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Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

sábado, 23 de julio de 2016

Retomemos la teoría revolucionaria contra los demócratas burgueses

Ejército Rojo celebrando victorias militares en Crimea, 1920
Por Arash

Hace casi un mes de la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias de este país. Este texto, que en ningún caso ha de ser sacado de este contexto, y que ha sido elaborado aprovechando -sólo muy de refilón- la nueva muestra de sometimiento de algunos de los políticos burgueses de aquí con su oposición cobarde a una respuesta militar republicana y laica en Turquía contra el autoritario Presidente Erdogan, que está sumiendo a su país en el islamismo más dogmático y represivo, versa sobre otra cosa distinta a los pasados comicios.

En la Rusia prerrevolucionaria de principios del siglo pasado, el servicio militar tenía carácter obligatorio, y su evasión sólo podía ejecutarse, en general, mediante un cierto abono económico, o bien desertando directamente y siendo perseguido por la ley y amenazado con la ejecución. Por este motivo, entre otros tantos, los Consejos de diputados revolucionarios que particularmente tenían el objeto de representar a los militares durante la Revolución, estaban formados por elementos que procedían de la clase obrera y, fundamentalmente, del campesinado ruso, los sectores sociales más explotados y empobrecidos del pueblo.

Por otro lado, los ejércitos y las marinas de guerra eran centros neurálgicos de la propaganda nacionalista, como habían demostrado tanto el conflicto imperialista de 1914, como las actuaciones de los dirigentes del Estado ruso de la época prerrevolucionaria, que devolvían a los regimientos militares al frente cuando temían que estos confraternizasen con los huelguistas y se unieran a las revueltas obreras y campesinas y que, además de conocedores de la imposibilidad evidente de que los militares lo hicieran si se encontraban a cientos de kilómetros de distancia de sus hogares y de sus familias, no ignoraban que, probablemente, la férrea disciplina e instrucción militar en los cánones del patriotismo nacionalista podía someterlos y esterilizarlos políticamente.

Es facilmente intuible que estos dos fenómenos, a saber, la participación revolucionaria de los militares en el proceso democratizador de Rusia, que necesitó de su más auténtica conciencia como miembros de la clase oprimida, por un lado, y la falsa conciencia que supone la identificación con sus "compatriotas" opresores -identidad nacionalista normalmente extendida en las Fuerzas Armadas de los Estados burgueses-, se contrapusieron entonces en las bases del colectivo militar. Aún con ello, los militares, muchos de ellos comunistas, profundamente empáticos con las filas civiles explotadas de las que eran parte hasta su reclutamiento forzoso y de las que sabían que, a diferencia de ellos, sólo estaban soportando la guerra en otro frente -la retaguardia-, lograron situarse decisivamente del lado del resto de proletarios.

Así pues, el primero de estos fenómenos a los que me refería -la participación revolucionaria de los militares rusos en 1917- supuso una coincidencia problemática pero infinitamente estratégica para el triunfo revolucionario: la infiltración de los obreros y los campesinos más concienciados más allá de los espacios en los que por razones naturales al modo productivo vigente, siempre lo está cualquier proletario asalariado; la infiltración en el aparato organizado de defensa militar, autoconservación y mantenimiento de los intereses del empresariado y la aristocracia terrateniente del Estado-nación y el régimen burgués, y su acceso directo a las armas que les permitirían tumbarlo.

Hay muchos aspectos de los cambios acontecidos en el sistema capitalista en el último medio siglo, y todavía antes. Es positiva la progresión desde lo inmediato, sin olvidar por ello el proyecto político a corto, medio y largo plazo, y la priorización del trato de esos aspectos del capitalismo que es necesario analizar y que requieren nuevas reflexiones. Cuestiones centrales como la nueva estructura de clase/opresión, son mucho más relevantes, en este momento en el que nos encontramos, a las que los comunistas hacen bien en dedicar su tiempo, que son imprescindibles para abordar los temas que realmente corresponden ser abordados en el presente, y también, probablemente, mucho más útiles incluso para abordar el tema con el que introduje este escrito. Si la jerarquización de ideas define nuestra ideología, y comienza a conformar en parte cómo es la sociedad que buscamos, el modo en que prioricemos las necesidades del momento determinará el apego y la conexión con la realidad que le atribuyamos a nuestro proyecto socio-económico, y con ello, el que la clase trabajadora entienda o no el trabajo político de los comunistas.

Pero, aunque por el momento lo releguemos de lo actualmente posible, no por esa razón vamos a olvidarnos de abordar algún día, como responsables de avanzar en la teoría los acontecimientos previstos en el futuro (y la insurrección proletaria lo es en los momentos críticos del capitalismo, por mucho que aún quede mucho trabajo por delante), un aspecto que, mucho más tarde que pronto, pero efectivamente, habrá de ocupar un tiempo y hueco de nuestras reflexiones, y que en lo más personal de esta publicación, y sin intención alguna de distraer la atención de los objetos de estudio coherentes a la situación presente, me da por adelantar en estas líneas: el papel que habrán de jugar los militares en el proceso insurreccional hacia el socialismo. Es esta, pues, otra de las cuestiones cuya necesidad de abordaje parece surgir de los cambios habidos en el capitalismo en los últimos cien años, y que se refiere a la sofisticación de los aparatos defensivos de los Estados.

Falsas revoluciones y procesos de ingeniería social del poder del capital, como las invernales primaveras árabes (en Libia, en Siria), las pardas "revoluciones de colores" (en Georgia, Serbia, Ucrania dos veces, etc), o los movimientos regeneradores de las plazas (en USA, en España, en Italia, recientemente en la Plaza de la República de París), curiosamente relacionados a través de redes de financistas y propagandistas (los liberales más ortodoxos, oligarcas como George Soros, y sus fundaciones globalistas, del estilo de Open Society) y hasta mercenarios en los casos extremos (ejércitos y policías privadas como la empresa norteamericana BlackWater/Academy; paramilitares neofascistas como los ucranianos de Svoboda o del Pravyi Sektor; francotiradores pagados con dólares, con objetivos indiferentemente alternativos, e instruídos en la simple tarea de sumar cifras de asesinados, como demostraron las agresiones externas contra Ucrania o Venezuela), han tratado de sumar al colectivo militar, o bien a las policías y cuerpos de seguridad interna de sus Estados, a sus revueltas prefabricadas.

No es intención del autor justificar, ni mucho menos servir a la incorporación de los militares en los golpes de Estado de colores que tan bien saben derrocar, modificar o inclinar gobiernos del lado del Estado imperialista más criminal de este planeta, ni promocionar, como hicieron Soros y sus compinches en Kirguistán con la intención de ablandar a las policías y fuerzas militares antes de su asalto, la colocación de florecitas en las bocachas de los fusiles de hombres armados, ni tampoco llorar lo emotivo del envío de cartas de niños a las fuerzas antidisturbios. Eso para agitamanos desclasados, y en general, para las "clases medias" de mentalidad pequeñoburguesa.

Hablo, pues, del papel que jugarán los militares con respecto a los proyectos democráticos, progresistas y de transformación social.

El papel que juegan los trabajadores en las estructuras sociales de las que forma parte es una cuestión importante de las reflexiones pendientes que hay por hacer. Sólo por poner un ejemplo que, aunque en principio es diametralmente diferente al caso que nos ocupa, es cierto que es susceptible de ser considerado análogo en tanto que se refiere a una estructura social, mencionaré que, al contrario de lo que desgraciadamente se suele pensar, la incorporación de los hijos de la clase trabajadora en la Universidad no ha significado, por lo general, una concienciación de los espacios académicos, no al menos por lo referente al estudiantado.

No hay ninguna duda de que los militares cumplirán un papel en el proceso insurreccional. Los conocimientos elementales que podemos tener sobre las Fuerzas Armadas de este Reino podrido en la corrupción, pueden o no servir de orientación fundamental, pero no pueden ser en ningún caso suficientes para averiguar lo más exactamente posible el mencionado rol. Averiguar ese papel y sus condicionantes principales podría ser una tarea preventiva importante. La función que desempeñen los militares en dicho proceso no podrá simplemente extraerse mezquinamente del ejemplo que dieron los militares rusos que se organizaron democráticamente y se inclinaron del lado de la Revolución y aplicarse cual pasaje bíblico o coránico, como ocurre especialmente en tantos otros ámbitos.

¿Cómo es la integración de la clase trabajadora en las Fuerzas Armadas contemporáneas?

¿Implica la eliminación del servicio militar obligatorio, la desaparición aparente, o quizás interiorización, del elemento coactivo explícito que antes tenía la prestación de tal servicio?

Si partimos de la continuidad y la estabilidad de las Fuerzas Armadas de los Estados -incluso en aquellos que en un pasado reciente estuvieron sostenidos por regímenes de inspiración fascista, como bien conocemos en España- en términos de conservación, ¿significa también lo anterior, que ha tenido lugar un aumento de la importancia relativa de la función que juega la propaganda nacionalista en el proceso de reclutamiento militar?

¿Se infiere de esto último, aunque sea a grandes rasgos, el que las Fuerzas Armadas sean ahora un espacio más hostil que antes en términos de alienación, y que exista en el presente, a pesar de la existencia de los mínimos elementos más progresistas y de resistencia, una mayor dificultad de participación de los militares  en los procesos progresistas de cambio social en el territorio del Estado español?

Al respecto de todas estas cuestiones, hemos de tener presente la inexistencia de amnistía, por un lado, y la ausencia de depuración, por otro, en un colectivo militar en el que sus fuerzas dispuestas a una transformación progresista -como los sectores más conscientes del Movimento das Forças Armadas portugués durante la Revolución de los Claveles- fueron encarceladas, que está bajo la bota de la OTAN, sometido a los intereses de Estados Unidos, y en cuyos cuarteles siguen en pie las estatuas del dictador rodeadas de rojigualdas.

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