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miércoles, 1 de mayo de 2024

La base de nuestras coberturas públicas


Por Arash

En la manifestación alternativa del pasado 1º de mayo en mi localidad he escuchado merecidas dedicatorias hacia quienes contratan nuestra mano de obra, invitaciones a los extranjeros para reorganizar la clase junto a los lugareños, y llamamientos contra la guerra imperialista.

Vamos, nada compatible con los racismos mal disimulados, ni con las conciliaciones claudicantes hacia alguna de las fracciones (o polos) de este gran cortijo mundial de explotadores que es el capitalismo, algo casi de agradecer cuando una repugnante corriente patriotera se sigue extendiendo como la peste por toda Europa.

Sin embargo, lo mejor no han sido consignas como éstas que se han coreado durante su transcurso, ni la comida tras el término de la misma (lo sé a pesar de que me la perdí, una pena en todo caso aunque no hubiera rancho) sino el comunicado leído por un jubilado de entre las organizaciones convocantes, justo al finalizar el recorrido, una hora después del mediodía.

Ese comunicado incorporaba en su contenido la cuestión clave para explicar la proyección que cualquiera pueda hacerse de su jubilación y, no por casualidad, también se explicitó durante su lectura, en más de una ocasión que no pasó desapercibida, a los jóvenes como los destinatarios del mensaje, que muchos ya van teniendo una edad en este momento.

Durante la década pasada, esa generación que salió a defender lo de todos los trabajadores y dependientes, que era la de los más mayores, no podía recibir precísamente lecciones de nadie, y menos aún desde ningún elitismo mal disfrazado bajo alguna ideología encubierta, o retransmitido en streaming hasta en los espacios meteorológicos de algún telediario. ¿Cuándo los aparatos del capital se han interesado por defender lo nuestro?

No veo muchas cámaras ni "periodistas", de ninguna cadena ni agencia de noticias, cuando se exige por ahí la indexación a los precios en los convenios, será porque a Antonio Garamendi y a Lorenzo Amor no les interesa algo así. ¿De verdad no te parece sospechoso que algunos pretendan reducir la jornada laboral sin actualizar las remuneraciones de acuerdo a la inflación real y a la subyacente?

También se mencionó en el comunicado el claro éxito de las entidades financieras en haber divulgado su propaganda, diseñada en favor de los planes de pensiones que fueron nuevamente impulsados con la mochila austríaca, porque para que estos últimos se extendieran no les venía nada mal que con sus poderes económicos y mediáticos favoreciesen su previa aceptación e interiorización. Y vaya que si caló ampliamente la propaganda, especialmente desde 2011.

No recuerdo cuántas veces llegué a escuchar a lo largo de estos años, y me refiero a quienes se identifican normalmente como parte de alguna tradición solidaria, que el Sistema Público de Pensiones es insostenible, mientras eran otros los que se movilizaban con la injusta indiferencia de los primeros, a pesar de que estos otros sí llevaban consigo la conciencia de la que merecía la pena que se hubieran dejado contagiar. Y ahora mira cómo están las cosas.

Lo que sucede cuando se pretende desconsiderar la base reguladora es que la supuesta cobertura prometida y maravillosa de nuestras necesidades sólo puede ser un soufflé para dar el esquinazo; el gato por liebre de algún aspirante a malabarista con el que se esté encantadísimo en la OCDE y en la Cumbre de Davos; un señuelo al que siempre se puede representar bajo nuevas formas y denominaciones, según el grado variable de arraigamiento y entusiasmo esperado que este tenga y genere entre sus receptores, que siempre son audiencias de uno o varios prometeos.

Es al menos desde los años noventa que nuestros derechos, a disponer de una pensión de jubilación o de una protección sanitaria cuando lo requerimos, se han venido convirtiendo otra vez en derechos subjetivos, esto es, sujetos a la voluntad de los gobernantes y legisladores. Sin embargo, cierto sector mediático también ha estado contribuyendo a divulgar la nefasta idea de que esto nos pudiera beneficiar de alguna manera. Y dicen que eso no es paternalista. ¡Para darse con un canto en los dientes!

Estos medios de comunicación emergieron en paralelo a todo el ciclo de acontecimientos que nos han llevado a la peligrosa crisis política en que nos encontramos, un ciclo en absoluto superado, y aludir a ellos no significa lo mismo que darle rienda suelta a ningún bajo instinto.

Para odiar ya están los odiadores, que los hay ya de varias estirpes en estos tiempos que se vienen. En todo caso habría sido ventajoso que se hubiera mantenido una posición crítica respecto a los mismos porque, no lo olvidemos, tales medios siempre tienen una determinada línea editorial detrás, sea la que sea, con todo lo que ello implica.

Me refiero a diarios de tirada digital como Ctxt o El Salto, para los que escriben columnistas o redactores que a menudo tienen, no siempre de manera reconocida, intereses y simpatías hacia ciertas formaciones, las mismas que durante todos estos años atrás neutralizaron de manera cómplice la inercia que quedaba de combatividad en nuestro país.

Esa inercia era la que había impulsado un movimiento obrero que se empezó a recuperar desde la clandestinidad, bajo las condiciones impuestas por un régimen FASCISTA (al contrario de lo que sugiere cierto politólogo educado en la Universidad de Yale) pero cuyos propósitos terminaron supeditando al servicio de carreras profesionales ajenas a nuestros intereses colectivos.

En los artículos que se publican en los citados medios, en particular la parte de ellos que tratan sobre el SPP y de la SS en su conjunto, sus autores no entienden que el desmantelamiento de estos resulta de la evolución del mercado laboral, ni que las reformas implementadas o no derogadas sólo son una adaptación a las necesidades de acumulación que se realizan en el mismo.

Cuando se van eliminando millones de euros en cotizaciones al SPP y a la SS en todas sus contingencias, ni siquiera hablan estos autores de "recortes": no les gusta esa fuente de financiación de lo público pero tienen que mantener las formas porque saben que si no aciertan con el tratamiento adecuado de la cuestión, podrían calarles de lleno en unos sindicatos que, honéstamente, es verdad que están ya muy moribundos y peligrosamente desorientados.

En su lugar, aseguran estos escritores que el problema es el vínculo que esos sistemas estatales de protección tienen con el empleo y los salarios: una quimera de planteamiento porque entonces, ¿qué han podido estar haciendo los obreros a lo largo de la historia del capitalismo más que perder el tiempo?

Si podemos olvidarnos del trabajo asalariado a la hora de plantear la regulación de estos sistemas y esferas de protección, entonces esto quiere decir que no hace falta cuestionar los salarios, especialmente reducidos en un país como el nuestro, ni así defender el empleo, al contrario de lo que han estado haciendo todos los gobiernos. Sería bonito, ¿no?

¿Qué viejos de entre los veteranos desconocen acaso lo que es el Pacto de Toledo? La práctica totalidad lo sabe perfectamente.  Lo sé porque son ellos quienes me lo enseñaron, o de quienes lo aprendí, que más o menos viene a ser lo mismo porque no se puede entender y poner en práctica la lucha de clases sin un esfuerzo previo que sólo puede ser recíproco.

Tal vez si entendieras qué es lo que está en cuestión bajo las reglas del juego que se imponen en esta economía, no te resultaría tan aburrido todo. Porque lo que estamos viendo, por el contrario, es que la memoria histórica ya casi ha terminado de desaparecer junto con quienes sí la han estado sosteniendo, frente a las mentiras que ahora sacan impunemente a las cucarachas a las calles. Apenas hay relevo que se les enfrente, aunque casi todos se reclamen de tan escasa virtud.

He escuchado auténticas gilipolleces (ahora que ya voy a terminar me pongo áspero) incluso entre personas que en absoluto son fachas, ni siquiera gentes de derecha moderada, si es que queda de esto último; personas en las que quizá sorprendería oír ciertos comentarios. Que si la SS es un sistema proveniente de las Cortes Españolas e inspirado en el franquismo, que si las cotizaciones sociales son "impuestos al trabajo", y muchas más que dejo en el tintero, pero que apuntan todas en la misma dirección.

¿Son o no gilipolleces? Mejor deciros la verdad.

Ahora sólo nos queda tomar dos posibles caminos.

El fácil consiste en seguir fantaseando con una hipotética protección social y con unas coberturas públicas "independientes" de la calidad del empleo y de la cuantía de los salarios.

El otro camino para defender esas prestaciones públicas, ese al que casi nadie que conozco quiere mirar pero el único realmente válido, es difícil sólo en apariencia. Porque cuando se comprende que lo poco que va quedando para cubrirse el culo en las diversas circunstancias que se atraviesan en la vida, según pasa este siglo veintiuno, viene todo del mismo lado y no de ninguna providencia, lo demás ya debería "fluir" más en pendiente. Pero tenemos ya muy poco tiempo.



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