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miércoles, 23 de octubre de 2024

La fuente de la renta inmobiliaria, y la actitud de los pequeños propietarios


Por Arash

Si seguimos un poco la cadena de la economía española no es difícil reconocer que, de acuerdo a los costes implicados por la construcción de nueva vivienda, son sobre todo aquellos que se encuentran en la cúspide de toda la rama quienes determinan su valor. Es la libre competencia, como bien dice la borracha y asesina Ayuso.

No conviene obviar lo anterior a la hora de comprender correctamente los disparatados precios marginales a los que se enfrentan desde jóvenes, y ya no tan jóvenes, que quieren emanciparse del entorno familiar, hasta  jubilados y trabajadores de mediana y avanzada edad con una pensión exigua o un empleo basura, o los dos a la vez, y que ya las pasan canutas para llegar a final de mes.

Sin embargo, en base a las estúpidas "teorías" marginalistas que manejan muchos de quienes defienden este mundo de los negocios y de la corrupción empresarial de la política, se señala ya con auténtico descaro a sus víctimas.

En lugar de comprender el papel que desempeñan los principales responsables y los gestores del sector inmobiliario, es decir los propietarios de las empresas constructoras y asociados, se va culpabilizando a aquellos que quieren acceder o mantener un techo bajo el que poder descansar de ellos y del resto de quienes les atracan y exprimen: compañías de seguros, cadenas alimentarias, suministradoras energéticas, y un sinfín de rubros del empresariado y la burguesía.

La solución pasaría, según dicen algunos, por una reestructuración de la demanda de vivienda en tanto objeto de consumo final, mientras se les acusa a esos demandantes de no querer trabajar para cabronazos que les explotan y, al mismo tiempo, de tener una expectativa "demasiado alta" por pretender buscar alojamiento en las grandes ciudades. ¡Serán hijos de puta, los fascistas estos miserables!

Los especuladores de vivienda, o rentistas inmobiliarios, obtienen su parte del pastel inmediatamente a partir de la circulación y no de la producción, de modo que el precio viene determinado principalmente desde allí donde se añade el valor, esto es, en el sector de la construcción. Poner más vivienda en el mercado, ya sea por la vía del ladrillo o laxando aún más la legislación en favor de ese rentismo, va en el mismo sentido que pretender que se renuncie a ella para vivir, que es la única finalidad que debería tener.

Por eso resulta cada vez más inasequible en todas partes, y no sólo en Madrid, Valencia o Barcelona. Como todas las demás, esa inflación tiene su origen en unos salarios cada vez más devaluados y en una fuerza de trabajo cada vez más explotada, y no en ninguna inexplicable fluctuación "flotante" ni en la "avaricia" de unos capitalistas que pudieran volverse "benévolos", como sugirió la ridícula titular de la cartera ministerial, Isabel Rodríguez, cuando les pedía a ellos solidaridad con los inquilinos.

En cuanto a los pequeños propietarios que rentáis un sólo inmueble (alcanzar cifras mayores me va pareciendo menos "casual") o estáis pensando en haceros de oro: a parte de todos los "honorarios" que también se llevan de los inquilinos que viven en vuestro régimen de alquiler o en ese que esperáis que os genere unos ingresos, ¿cuánto les cobran en comisiones tinglados mafiosos como Alquiler Seguro u otros similares a quienes  contratan sus servicios?

Me parece muy comprensible el rechazo a que se le arrebate a alguien su residencia, aunque a lo mejor no es eso un problema en el sentido en que lo imagináis muchos de vosotros, sobre todo cuando la práctica totalidad de las viviendas que se ocupan irregularmente, por necesidad, son de la Sareb. O  para que lo pille todo aquel que quiera pillarlo, viviendas que estaban vacías antes de que fueran ocupadas. 

No hay que ser tan permeable a la propaganda comercial y política de alarmistas y odiadores, ni tampoco los caseros van por ahí siendo arruinados por los inquilinos, campeones del libre pensamiento. Todo caso particular es susceptible de ser mentirosamente sobredimensionable, como intentan las cucarachas cada vez que un español nazi, o sea una de esas mismas cucarachas, agrede a un inmigrante o a un sinpapeles, invirtiendo las nacionalidades (inventándoselas) de acuerdo a sus prejuicios.

A menudo está en manos de las propias clases medias de menor patrimonio el entender, si quieren, el porqué de los hastíos, así como de las protestas a través de las que estos se manifiestan, pero tales clases se dan un leñazo en los morros por haberse enterado tarde de la movida, cuando quedan en el libelo, si lo hacen, del gran capital (inmobiliario).

Ese leñazo que se pueden dar, y que no necesita ni del PSOE, ni de Sumar, ni de Más Madrid, ni tampoco de Podemos, ni de ninguno de los demás aspirantes y lacayos que vayan apareciendo, es el de la lucha de clases que tanto temen, y siempre se tiene una parte de la responsabilidad en saber al menos de qué lado quiere uno encontrarse.





Parece que ya no les tragan ni en la calle
(del reparto de asientos ya se quedaron fuera).


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