de un despido masivo ilegal que nos venden como creación de empleo y fin de la temporalidad.

Estos abusos de las Administraciones Públicas en la contratación temporal se deben al incumplimiento del art. 70.1. de TREBEP durante años, que establece que "la ejecución de la oferta de empleo público o instrumento similar deberá desarrollarse dentro del plazo improrrogable de tres años".

Además del incumplimiento de los plazos, las Administraciones no han sacado a oposición el 100% de la tasa de reposición, ofertando durante décadas menos plazas vacantes de las existentes y amortizando plazas, incrementando así la oferta de plazas temporales que ha dado lugar a la elevadísima tasa actual de contratación temporal de larga duración.

martes, 26 de marzo de 2019

Volver a comenzar

Por Arash

En más de una ocasión, los afiliados de algún partido comunista del ámbito estatal han intentado convencerme de que formase parte de su proyecto.

En la mayor parte de los casos sin ningún tipo de maldad, aunque casi siempre bajo una apariencia de no pretender hacerlo que pronto confirmaba mis sospechas con cierto descaro, como si alguien les hubiese dicho que tienen que convencer sutilmente a los demás para que entren a formar parte de su organización, o lo que sería más grave, como si hubieran entendido eso al leer a los revolucionarios.

En ninguna de ellas he tenido la sensación de estar ante la posibilidad de formarme y aprender de los mejores exponentes de los desheredados, y ni siquiera eso me resultaría un problema para asociarme con ellos. No soy ortodoxo y además conozco más o menos dónde me ubico en mi proceso de aprendizaje vital. Sin embargo, sé que mi ideología no va con la de dichas organizaciones ni, además, sería compatible con una hipotética militancia dentro de las mismas, pues arrastran una cultura que les impide avanzar y viene de lejos.

Durante el proceso en el que el solitario conformó en su persona la Secretaría General del PCUS, fueron muchos los marxistas injustamente expulsados, apartados del gobierno, enviados a prisión o directamente ejecutados. La mayoría de estos últimos eran bolcheviques.

No lo fue Nikolái Dmítrievich Kondrátiev, a quien su filiación al ala izquierda del Partido Social-Revolucionario (los "eseristas de izquierda") no le supuso en modo alguno, excepcionalmente, un obstáculo para dedicarse a estudiar los ciclos de onda larga de la economía.

Quien ignore su relevancia debe saber que el carácter cíclico de la acumulación capitalista es un patrimonio marxista de la ciencia que los economistas se vieron obligados a asumir para tratar de mantener la credibilidad de su disciplina, tal y como hicieron Schumpeter o Keynes, empeñado este último en atenuar "desde abajo" la amplitud de las oscilaciones mediante el recurso puntual al papel interventor del Estado, en su vana intención de argumentar la justeza de la propiedad burguesa. Fue fusilado en 1938, al igual que el dirigente húngaro Béla Kun, el yugoslavo Milan Gorkic, Arkadi Pavlovich Rozengolts, Mijail Chernov y un largo etcétera de personalidades más o menos conocidas.

Esta época fue la expresión álgida y más cruda, con diferencia, de un trato injusto, irrespetuoso y hasta vejatorio de larga trayectoria que tiene un correlato, como es de esperar, en una forma doctrinal de ver el mundo.

Para cualquiera que no se empequeñezca en la parte que le corresponde de su propio fracaso, resulta llamativo cómo la totalidad de los anteriores partidos en el territorio estatal han pasado, más allá de las voluntades habidas en ellos, prácticamente inadvertidos en los conflictos laborales y sociales más sonados de los últimos tiempos, aquellos que marcaron la conclusión de la "ilusión" del cambio y la promoción de una nueva minoría de políticos liberados en las instituciones del Estado, mientras los "indignados" y demás "gentes" inspiradas en ellos hacían obedientemente de cortejo.

La situación del resto de partidos comunistas en Europa no es, por regla general, mejor que la de los españoles. Aunque intentan influir en la agenda del capital, o simular la fortaleza de uno excepcional, en todo este tiempo no han dejado de ser meros grupúsculos sin capacidad real de intervención, frente a los nuevos impulsos de combatividad obrera.

La explicación debe rastrearse necesariamente en la idea que tienen del comunismo, en el que siempre han dicho justificar su comportamiento sus adversarios más desapercibidos. Si la ciencia política ya tiene que soportar, de un lado, la tergiversación que se hace de ella desde la facultad y en el parlamento, también ha de hacer lo propio con la que practican quienes se erigen en su representante con la mayor determinación, y no es menos justo referirse a esta última en vez de hacerlo solamente a aquellas primeras, porque admitir la necesidad de la revolución tampoco suple la ausencia de una alternativa real y creíble frente al curso indeseable de los acontecimientos. ¿Acaso la proponen aquellos?

Si a toda crítica le debe acompañar un proceso de formación previo, hoy la tendencia es bien diferente. Se profesa un falso marxismo inconexo y sordo consigo mismo, como si eso fuese posible en una ciencia desde la que se pretende la revolución social y desde la que se acumulan los conocimientos mediante el ejercicio de la crítica y la autocrítica, asumiendo como base la variabilidad del mundo.

En la doctrina que se divulga en aquellos se aíslan, sin contrastarse, los desarrollos futuriblemente probables e improbables, verificables e infructuosos, verdaderos y falsos que se hacen de la teoría, los unos de los otros. Hay una ausencia fatal de sentido crítico.

Por ejemplo, resultaría extraño encontrarse con que alguien se propusiera confrontar o comparar la teoría de los ciclos económicos de onda larga de Kondrátiev, que mencionaba al comienzo, con la teoría del imperialismo de Lenin, imprescindible esta última para comprender el capitalismo contemporáneo y el papel que en él desempeña el mundo de las finanzas. En lugar de ello, tenemos una lectura religiosa de la teoría, una limitación a priori del alcance de sus desarrollos, y el adoctrinamiento en un supuesto recetario de medidas automáticas del éxito revolucionario.

Consideremos el partido de "nuevo tipo", una de esas conclusiones fundamentales y más valiosas del marxismo ruso que sus intérpretes terminaron convirtiendo en una "premisa incondicional", por decirlo de una manera suave y menos ofensiva.

A lo largo de ninguno de los tres principales períodos del ciclo de acumulación de la posguerra, ya sea el de reconstrucción posbélica (1945-1975), el de la pretendida postergación financiera de la crisis industrial (1975-2007) o el de crisis agregada industrial-financiera (desde 2007) se ha variado lo más mínimo, en lo sustancial, el planteamiento de táctica política.

En nombre de su modificación, cuando se la han llegado a plantear, sólo han vendido la autoafirmación creciente de una condición de exclusividad que a mí, personalmente, me deja perplejo, y a la que recurren ante su completa falta de legitimidad política, pero salta a la vista que continúan en la marginación atravesados por las pugnas internas y las escisiones que protagonizan sus cachorros en su carrera por alcanzar puestos de mayor importancia y notoriedad.

Los trabajadores se están reorganizando al margen tanto de ellos como del resto de partidos de la izquierda, ya hablemos de partidos parlamentarios o extraparlamentarios, así como de una buena parte de los sindicatos, incluidos los alternativos a las centrales mayoritarias, mientras ellos siguen -y previsiblemente seguirán- a lo suyo, empantanados en sus enfrentamientos internos.

La postura general podría quedar resumida en una máxima que dijera «el partido de nuevo tipo es el partido comunista de la fase superior del capitalismo» y que sintetiza bien lo que, en definitiva, es una concepción etapista de la historia absolutamente inaceptable que puede contribuir a explicar el fracaso generalizado de sus partidos.

A partir de lo que significa aquella máxima puede intentarse construir todo un argumento más amplio de legitimación, pero lo cierto es que resulta indiscutible la persistencia de los mismos en intentar organizarse como vanguardia leninista, y atreverse a hablar de éxitos en dicho propósito es, simple y llanamente, un despropósito, algo descabellado.

Dicho de otra manera, mientras fracasan se practica una especie de escolástica del partido de "nuevo tipo", en el mejor de los casos. Que nadie venga diciendo que Roma no se construyó en dos días porque llevamos ya unas cuantas decenas de años, y no precisamente de progresos.

De esta manera es como la socialdemocracia actual -la nueva socialdemocracia- se agotó, una vez más, en todo el continente europeo mientras le dedicaban llamativas consignas declarando la distancia que la separaba de sus principios, pero sin que esta vez nadie haya sabido o querido apenas explotar sus errores y sus aciertos, sus posibilidades y sus limitaciones. Sólo se lo propusieron un puñado insuficiente de comunistas, muy pocos, muchos menos de los que eran a principios del siglo pasado, esparcidos en diferentes lugares, la mayoría de ellos organizados y militando actualmente fuera de los partidos.

A diferencia de la original, la socialdemocracia de nuestros tiempos no conoció un período de acumulación de fuerzas como el que precedió a la revolución de octubre, ni ha contado durante toda la posguerra europea con quien pusiera de relieve sus contradicciones ideológicas. El excomunismo la ha estado promocionando, mientras sus escisiones se han afanado en proclamar su ortodoxia sin querer percatarse del todo de que aquella surgió a partir de su propia involución.

Al respecto de todo esto, es significativo cómo un sociólogo liberal como Max Weber, partidario de defender desde su disciplina el capitalismo -algo aborrecible- tenía infinítamente más claro que ellos, con aquello de los "tipos ideales", que ninguna teoría puede utilizarse para esconder la complejidad del mundo social, por mucho que debamos estudiar sus cambios a lo largo de la historia. Y disculpen la comparación pero ni qué decir ya de Lenin, quien rememoró la frase de Goethe de "la teoría es gris amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde".

Al final resulta que ni los elogios, citas y dedicatorias más exaltadas hacia los marxistas, en comunicados y publicaciones en las redes sociales, ni la utilización abusiva de la imagen de sus mejores exponentes históricos, en actos y manifestaciones, pueden poner en la sombra toda esta lectura superficial de la teoría y la ciencia histórica que terminó desembocando, lógicamente, en una idealización del proceso histórico.

Una última cuestión antes de terminar. La llamada, por parte de las corrientes izquierdistas de algunos partidos comunistas de los años veinte del siglo anterior, como el KPD, a abandonar masivamente los partidos y los sindicatos, es un hecho secundario frente a lo que puso de manifiesto la propuesta que se desprendía de su singular postura con respecto a tales formas de organización: la incorporación inmediata de miles de obreros europeos a unas organizaciones "revolucionarias" casi únicamente imaginadas por ellos mismos -las "Uniones Obreras"- que a lo mejor existían, con suerte, en algunos núcleos industriales de la Alemania de Weimar.

Es decir, en la denuncia que el político revolucionario hace del izquierdismo, lo que se plantea de fondo es el problema de la arbitrariedad, el voluntarismo e incluso la tendencia a la exageración de las capacidades propias y ajenas por encima del análisis riguroso, antes que la expresión que adoptó entonces en la llamada al abandono de tales organizaciones. Lo que denuncia es un revolucionismo retórico, irreal, más bien.

Por otra parte, no hay un izquierdismo comunista y otro que no lo es, ni aquella persistente enfermedad infantil -hoy ya epidemia juvenil y no tan juvenil- es ajena a la que sacude a los partidos que renegaron o nunca asumieron formalmente el comunismo. Puede que pretendan salir airados de la crítica, más que vigente, tratando de limitar la validez de aquel compendio que Lenin hizo de la revolución rusa, o usándolo recurrentemente en sus enfrentamientos pero lo cierto es que la izquierda nunca ha sido una corriente comunista ni de la lucha por una sociedad sin clases.

Únicamente fue la expresión externa de la influencia poderosa del marxismo en Europa, en un tiempo pasado en el que este último contaba con lectores críticos y mucho más inteligentes y aquella, en contraste con lo que es hoy, buscaba en el modo de producción las causas y explicaciones de los males sociales inherentes del capitalismo, a diferencia de la izquierda norteamericana, que siempre lo había pretendido en el modo de consumo. Y ni siquiera en sus mejores momentos ha significado nunca comunismo.

El Primer Ciclo Revolucionario terminó hace tiempo. Para que no nos derroten de nuevo, hay que volver a comenzar por Marx. El nuevo societarismo que está experimentando la clase, ante el más que comprensible sentimiento de orfandad política, es la prueba más consistente y palpable de ello. Esto no significa ignorar ninguna aportación teórica pero requiere leerlas de manera laica y aplicarlas, si corresponde, sobre la base del método y las necesidades.